Brian Fincheltub 06 de agosto de 2018
@Brianfincheltub
La
estrella de David ha sido usada desde tiempos inmemoriales por el judaísmo como
símbolo de protección, pero no siempre fue así, en el siglo XX la estrella de
David se convirtió en una de las marcas que utilizó el nazismo para estigmatizar
a la comunidad judía. Lo que comenzó como una forma de identificar los
comercios judíos durante el boicot nazi de 1933, pasó a ser un instrumento de
segregación en medio de una sociedad donde el antisemitismo era un sentimiento
creciente alimentado por la propaganda. Se buscaba marcar, pero también que
quienes la llevarán sintieran vergüenza de sus propios símbolos, evitando así
que pudiesen camuflarse y entrar en contacto con la sociedad alemana. Para los
judíos un símbolo sagrado, para los nazis un símbolo que generaba repulsión.
Los
regímenes totalitarios siempre han buscado etiquetar a sus poblaciones, entre
buenos y malos, arios e impuros, patriotas y apátridas. Es una manera de
simplificarle la realidad a quienes buscan explicaciones y no las encuentran en
la realidad. Fíjense que sencillo: si tú eres pobre es por culpa del rico o tu
fracaso se debe al éxito de unos pocos. En estos sistemas donde los “buenos”
son premiados y los “malos” castigados, se necesitan, por supuesto, mecanismos
para que no haya confusiones y quienes no entran en la definición de estos
regímenes puedan ser excluidos más fácilmente. No era lo mismo vivir con una
estrella amarilla de seis puntas cocida en la ropa, que sin ella, la vida de
millones se convirtió en una verdadera tragedia cuando el uso de esta insignia
se hizo obligatorio.
Como
aquel símbolo, los instrumentos que hoy utiliza la segregación roja, buscan
también premiar y castigar. Por más maquillaje que le pongan, el objetivo
último sigue siendo el mismo. Las marcas que hoy se esconden detrás de códigos
de barra buscan crear dos tipos de ciudadanos, si es que se puede llamar así a
alguien despojado de los más mínimos derechos. Personalmente diría que aquí
tanto una y otra parte son víctimas, unos por no entender que sobrevivir
humillado no es vida y otros por creer que la dignidad los salvará cuando
mueren sin que a nadie le importe. Nuestro drama nos duele más cuando nos damos
cuenta que esto ya lo ha vivido el mundo y que no somos más que reproductores
de las peores tragedias de la humanidad. Lo único que nos reconforta es saber
que como lo hicieron otros pueblos aplastados por el totalitarismo, nosotros
también vamos a renacer, no solo para ser mejores personas, sino para
convertirnos en lección de vida para futuras generaciones ¡Fuerza Venezuela!
Brian
Fincheltub
@Brianfincheltub
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