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viernes, 13 de octubre de 2017

¿Vale la pena votar? Por @luzmelyreyes


Por Luz Mely Reyes


Durante las últimas semanas, los argumentos en grupos de oposición fueron en contra y a favor de votar en las elecciones regionales. Los abstencionistas insistían -e insisten- en que una dictadura no sale con votos y esgrimen toda una serie de razones para no participar en los comicios de este domingo 15 de octubre, mientras que los pro-voto intentan contradecir tales razones, haciendo un resumen de los logros que se han alcanzado cuando se vota.

Un mes atrás, al hacer una valoración del clima anímico en los seguidores de la oposición. y tomando como base los comportamientos en otros momentos, percibía que iban ganando los abstencionistas. Es muy sencillo promover la ausencia en las urnas de votación y más si se tiene la línea argumental del fraude.

No obstante, creo, con base en lo que observo en la calle y leo en las encuestas, que esto ha ido cambiando. Las encuestas proyectan una participación por encima del 60 por ciento. Algunas -como Datincorp- están en un borde superior.

En este momento, esto es de por sí una buena noticia, aunque no deja de llamar la atención que durante al menos 15 años la oposición siempre se debate entre votar o no. Los casos más emblemáticos fueron el boicot a las elecciones parlamentarias de 2005,reconocido luego como un error por sus promotores y el referendo a la reforma constitucional, en 2007 y las elecciones de alcaldes en 2013.

En 2007 la oposición iba una vez más a repetir el error de 2005, cuando algunos líderes de opinión y políticos fueron advertidos de que la abstención estaba preñada de No. Es decir, que justo quienes no estaban de acuerdo con ese cambio a la Constitución, si votaban harían que la propuesta presidencial perdiera. La última semana antes de la votación fue crucial. El presidente Chávez salió a hacer campaña y logró levantar un poco sus números. La bala de plata de aquel triunfo fue un aguerrido movimiento estudiantil y la conjugación de varios factores sorprendentes que propinaron la primera y única derrota electoral a Chávez.


En  2013, en cambio, luego de que Henrique Capriles Radonski lograra una extraordinaria votación en las elecciones sobrevenidas por la muerte de Chávez,  muchos opositores decidieron no votar, lo cual, a su vez, envalentonó al gobierno y a su aparato de propaganda y, en consecuencia, hundió otra vez el ánimo de opositores. Si lo recuerdan, este ha sido un fenómeno ciclotímico.

¿A quien le conviene la abstención?

El gobierno se ha encargado no solo de desprestigiar el voto como instrumento de cambio al no reconocer los resultados de las elecciones de 2015 y recurrir a argucias para desconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional, sino que además, parece que entiende mejor a los seguidores de la oposición, que sus propios dirigentes.

Es por eso que rápidamente se recomponen ante cualquier derrota, manipulan, juegan duro a desalentar a los opositores, y generalmente lo logran.

Por otro lado, cada vez que la dirigencia de la oposición ha sido poco clara en sus mensajes y genera expectativas abultadas en sus seguidores, debe luego enfrentar el reclamo de los abstencionistas que -irónicamente- son quienes alimentan aún más las expectativas sin base sobre una eventual salida del gobierno de Nicolás Maduro.

Este año no fue diferente. Luego de las movilizaciones ocurridas desde abril hasta junio, y después de  consolidarse el gobierno momentáneamente con una Asamblea Nacional Constituyente y con lo que los expertos llaman un autoritarismo hegemónico, la sensación de decepción y la caída de ánimo fue brutal.

En esas circunstancias es comprensible que muchos no quieran ser convocados a votar.

No obstante, me pregunto. ¿Si una dictadura no sale con votos, cómo es que sale?

¿A la fuerza?

Supongamos que esa es una de las respuestas. Entonces, esto me lleva a otra pregunta: ¿Dónde está esa fuerza? Me refiero directamente a un eventual grupo armado, que tenga estrategia y poderío para someter a un gobierno y obligarlo a irse.

Como ha sido evidente, realmente esa fuerza no existe o no se ha manifestado. Entonces, ¿qué queda? ¿Resignarse a perder el país en manos de una cúpula autoritaria y corrupta? ¿Esperar por los marines? ¿Avalar la violencia? Aún habrá quien espere por unos “comacates”, con la esperanza cifrada en una de las “mañas” que más daño nos ha hecho como democracia: que venga un hombre fuerte a meter en cintura a los déspotas.

Votar es un acto de conciencia, un acto de rebeldía, es una libertad que costó mucho conquistar. En momentos como estos hay que ser obstinados para no caer en la tentación de no participar.

Esto no significa que el gobierno no seguirá haciendo trampas para descalificar el voto, que con sus aliados no hará todo lo posible para hacer aún más difícil el acto de votar, pero, al menos, si la mayoría se expresa, de la manera más pacífica, entonces, la cúpula podrida la tendrá más difícil, le tocará inventar nuevas trampas.

Al no existir mejor arma que el voto, creo que es un desperdicio no utilizarlo. No se pierde nada al ejercer el derecho, es más hasta se puede ganar. Pero si no se vota, no hay ninguna oportunidad.

Foto: Archivo.

12-10-17




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