Luis Manuel Esculpi 07 de agosto de 2018
Los
acontecimientos sucedidos en la avenida Bolívar con motivo de la conmemoración
del aniversario de la Guardia Nacional, han provocado que al margen de la
versión oficial hayan surgido múltiples versiones sobre lo ocurrido.
Las
organizaciones de la oposición democrática – como es natural -han marcado
distancia y han reafirmado su disposición a transitar la ruta constitucional y
democrática. A la vez que exigen seriedad en la investigación de los hechos,
algunas han manifestado desconfianza ante las contradicciones evidenciadas por
los voceros oficiales. Alertan también que ese evento no sea utilizado para
aumentar la represión, desconocer el derecho a la protesta y desviar la
atención sobre la grave crisis que confrontamos. Al hacerlo en alguna medida
están recogiendo la percepción que buena parte de los venezolanos tienen de la
narrativa gubernamental.
En las
redes sociales, independientemente de las exageraciones y de la manera como se
expresan allí los debates, se han publicado diversas hipótesis y planteado
muchas interrogantes pertinentes, con razonamientos y argumentaciones que
fundamentan las dudas sobre lo que realmente aconteció.
La
explosión de los drones (¿dos o tres? ), el incendio de un apartamento, el
empleo de C4, la información de oficiales heridos y la circulación de los
vídeos han servido de respaldo a las variadas elucubraciones que circulan por
las redes.
La
desconfianza acerca del discurso oficial no está reducida a ese ámbito:
relataba un amigo que el día domingo caminó desde la estación Capitolio hasta
el Mercado de Quinta Crespo y aunque no había la concurrencia habitual, con los
pocos paisanos que pudo conversar, comentaban los sucesos de la avenida Bolívar
y lo hacían para denostar del gobierno, en su recorrido por la Baralt -otra
hora reducto oficialista- no observó a ningún defensor de la gestión de Maduro.
Si
tomamos como verdadero el relato gubernamental, del supuesto atentado, hay algo
que no puede pasar desapercibido, como lo es la vulnerabilidad de la seguridad
de la cual se supone estaría blindada dada las amenazas que permanentemente se
menciona en las disertaciones y en la propaganda.
Al
Maduro señalar que “no se conoce de manera abierta” otro atentado desde el que
sufriera Rómulo Betancourt, está desmintiendo sus anteriores y frecuentes
denuncias así como las muy reiteradas de su antecesor. Cuando el ministro de
comunicaciones y el propio Presidente al dirigirse al país, reseñan un
comportamiento de la formación militar absolutamente distinta al que se observa
en el vídeo que recorrió el mundo, resulta obvio que falsean la realidad.
Ante
este tipo de acontecimientos es frecuente que además de la versión oficial
surjan otras, pero en este caso la proliferación de interpretaciones, en donde
la mayoría considera que todo fue un “montaje” del gobierno, obedece -en
nuestra opinión- a que este no sólo ha perdido respaldo y apoyo, encontrándose
prácticamente aislado, sino lo que es aún más grave carece de credibilidad
incluso entre sus partidarios, porque miente descarada y permanentemente
Cuando
los gobernantes dejan de tener esa cualidad, difícilmente la recuperan y su
situación cada vez se hace más precaria. Si a eso le añadimos la tragedia que
significa la hiperinflación, el drama de los servicios públicos y el anuncio de
medidas que no atacan la raíz de los problemas; la situación del gobierno está
sumamente comprometida. En tal sentido las exigencias que desde distintos
sectores de la sociedad, se le formulan a la dirección de las organizaciones
integrantes de la oposición democrática se justifican plenamente. La
recomposición de la unidad, la coordinación para actuar conjuntamente y la definición
de una estrategia común, son requisitos indispensables para colocarse en
sintonía con las aspiraciones y el clamor de la mayoría.
Luis
Manuel Esculpi
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