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miércoles, 2 de mayo de 2018

El relato de un ex trabajador de Pdvsa en Chile, por @la_patilla




La Patilla 01 de mayo de 2018

José Antonio vivía hasta hace poco en una casa ubicada en algún pueblo de la Costa Oriental del Lago, en el estado Zulia. Trabajó durante cuatro años en la estatal petrolera Pdvsa en el área de transporte pero cuando el salario que percibía no le alcanzó para cubrir las necesidades básicas de su familia colgó las botas y partió a Santiago de Chile en búsqueda de mejores oportunidades.

Ese no es su nombre real que decidimos cambiar para resguardar su integridad pero su historia es totalmente cierta. “Yo creo que lo más difícil de emprender el viaje es salir de la casa, no es fácil dejar la vida hecha”, dice el hombre casado y con una niña.

Su salario base de Bs. 421.980 más el beneficio de cestaticket de alimentación de Bs. 800.000 (421 dólares en la tasa oficial) se diluía ante la hiperinflación que enfrenta Venezuela. “Me pudo alcanzar los dos primeros años de trabajo, luego tuve que comerciar para mantener mi hogar y poder afrontar la situación”.

Pero la escasez y el alto costo de la vida no eran los únicos problemas, el “acoso político” como él lo llama también estaba a la orden del día para los trabajadores de la que un día fue una de las mejores industrias petroleras del mundo.

En cada elección eran presionados a participar en mítines, marchas y reuniones a las que no asistió. “Mi contrato estaba vencido desde octubre del 2017, me vine y no lo habían firmado, así que no tenía nada que perder”, explica.

Él como tantos otros le dio su voto al gobierno chavista, según dice “por agradecimiento” ya que esa fue la empresa donde tuvo la oportunidad de trabajar, al no tener una carrera profesional. Sin embargo, destaca que fueron los sindicatos petroleros quienes lo ayudaron durante su permanencia en la estatal.

La salida

José Antonio salió vía terrestre por Cúcuta. Ahorrar cada dólar era fundamental para llegar a Santiago de Chile, donde le esperaban otros amigos.

Durante 10 días pasó los puntos fronterizos de Ecuador y Perú hasta llegar a la ciudad que le abrió los brazos. Sus amigos lo recomendaron en una estación de servicio en la que solo trabajan venezolanos.

Tiene tres meses trabajando. Gana más del sueldo mínimo en Chile y le alcanza para enviar a su familia en el Zulia. “Lo más duro es querer recibir ese calor de pueblo (….) poder ir todas las tardes y visitar como de costumbre a mi mamá, llegar a la hora del café”, comenta.

Como muchos de sus compatriotas en el exterior espera volver pero no en la actual situación. “Claro que sueño con volver pero no creo en políticos así que tendría que haber un buen panorama para regresar definitivamente a vivir allá”, finaliza.


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