Por Héctor Silva Michelena
El militarismo es la
ideología según la cual la fuerza militar es la fuente de toda la seguridad. En
su forma más leve se postula a menudo con argumentos muy variados para
justificar la preparación militar de una sociedad, todos los cuales tienden a
asumir que la «paz a través de la fuerza» es la mejor o única forma de
conseguir la paz. Su política se resume en el aforismo latino Si vis
pacem, para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra).
El militarismo tiende a ser
definido en oposición directa con los movimientos por la paz de los tiempos
modernos. Históricamente, el término se utilizó haciendo referencia a estados
específicos implicados en el imperialismo. Hoy se emplea a menudo el término
militarista “más que nada aplicado en occidente a los países liderados por
Estados Unidos (junto con el Reino Unido y Australia) e Israel, y a otros como
Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Irán, Siria y Venezuela (desde 1999, bajo
Hugo Chávez y, sobre todo Nicolás Maduro).
El militarismo es en
ocasiones contrastado con los conceptos de poder nacional comprensivo, poder
duro y poder blando. Por ejemplo, el liderazgo actual de China sostiene que una
China fuerte es necesaria para la seguridad nacional, pero que el militar es
solo un componente del poder nacional y que una atención excesiva en lo militar
puede originar la precarización de otras áreas importantes como por ejemplo la
economía civil. Sin embargo, los temas militaristas predominan con frecuencia
en las actitudes chinas, tales como la disputa con Taiwán, Rusia o Japón.
Otro aspecto del militarismo
es el ascenso de un grupo de oficiales a un poder bien armado, como
sucedió en Irak, en la Alemania nazi, en la URSS, y en la mayoría de los países
latinoamericanos hasta la década de 1980. Pero hoy, como Medusa, vuelve a sacar
su cabeza poblada de serpientes venenosas. China, Rusia, Corea del Norte y
Venezuela son los cuatro puntos del cuadrilátero: un emperador, un zar, una
satrapía nepotista y un dictador absolutista. Con el correr del tiempo, el
análisis de la actuación militar en la política, y sus rasgos intervencionistas
en los asuntos civiles, se ha consolidado como ámbitos de la reflexión, con el
fin de evaluar el predominio e influencia de lo militar, especialmente en el
gobierno de un país. Con el militarismo, el ejército interviene en las
instituciones del Estado y las subordina a sus intereses de poder y dinero.
Y ahora los militares,
apoderados de todo poder, violado la Constitución nacional y al servicio de
Cuba. He aquí un fragmento escrito por el profesor Humberto García Larralde,
presidente de la Academia de Economía.
“Los dueños del país: La
llamada revolución bolivariana se disfrazó de alianza cívico-militar. Chávez,
invocando la gesta emancipadora, le endilgó a la Fuerza Armada que había derrotado
a la guerrilla treinta años antes, la condición de heredera del Ejército
Libertador. Le fue entregando parcelas de poder para asegurar su lealtad, sobre
todo después del efímero golpe que lo destituyó en 2002. Hoy la FAN, a la que
se le ha adjudicado el cognomento de “Bolivariana”, es dueña de astilleros,
instituciones financieras y de seguros, empresas agrícolas, de construcción,
bebidas, ensamblaje de vehículos, transporte, alimentos, armamento y
televisoras, entre otras, y de la Compañía Anónima Militar de Industrias
Mineras, Petroleras y de Gas, C.A. (Camimpeg), constituida recientemente para
intermediar en las subastas y demás negocios relacionados con la riqueza
petrolera y minera del país, de cuyo manejo, de paso, los militares saben lo
mismo que yo de aeronáutica espacial. Adicionalmente, están al frente de la
CVG, de los puertos y aeropuertos, de Minerven, Corpoelec, Pequiven, Edelca,
Enelven y ahora, de la joya de la corona –con gran pérdida de lustre, es
cierto– Pdvsa. Según Impacto CNA (Citizen News Agency), los militares
controlarían no menos de 70% de la economía venezolana. Una idea de la
extensión de este control lo ofrece el portal Armando.info, que publica un
reportaje de periodistas de investigación que cruzaron datos referentes a los
contratos públicos del actual gobierno con la nómina de la alta oficialidad de
la FFAA, para encontrar que ‘al menos 785 oficiales activos’ están al frente de
empresas de construcción, servicios de seguridad, suministros médicos,
alimentos, transporte, comerciales, informática y más, que contratan con el
Estado” (fuentes: 1)
http://impactocna.com/el-ejercito-de-ocupacion-que-opera-en-venezuela/2)
https://armando.info/AiData/outsourcing_Militar#militares).
