Por Henrique Capriles
Hace un par de días, después
de comentar con algunas personas el impresionante impacto de la hiperinflación
generada por quienes están en el poder, una muchacha que no debe tener más de
treinta años me hizo la siguiente pregunta: “Capriles, ¿a quién le resulta
rentable todo este desastre?”
Esa pregunta me la hizo justo
el día en que el gobierno reculó sobre el proceso de reconversión monetaria que
pretende que los venezolanos nos comamos el cuento de que quitarle otros tres
ceros a la moneda va a resolver algo más que las operaciones matemáticas
millonarias que tiene que sacar una madre venezolana cada vez que intenta hacer
mercado.
Ahora, después de ese fracaso
estrepitoso que se avecinaba con la implementación del nuevo cono monetario,
las autoridades económicas se siguen haciendo los locos y miran para otro lado.
Mientras tanto, el aparato
comunicacional del gobierno quiere disfrazarse de buen samaritano, utilizando a
los presos políticos para que se hable de ese tema y creyendo que con el
espectáculo que han montado al pueblo se le quita el hambre.
Los presos políticos tienen
que estar todos en libertad y para ello es absolutamente innecesario someterlos
a las cámaras, o a un guión que queda por ver si efectivamente responde a una
intención honesta de cesar en las persecuciones o si una vez más se trata de
nuevo de distraer a nuestro Pueblo sobre la tragedia económica y social que
viven sin que el Gobierno haga algo para solucionarla.
No dejemos que el gobierno
maneje a su antojo la agenda para poder esconder la basura debajo de la
alfombra. Porque aquí, en este mismo país donde al gobierno no le quedó otra
que reconocer que tiene presos de conciencia, también hay un pueblo muriéndose
de hambre y comiendo de la basura, padres y madres de familias trabajadoras que
ni sumando todos sus sueldos logran que les alcance el dinero.
Entonces vuelvo a la pregunta
que me hizo aquella muchacha: ¿a quién le resulta rentable todo este desastre?
¿A quién le resulta rentable
tener a los ciudadanos contra la pared, resolviendo el día a día, sin poder
protestar ni defender sus derechos, porque ni siquiera le permiten tener la
tranquilidad de que sus familias puedan comer?
¿Estarían en la misma
situación quienes hoy están en el Poder si no tuvieran a su propia militancia
secuestrada políticamente con una caja de comida?
¿Cómo es que hacen que a
nuestros hermanos se les olvide que hace unos años ellos mismos podían comprar,
fruto de su trabajo, los alimentos que llevaban a sus casas?
¿En qué nos estamos
equivocando los líderes democráticos para que muchas familias decidan soportar
la humillación, la extorsión y el chantaje por una caja de comida, antes que
rebelarse contra quienes manipulan su hambre y la usan para atornillarse en el
Poder?
Quienes queremos tener la
confianza de la gente, la clase política, la dirigencia, también tenemos la
responsabilidad de conectarnos con esos problemas que nos afectan a todos.
El drama que está viviendo
Venezuela tiene consecuencias feroces y la tentación de mantenerse pegado a una
agenda política no afin a lo que realmente está pasando el Pueblo como único
eje nos hace correr el riesgo de desconectarnos de lo que se vive en los
hogares cuando el dinero no alcanza para la comida, no alcanza para el pasaje,
no alcanza para vivir dignamente.
Los puntos centrales de la
agenda política y los más destacados esfuerzos de nuestro liderazgo tienen que
considerar que debemos estar concentrados allí. La gente nos lo demanda con
todo derecho. Sería una irresponsabilidad de nuestra parte permitir que una
desconexión, producto de la agenda en la mecánica política, nos distraiga de
acompañar a las familias en este momento tan duro. Sin duda el más difícil que
hemos vivido como país, como república, como venezolanos.
Hacerle oposición a un régimen
como éste es una tarea demandante, difícil, dura. Aun así, eso debe
estimularnos para no caer en una mecanización de la política. La gente en los
barrios, en las urbanizaciones, en los pueblos, sabe que estamos dispuestos a
caminar de su lado para explicarles las verdaderas causas de este desastre, pero
también espera conocer las estrategias que hemos pensado para salir de este
desastre.
Son muchísimos los proyectos
que conocemos, que hemos ideado juntos y que hemos visto crecer y hoy funcionan
en las comunidades más necesitadas de toda Venezuela. Esos también son espacios
políticos y ahí tenemos la responsabilidad de demostrar que esta alternativa al
modelo político que nosotros representamos es valiosa y útil.
Seguirán intentando dividirnos
y pondrán toda clase de obstáculos para que no pongamos en evidencia que al
estar del lado del pueblo hacemos la mejor oposición política posible contra
los responsables de la calamidad económica que hoy vivimos.
Si no nos distraemos y
logramos atender como prioritarios estos espacios de acción política,
transformaremos todo el escenario político a nuestro favor y avanzaremos en la
dirección del progreso y el cambio que las calles están reclamando.
En el mejor espíritu, pongamos
la política en el lugar donde tiene que estar: la Política en acción para darle
soluciones a la gente. Para hacer posible que esas soluciones lleguen. Salgamos
de la política que parece estar ahí sólo para hablarnos entre los mismos que
estamos adentro de ella. El país se cae a pedazos. ¿Quién puede vivir con un
salario mínimo en Venezuela? La agenda está acá, el drama se vive día a día.
Seamos distintos a eso que queremos cambiar, porque de lo contrario cada día se
abonará más el terreno para la antipolítica. Y sabemos que no es la solución,
pero que puede llegar.
La hiperinflación aprieta, la
tragedia crece, la gente espera. ¡Vamos! ¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!
10-06-18
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