JOAQUIN VILLALOBOS 09 de agosto de 2018
La
tragedia venezolana no tiene precedentes en Latinoamérica. Algunos consideran
que Venezuela puede convertirse en otra Cuba, pero lo más probable es que Cuba
acabe pronto convertida en otra Venezuela. Estamos frente a la repetición del
efecto dominó que derrumbó a los regímenes del campo socialista en Europa
Oriental, cuando hizo implosión la economía soviética. Las relaciones
económicas entre estos Gobiernos funcionaban bajo lo que se conocía como
Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME). Fidel Castro copió el CAME y se
inventó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) para salvar
su régimen con el petróleo venezolano. La implosión económica de Venezuela ha
desatado un efecto dominó que pone en jaque a los regímenes de Nicaragua y Cuba
y a toda la extrema izquierda continental.
Las
economías de los ocho regímenes de Europa del Este y Cuba sobrevivían por el
subsidio petrolero y económico soviético. Cuando este terminó, los países
comunistas europeos colapsaron a pesar de contar con poderosas fuerzas armadas,
policías y servicios de inteligencia. Cuba perdió el 85% de su intercambio
comercial, su PIB cayó un 36%, la producción agrícola se redujo a la mitad y
los cubanos debieron sobrevivir con la mitad del petróleo que consumían. Castro
decidió “resistir” con lo que llamó “periodo especial” para evitar que la
hambruna terminara en estallido social. En esas circunstancias apareció el
subsidio petrolero venezolano que salvó al socialismo cubano del colapso. El
dinero venezolano, a través de ALBA, construyó una extensa defensa geopolítica,
financió a Unasur, a los países del Caribe y a Gobiernos y grupos de izquierda
en Nicaragua, Ecuador, El Salvador, Honduras, Chile, Argentina, Bolivia y
España.
Pero,
como era previsible, la economía venezolana terminó en un desastre, resultado
de haber expropiado más de 700 empresas y cerrado otras 500.000 por efecto de
los controles que impuso al mercado. El chavismo destruyó la planta productiva
y perdió a la clase empresarial, gerencial y tecnocrática del país. Este
desastre terminó alcanzando al petróleo, con la paradoja de que ahora que los
precios subieron, la producción se ha derrumbado porque Pdvsa quebró al
quedarse sin gerentes y técnicos. El chavismo asesinó a la gallina de los
huevos de oro, los subsidios al izquierdismo se acabaron y lo que estamos
viendo ahora son los efectos. Más de 3.000 millones de dólares venezolanos
parieron la autocracia nicaragüense, pero, cuando el subsidio terminó, el
Gobierno intentó un ajuste estructural y estalló el actual conflicto. En mayo
de este año Venezuela ¡compró petróleo extranjero! para seguir sosteniendo al
régimen cubano.
La
economía global está totalmente regida por relaciones capitalistas. La idea de
que Rusia y China pueden ser la salvación es un sueño. Rusia es un país pobre
con una economía del tamaño de la de España, pero con tres veces más población,
y China es un país rico, pero, como todo rico, mide riesgos, invierte para
sacar ganancias y si presta cobra con intereses. En la economía mundial, ahora
nadie regala nada; Hugo Chávez fue el último Santa Claus y eso se acabó. No hay
quien subsidie ni a Venezuela, ni a Cuba ni a Nicaragua. Quizás encuentren
apoyos diplomáticos, pero lo que necesitan para no derrumbarse es dinero
regalado no diplomacia compasiva.
Nada
va a cambiar a favor, la única esperanza sería que se recuperara la economía
venezolana y eso es imposible. El despilfarro y la corrupción hicieron quebrar
a Pdvsa, ALBA y Unasur. Hay miles de millones de dólares perdidos y robados.
Venezuela está en bancarrota y vive en un caos. Maduro se ha enfrentado a más
de 5.000 protestas en lo que va de 2018, los venezolanos sufren hiperinflación,
una criminalidad feroz, escases de comida, medicinas, gasolina y dinero
circulante; los servicios de transporte, energía y agua están colapsados. En medio
de un severo aislamiento internacional la cohesión del bloque de poder se
acabó, Maduro está reprimiendo al propio chavismo, a los funcionarios de Pdvsa
y a los militares, los tres pilares fundamentales de su poder. Este conflicto
está dejando despidos, capturas, torturas, muertos y hasta un confuso atentado
contra Maduro.
La
brutal represión en Nicaragua acabó la confianza que había generado en el
mercado y abrió un camino sin retorno que está arrasando con la débil economía
del país. El Gobierno ha regresado a las expropiaciones poniendo terror al
mercado y se estima que 215.000 empleos se han perdido; ya no habrá
crecimiento, sino más pobreza, más crisis social, más emigración, más
descontento, y un irreversible y creciente rechazo al régimen. En Cuba apenas
empiezan a hablar de propiedad privada con cambios lentos y torpes hacia una
economía de mercado. El régimen teme que el surgimiento de una clase
empresarial rompa el balance de poder y tiene razón. En la Unión Soviética las
primeras reformas obligaron a más reformas que terminaron derrumbando el
sistema. La lección fue que no se podía reformar lo que es irreformable.
Paradójicamente ahora la consigna para la economía cubana no es socialismo o
muerte, sino capitalismo o muerte, los jóvenes cubanos no resistirán otra
hambruna. Sin el subsidio venezolano, la crisis cubana está a las puertas y la
débil autocracia nicaragüense flotará sin recuperarse hasta quedarse sin
reservas para pagar la represión.
La
defensa estratégica de Cuba ha sido alentar conflictos en su periferia para
evitar presión directa sobre su régimen. Por eso apoyó siempre revueltas en
todo el continente. Los conflictos en Venezuela y Nicaragua son ahora la
defensa de Cuba, ha puesto a otros a matar y destruir mientras su régimen
intenta reformarse. La salvaje represión que sufren y la compleja lucha que
libran los opositores venezolanos y nicaragüenses no es casual. No se enfrentan
a un Gobierno, sino a tres, y con ellos a toda la extrema izquierda. El destino
de la dictadura cubana y de toda la mitología revolucionaria izquierdista está
en juego. Los opositores sufren dificultades en el presente, pero los Gobiernos
a los que enfrentan no tienen futuro. Son regímenes históricamente agotados,
luchando por sobrevivir, pueden matar, apresar, torturar y ser en extremo
cínicos, pero eso no resuelve los problemas económicos, sociales y políticos
que padecen ni los libera del aislamiento internacional.
No hay
una lucha entre izquierda y derecha, sino entre democracia y dictadura, en la
que el mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la
izquierda democrática que durante décadas ha pagado los costos del miedo y
sufrido el chantaje de ser llamados traidores si se atrevían a cuestionar a
Cuba. La izquierda democrática debe luchar con los pies en la tierra y asumir
sin pena y sin miedo la democracia, el mercado y el deseo de superación
individual que mueve a todos los seres humanos. No tiene sentido luchar por
ideales y terminar defendiendo a muerte privilegios personales. No hay razones
ni morales ni políticas, ni prácticas para defender algo que, además de no
funcionar, genera matanzas, hambrunas y dictaduras.
Joaquín
Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de
conflictos.
Joaquín
Villalobos
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