Yo opino que en Venezuela,
el militarismo asume la forma de pretorianismo, un término que hace referencia
a la influencia política de forma abusiva del poder militar. Procede de
pretoriano, soldado de la Guardia Pretoriana, élite militar de gran influencia
que intervenía en la elección de emperadores romanos proclamando a unos y
asesinando a otros. La cabeza de Oscar Pérez en la punta de una bayoneta.
Daniel R. Headrick,
profesor de Historia y Ciencias Sociales en la Universidad de Roosevelt,
describe el pretorianismo como un militarismo hacia el interior, propio de las
naciones de orden menor, que no pretende hacer ni ganar guerras, sino mantener
su influencia en el sistema político, controlar las decisiones que afecten sus
intereses o apoyar a una facción política. Lo contrapone al militarismo hacia fuera
que es un militarismo puro, expansionista en cuanto a la defensa de sus
intereses más allá de las fronteras nacionales y que corresponde a las grandes
potencias o alianzas militares. Es el imperialismo clásico del siglo XX.
Sí, es cierto. Pero la URSS
en su tiempo y la pequeña isla de Cuba ejercieron la exportación de sus
revoluciones hacia América Latina (150.000 muertos), África (1,7 millones de
muertos) y Afganistán (1,5 millones de muertos) con funestas consecuencias, en
estabilidad democrática y en vidas. Las cifras son tomadas de Le livre
noir du communisme. Crimes, terreur, répresion, de Stéphane Courtois, Nicolas
Werth, Jean-Louis Panné, Andrxej Paczkowsi, Karel Bartosek y Jean-Louis
Margolin, Éditions Robert Laffont, Paris, 1997. Lo dirigió S. Courtois,
director de investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones Científicas
(CNRS, siglas en francés).
Consúltese también El
fin del Homo sovieticus, de Svetlana Aleksiévich, Acantilado, Quaderns
Crema, SA, Barcelona, 2015; a Vitali Shentalinski en Denuncia contra
Sócrates, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2006. En Venezuela, son muy
significativas las obras de Pompeyo Márquez: Pensamiento y Acción. Obras
escogidas, vols. I y II, Ediciones El Centauro, 2002; las obra de Antonio
García Ponce, Adiós a las izquierdas, Alfadil Ediciones, Caracas,
2003, y Sangre, locura y fantasía. La guerrilla de los 60, Editorial
Libros Marcados Caracas, 2010; el libro de Héctor Pérez Marcano y Antonio
Sánchez García, La invasión de Cuba a Venezuela. De Machurucuto a la
evolución bolivariana, Los Libros de El Nacional, Caracas, 2007; muy
sincero el libro Conversaciones secretas. Los primeros intentos de Cuba
por acabar con la democracia en Venezuela, de Rafael Elino Martínez, Editorial
Libros Marcados Caracas, 2013; asímismo, los testimonios Ahora es
cuando I. 1945-1960; y La terrible década de los 60 II.
1960-1970, de Américo Martín, Editorial Libros Marcados, Caracas, 2013.’ Y de
Héctor Rodríguez Bauza. Ida y vuelta de la utopía, Editorial Punto,
Caracas 2015. Testimonios valientes y conmovedores de hombres que arriesgaron
su vida por una esperanza que colapsó.
Volviendo al militarismo y
los militares, los análisis han demostrado que el tema de la insuficiencia
hegemónica; es decir, la incapacidad de que sector alguno proyecte su poder
sobre la sociedad en términos consensuales está sin dudas sistemáticamente
presente. Una de las modalidades dictatoriales es la intromisión indirecta
de los militares, por juzgar incapaz al gobierno de resolver graves crisis
de hiperinflación, desnutrición, sobre todo infantil, enfermedades,
desabastecimiento generalizado e intervención de poderes foráneos. Estados
Unidos, en otro tiempo, hoy, en Venezuela, la cesión de soberanía a Cuba, y de
las riquezas minerales y petroleras a China y Rusia. De no hacerlo, según las
constituciones respectivas (en Venezuela, el artículo 328 de la carta magna),
la nación puede desembocar en el autoritarismo, la dictadura militar-civil, o
el fascismo.
El profesor Humberto García
Larralde lo explica claramente: “El fascismo es básicamente una práctica
orientada al dominio de la sociedad desde el Estado, a partir de un conjunto
articulado de mitos sobre el pueblo. Lo patriótico, lo nacional y la
superioridad étnica con el propósito de crear un ‘nosotros’ que debe defenderse
de los ‘otros’, los que piensan y son diferentes, quienes representan un
peligro y, por tanto, deben ser eliminados ya sea política, moral, ideológica
y, cuando sea necesario, físicamente”. Es la solución final del nazismo. Es
Oscar Pérez.
Coda: Lea más sobre el
dominio militar en El Nacional, Siete días, en la notable
investigación de Marielba Núñez, abriendo el link:
10-02-18
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