Por José Antonio Gil Yepes
Hace días fui al
supermercado. Estaba menos abastecido. Iba tomando lo que conseguía. Por fin
llegué a los quesos y jamones empaquetados y tomé uno de cada uno. Ya cuando
iba a continuar, vi que había un papel con nombres y precios anotados. Allí me
pregunté: ¿y para qué ponen los precios de productos ya empacados si cada
bandejita lo tiene? Buscando la respuesta, decidí superar el síndrome masculino
de no leer instrucciones y empecé a releer, desde el principio, donde un texto
que me había saltado decía: “Los precios de estos productos serán
ajustados en la caja registradora”. ¡Diablo, yo nunca había visto semejante
disparate! Pero, luego entendí que eso de ajustar los precios en la caja estaba
ligado a la campaña del Gobierno que obliga a los comerciantes a bajar los
precios en grandes porcentajes.
Y, ¿qué cree usted que hice?
Pues tomé dos paquetes más de cada producto, y seguí comprando. Hice la cola
para pagar respondiendo mensajitos. Pagué, salí y llegué a casa. Pero, cuando
fui a colocar lo comprado en la nevera, fue que caí en cuenta de que yo había
contribuido a confiscar al supermercado. Entré en una espiral descendente de
culpa tratando de entender por qué había hecho eso. Lo mejor que pude quedar
conmigo mismo fue decirme que había caído por sorpresa en una trampa más del
Tío Conejo.
Primero vi que fui cómplice
de la confiscación a los dueños del local; luego que había perjudicado a sus
empleados porque no habrá con qué pagarles mejores sueldos y ni hablar de
emplear más gente; y por fin vi que había perjudicado al pueblo porque
cualquier negocio obligado a vender a pérdida no puede reponer el inventario;
y, a menor oferta, mayor será la inflación. Cierto que Jorge Giordani le dijo a
Guaicaipuro Lameda: “Se trata de mantener a los pobres en la pobreza
porque ellos son quienes votan por nosotros”. Pero, si bien ésta es una
de esas deformaciones que “legitiman” los fanatismos, el hecho de que lo sean
no excusa la crueldad del daño ni del engaño.
¡Y pensar que, si
necesitamos comer, no nos queda otra que seguir comprando a descuentos forzados
y continuar siendo un país de tío conejos y perdedores!
18-01-18
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