Páginas

sábado, 10 de marzo de 2018

El modelo Nicaragua, por @luisdalvarezva




Luis D. Álvarez V. 09 de marzo de 2018

Si algún mérito puede tener Daniel Ortega es su enorme constancia para aspirar el regreso al poder y acabar, a como diera lugar, con cualquier asomo de disidencia. En contraste, si algún reproche puede hacérsele a los factores que gobernaron Nicaragua fue no haber podido derrotar la inequidad y no haberse percatado del macabro plan de Ortega.

Con todo y eso, el hoy presidente de Nicaragua era minoría en su país, pero aprovechó las absurdas pugnas entre sus adversarios para paulatinamente ir copando espacios que le permitieron regresar al gobierno y seguir ejecutando un proyecto para apoderarse de su país, tal como hicieron los Somoza, odiados enemigos de Ortega y de su movimiento, pero en la práctica similares en cuanto al totalitarismo, la censura y los anhelos de perpetuidad.

Ya en el poder, la estrategia cambió y la visión mutó para establecer un andamiaje que le permitiera mantenerse en el cargo. Para ello violó la Constitución y convirtió a las instituciones en vulgares aparatos de su partido, mientras se fotografiaba con dirigentes de otros países que al igual que él asfaltaban el camino para hacerse indispensables e insustituibles.

Pese a tener el control de Nicaragua, la soberbia de Ortega lo llevó a recurrir a sus estructuras para controlar a los partidos opositores, infiltrando sus direcciones para colocar a sujetos cercanos a él. Como sus apetencias no fueron cubiertas, se las arregló para retirar la investidura a los legisladores opositores, todo ello con miras a seguir gobernando bajo un escenario de partido único camuflado en la diversidad.

El 6 de noviembre de 2016 consiguió la reelección “compitiendo” contra unos adversarios prácticamente desconocidos que le hicieron el juego y se prestaron a convalidar una farsa que muy pocos Estados avalaban. Como un gesto de “magnanimidad” el régimen de Ortega dio algunas concesiones a la oposición. Sin embargo, todo estaba planificado para imponerse en unos comicios de los que no hay datos certeros en cuanto a la participación y los votos nulos. Pese a quedar reelecto, sobre Ortega se posará para siempre una sombra de perversión y de fraude que lo perseguirá por la eternidad y sobre sus “adversarios” se adherirá una etiqueta de colaboracionismo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico