Por Hugo Prieto
Paula Cadenas, para mayores
señas, hija del poeta Rafael Cadenas, vino a Venezuela a presentar el número
monográfico de la más reciente edición de la revista Les Temps
Modernes (jueves, 3 de mayo; 5:30 pm, librería El Buscón, CC Paseo Las
Mercedes). Esta publicación ha sido, a lo largo del siglo XX, referencia
obligada en la política francesa.
Son 304 páginas que compilan
trabajos de diversos autores. Aquí, por razones de espacio, hacemos referencia
a tres de ellos (Paula Cadenas, Ana Teresa Torres y Luis Gómez Calcaño). No
podía faltar una breve (pero necesaria) mención al debate que el chavismo ha
despertado, primero en altas y ahora en bajas, dentro de la izquierda gala y
española, así como una breve referencia a una categoría en crisis que se resume
en dos palabras: América Latina.
Profesora en la Universidad
Paul Valéry de la ciudad de Montpellier, Cadenas cursa el doctorado en Estudios
Hispanoamericanos. Vive en Francia desde 2009. Su testimonio es prueba fiel de
que la distancia no es un obstáculo para pensar y actuar en función de los
ideales más elevados del país. Pero es cierto, la realidad que estamos viviendo
duele… y de qué manera.
¿Por qué hacer una tomografía,
una autopsia del chavismo en este momento y, además, en Francia?
Esta publicación (Les Temps
Modernes) no hubiese sido posible hace cinco años. Amigos de diversas
procedencias, que viven en Francia, me preguntaban, a raíz de las protestas de
2014, ¿Qué es lo que pasa en Venezuela? Esas manifestaciones, que empezaban a
abrirle espacio a la oposición, tienen una trascendencia. Cuando yo llegué a
Francia, hace casi nueve años, era un territorio, si se quiere, comprado por el
discurso oficial. El francés estaba convencido y si manifestabas dudas o
críticas, te decían: Tú eres de derecha. Pero, precisamente, esas
manifestaciones abren la interrogante. ¿Qué es lo que sucede?
Ubiquémonos en el polo
opuesto: La derecha. ¿También, desde esa perspectiva, se hacía una
caracterización positiva del chavismo?
No lo sé, mi ámbito es la
academia que, por lo general, es un refugio de la izquierda. En lo personal,
además, no me ubico en la dicotomía izquierda o derecha. Pero esa visión
cartesiana, digamos, le sirve a los franceses para ver la realidad.
Ciertamente, esta publicación es un bastión de la izquierda… de la izquierda
fuerte. Varios de mis amigos que participaron en el Mayo Francés; otros
que son autores, le sugirieron a la directora de la revista, que hacer una
edición dedicada a Venezuela podría resultar interesante.
La izquierda francesa pensaba
que aquí no había ningún problema, que esto era un paraíso socialista o en vías
al socialismo y cuando vieron las manifestaciones de 2014, la represión a
sangre y fuego de los militares, les cayó la locha y se hicieron esa pregunta…
¿Qué está pasando allá? ¿Eso es así?
Hasta 2014, no sólo la
izquierda, sino un gentío simpatizaban con Chávez. Apenas te veían, sin
importar tus preferencias políticas, te decían. ¡Ah, venezolana! ¡Chávez!
(Paula Cadenas muestra el puño de su mano derecha con el pulgar en alto) y además
compraban toda la idea del socialismo del siglo XXI y el giro a la izquierda
que estaba dando gran parte de América Latina. Fue una bocanada de aire fresco
para la izquierda francesa. Se escribieron libros, se publicaron artículos,
había una audiencia que seguía ese discurso. La pregunta es saber si hubo una
retroalimentación entre los dos continentes. Si hubo un ir y venir de ideas.
¿Algo parecido a lo que hubo
en la época de los enciclopedistas? Yo creo que esas ideas tenían que ver con
la noción de ciudadanía y del modelo republicano de gobierno. Yo no veo en el
socialismo del siglo XXI nada que se le parezca a esas luces.
Yo creo que Chávez fue muy
hábil en el manejo de su discurso. Si lo ves como una narrativa hay quizás un
segundo capítulo, en la que él comienza a construirse de cara a Europa y lo
hace, en buena medida, con el discurso de la izquierda francesa. Hay como un
proceso narcisista, pero finalmente eso se monta como propaganda para vender el
proyecto y eso tiene eco allá. Es decir, Chávez utiliza los términos que ellos
quieren escuchar, la izquierda francesa, la izquierda española. Eso le va dando
una esperanza a aquellos que no quieren aceptar el fracaso del comunismo. Dicen
entonces… Ves, si funciona. Publicaciones como Le Monde Diplomatique,
que es un bastión del chavismo, comienzan a tomar fuerza. Esa izquierda, que se
sentía en la lona, empezó a levantarse y el laboratorio era Venezuela. Se
compraban las estadísticas y ante cualquier crítica. ¡Ah, es que ustedes
son los golpistas!
Venezuela (Jonathan Coles
dixit), es “una sociedad adicta al petróleo”. Si los ingresos suben, el adicto
consume a más no poder, pero si caen, le toca vivir el síndrome de la
abstinencia. ¿Después de 100 años de explotación petrolera, la intelectualidad
francesa no entiende la enfermedad de esta sociedad?
Los duros, la base del
chavismo de la izquierda francesa, siguen comiéndose el discurso de que aquí lo
que hay es una guerra económica, y que esta crisis coincide con la caída de los
precios del petróleo. Pero cuando tú les dices que Chávez tuvo una oportunidad
dorada (más de una década de ingresos al alza) y que Venezuela recibió ingresos
que equivalen a cinco veces el Plan Marshall, su primera reacción es de
desconfianza, luego arguyen que la oposición ha sido muy dura y, finalmente,
mencionan el fantasma de Europa. Valga decir, el intervencionismo
estadounidense. Nunca han dejado gobernar al chavismo. Esa idea, que
anteriormente funcionó para Cuba, ha calado mucho. Es una idea que a ellos les
interesa seguir defendiendo, funciona en la fantasmagoría europea.
En una ocasión leí que Charles
de Gaulle, cada vez que quería incordiar al águila americana le arrancaba una
pluma. Ciertamente, esa idea de que Estados Unidos es el culpable de casi todos
los males, si no todos, de América Latina, está muy extendida en Francia, ¿no?
Sí, está muy extendida.
Incluso, está en los libros de texto que utilizan los futuros profesores de
Estudios Latinoamericanos. Se construye la historia del siglo XX de América
Latina, casi desde la revolución mexicana, a partir del intervencionismo de
Estados Unidos que, efectivamente, fue cierto. Eso va creando un relato del
cual se ha servido enormemente la Cuba de Fidel Castro. Los errores de Estados
Unidos, digamos, han servido para confirmar ese relato desde Europa. Se tiene
que reconocer que ha habido intervencionismo, pero ellos no pueden concebir que
en este momento la situación sea distinta Ellos se olvidan de que hay otros
factores de peso y propios de la región: el caudillismo, la desigualdad, y las
grandes brechas sociales producto de la corrupción y de una educación precaria.
La izquierda francesa, por ejemplo, habla de Chávez como un líder carismático y
populista. Y eso, les parece normal.
Sí, eso fue cierto, pero es
cosa del siglo pasado. Creo que la tragedia venezolana habla por sí sola y todo
revestimiento ideológico, no podría ocultar la realidad. Si se construye una
verdad a medias o incluso una fantasía, es materia para quien se lo quiera
creer.
Absolutamente. Pero ese
expediente le sigue sirviendo a los rezagados nostálgicos del comunismo y de la
izquierda. Es algo que pude comprobar al verlos mirar en sus televisores las
imágenes de las protestas, tanto de 2014 como de 2017, aquellos combates,
incluso muerte, pero no por eso cambiaron de opinión. Pero hay que decirlo y
volverlo a decir porque no se ha dicho lo suficiente. Esas manifestaciones no
fueron en vano. Hubo una transformación de la opinión pública de manera
general, incluso en sectores de izquierda menos ideologizados o más críticos.
Si hace cinco años te decían. Ah, Chávez. Ese si le canta las verdades a
Estados Unidos y su intervención en la ONU (Aquí huele a azufre) se ganó
el cielo de la izquierda europea, hoy te dicen algo muy
distinto… Realmente, la cosa está muy mal allá.
América Latina es una etiqueta
devaluada y en crisis. Pero aún visto como imperio, no le podemos hacer los
mismos cargos a Estados Unidos. Hay realidades muy distintas. Cuba, por
ejemplo, cuya guerra de independencia, además de tardía estaba estancada, le
debe su independencia a Estados Unidos. Es algo que puede causar malestar. Pero
no es el caso venezolano.
Quizás hay un posicionamiento
de facilismo de lectura. Incluso es algo que se advierte en la representación
que se hace de América Latina en la cartografía. Uno diría que es más pequeña
que Francia o España. Hay ya un problema de escala. Entonces, visualmente,
ellos la ven así. ¿Venezuela? ¿Eso está en el centro o en el sur? Es
que verdaderamente es muy fácil leernos así. Además, son los paisitos que
pasan de dictadores a líderes populistas. Algo que me pregunto en mi
investigación es si hay una visión bidireccional, en la que nosotros terminamos
respondiéndole al modelo colonial. Hay, digamos, un rezagado pensamiento
colonialista. Nos ven, sí, como una amalgama, es más o menos lo mismo,
donde se repiten los mismos errores.
Si hay algo que se ha
ratificado a lo largo del siglo XX es el fracaso de la izquierda en el poder.
Desde el Partido Bolchevique hasta el Partido Socialista Unido de Venezuela,
pasando por el Partido Comunista de Cuba. Es la reproducción y las mil caras
del totalitarismo. ¿Qué necesidad tiene la izquierda de revivir el fracaso?
No lo sé, pero la pregunta me
permite volver a esta publicación (Les Temps Modernes), cuyos fundadores fueron
Jean—Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Su directora adjunta, Juliette Simont,
es una filósofa preocupada por estos temas. Este proyecto comenzó en 2016 y un
año después, en medio de las manifestaciones, ella empezó a sentir la
radicalización que se vive aquí, en Venezuela, y la fractura, que ya es un
hecho en Francia. Ella no tenía plena consciencia de que se metía en un terreno
minado. Creo que al ver el número ya hecho, ya construido, advirtió que el
laboratorio venezolano, en el mejor sentido, podía aportar claves de lectura
para esta izquierda europea que no logra superar los esquemas y por tanto es
incapaz de mirar el fracaso. El debate está en los medios. ¿Qué pasa con la
izquierda? ¿Cómo se va a levantar? ¿Qué está sucediendo? Es un giro inédito,
que se inicia en 2014 y se profundiza en 2017. Paula Vásquez, socióloga,
antropóloga, (coeditora de la publicación) ha soportado los embates del
chavismo y ha construido una visión que va más allá del socialismo del siglo
XXI.
Vamos a la revista. Comencemos
por su propio texto. Habla de la división entre los venezolanos. No ya como una
grieta, sino como un foso. ¿Usted cree que esa eclosión social es un concepto
sobrevalorado? ¿Se instrumentalizó para obtener beneficios políticos?
Yo creo que Chávez llegó con
cincel y martillo para perforar. El discurso racial, por ejemplo. Venezuela,
históricamente, ha sido un país mestizo, pero claro que había brotes de
racismo. Además, aquí hay muchos estereotipos: que este es un país chévere, un
país feliz. Hubo un discurso superficial acentuado por la televisión. Ese
recorrido por la Venezuela de turismo. El país de la gente bella. Todo eso, por
supuesto, fue dejando una sombra de desigualdades, de pobreza. Chávez fue un
intérprete de esa sombra y llegó a potenciar esa fisura, esa división. Y lo
hizo, entre otras cosas, acentuando el odio, lo que es casi un crimen y más
cuando se hace desde el poder.
Las dimensiones de esa
división social no se pueden calificar sino de tragedia. A la que hay que
agregar un componente más reciente: La diáspora. La sombra se va difuminando y
en gran medida explica la oscuridad en la que vivimos hoy.
La pregunta en realidad es por
qué cala ese discurso. Hay un sustrato y las pistas hay que buscarlas en la
historia, en el historicismo reciente de autores como Elías Pino Iturrieta,
Inés Quintero y Germán Carrera Damas, por ejemplo. Cuando miras al siglo XIX,
adviertes que lo que nos pasa hoy, no es tan ajeno. Eso no lo sabíamos. Pero
ahí están los libros de los autores que he mencionado. Ahí está el contrapeso
del discurso que se hace desde el poder. Pareciera que entre la Independencia y
Chávez, no hay nada. Los venezolanos estamos luchando contra unos “oligarcas”
que no son diferentes a los que había en el siglo XVIII. ¿Por qué ese discurso
encontró suelo fértil aquí? Eso es lo que tenemos que preguntarnos.
Ya que hace énfasis en la
pregunta, ¿Por qué no aprovecha la ocasión y la responde?
La fractura no es creada,
tiene antecedentes. Lo que se hizo fue darle con el cincel y el martillo para
abrirla aún más.
Ana Teresa Torres nos complica
la vida al enumerar los linchamientos simbólicos que se han registrado;
linchamientos simbólicos que nos sacan del mundo occidental; que nos sacan de
nuestra propia historia, que traen a nuevos personajes para esconder a otros.
Que, finalmente, profundizan esa brecha.
Ese texto (Heridas simbólicas)
a nosotros nos duele, a los franceses les parece interesante como objeto de
estudio. Lo que más les preocupa es haber inoculado un resentimiento antisemita.
Fomentar, de algún modo, un discurso antisemita. Les parece terrible. Pero que
hayan destruido la estatua de Colón, lo ven como una manifestación anticolonial
y lo aceptan.
Tal vez los incomoda esta
frase: “Gallegos es para Venezuela lo que Balzac es para Francia”, que le sirve
a la autora para contextualizar la profanación de la tumba del gran narrador
venezolano. Un oscuro episodio ante el cual el chavismo ni siquiera se inmutó.
Ese texto les resulta muy
duro. Al igual que el texto que relata la reconfiguración del rostro de Bolívar
y la increible exhumación de sus restos. Sé de personas que se han visto
consternadas. Hay una auténtica preocupación.
¿Por qué cree que el chavismo
eligió humillar a un símbolo como Gallegos? ¿Era necesario? ¿O simplemente es
una expresión más de la vulgaridad que se ha impuesto en Venezuela?
Lo que ha habido aquí es la
continuidad en la pérdida de las formas. ¿Qué se respeta hoy en día? Desde los
inicios se comenzó a irrespetar todo. Las agresiones, por ejemplo, a las puertas
del Palacio Legislativo, eso corresponde a ese discurso y a esa estrategia de
ahondar la fisura al máximo. Hay una sistematización del discurso —la
reiteración de ciertas expresiones, de ciertas palabras— para que un colectivo
reaccione contra ciertas formas y esas formas son los símbolos de los 40 años
de democracia.
Luis Gómez Calcaño, profesor
de la Universidad Central de Venezuela, da cuenta de la polaridad en la que se
debate la oposición venezolana. Valga decir, la lucha electoral y “la calle”.
El desenlace ha sido esta desesperanza, este inmovilismo que estamos viviendo.
Es una sensación de fracaso. ¿Cuál es su impresión?
Allí hay un recuento valioso
que traduce esos movimientos que a primera vista parecen espontáneos, pero que
tiene como protagonista a la sociedad civil. Efectivamente, aparecen las
fisuras de la coalición opositora, así como algo parecido a la idealización
(contraproducente) de las manifestaciones de calle y una suerte de vínculo que
llevaría a una salida mágica. Pero ese es un tema para los políticos. La
sociedad civil se ha organizado en redes y eso es importante, pero también se
mencionan los errores y la repetición de esos errores. Dice, además, que para
que haya movimiento debe haber una resistencia y la organización de esa
resistencia.
En la “carrera contra el
tiempo” que escenifican tanto la coalición del gobierno como la coalición
opositora, tal como lo señala Calcaño, ha sido el gobierno el que acumula más
éxitos. Sin importar que lo ha conseguido violando la Constitución y los
Derechos Humanos. ¿Resistir? ¿Después de 18 años? ¿En un país vaciado, incluso
del tejido social?
Yo creo que estás confundiendo
la palabra resignación con la palabra resistencia. Lo que dice Calcaño es que
la resistencia necesita organización política. Me aventuro a decir, aunque no
vivo acá, que pareciera que no hay voces que articularan a la sociedad civil.
Quisiera creer que hay una inteligencia subterránea que está ayudando a
organizar esa resistencia. Lo que es muy distinto a vivir en la resignación o
en el sálvese quien pueda. Se acabó el cortoplacismo. Se acabó el sacrificio de
nuestros jóvenes. Vamos a trabajar con una visión distinta, porque esto va a
llevar tiempo. Vamos a reconstruir desde las bases y lo primero que tenemos que
hacer es articularnos en redes para poder resistir.
29-04-18
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