Jesús Seguías 03 de agosto de 2018
Las
redes sociales electrónicas están generando un impacto descomunal en los
empleados de los ciudadanos, es decir, en los políticos. Estamos en presencia
de un caos comunicacional mundial de inmensas proporciones. Algunos estamentos
de la sociedad se han ido acoplando a estos cambios generados por una
revolución tecnológica que nos introdujo en una nueva era de la historia. Sin
embargo, los políticos han sido el último estamento en acoplarse. Por eso
están siendo castigados.
En
materia política es inapropiado hablar de las “redes sociales” en abstracto
como si fuese un fenómeno extraño. Lo que existe en realidad son los
ciudadanos de siempre diciendo lo que piensan a través de canales de
comunicación masivos que están a su alcance personal. Y hablan con su propio
lenguaje, con sus propias ideas, con sus sabiduría y con su ignorancia, con su
cordura y con su ira, hablando de paz o mentando la madre a todo el mundo.
Las
redes sociales electrónicas son el canal perfecto y más económico para que
la opinión de cada ciudadano tenga un peso específico, un valor tangible en
la sociedad. Ahora sus criterios son expresados en un tiempo y un espacio
infinitamente mayor al que existía hace 40 años.
Y
gracias a ese poder pueden divulgarse políticas y estrategias, se perfeccionan
los canales de comunicación entre los políticos y los ciudadanos, se
fortalecen los mecanismos de convocatoria a actividades públicas, y se
facilita la gobernanza.
Pero al
mismo tiempo, las redes sociales comienzan a torcerle el pescuezo a muchos
políticos de oficio que convirtieron a la política en una actividad
subterránea, lúgubre, llena de manipulaciones, mentiras, triquiñuelas,
maniobras oscuras, basada en relaciones utilitarias, y plagada de chapucerías
y corruptelas. Hoy los ciudadanos, a través de las redes, evalúan y enjuician
las acciones de quienes actúan en su nombre en los asuntos públicos. Lo hacen
en tiempo real y sin contemplaciones.
LOS
CIUDADANOS TOMAN EL CONTROL
Antiguamente,
los errores estratégicos de los políticos, o sus zanganerías permanecían
ocultas. No había manera de saberlo rápidamente y que la gente pudiese
convertir la denuncia en un factor de alto impacto colectivo.
Luego,
con el surgimiento de las medios de difusión masiva de mensajes (prensa, radio
y televisión), los dueños de estos medios establecían acuerdos con el
estamento político para preservar la normalidad democrática, cierto, pero
también se tejían negociados entre los dueños de medios y los políticos
para promocionar determinadas fuerzas electorales, para no divulgar negociados
oscuros del estado, y mantener silencios cómplices a cambio de prebendas.
Hasta aquí, el estamento político aun tenia control de todo. A los dueños de
los medios se les otorgaba un status especial en la sociedad. Muchos políticos
y editores sinergizaban con natural fluidez. Ambos eran poderosos.
Pero
eso ya cambió. Las redes sociales, es decir, los ciudadanos empoderados comunicacionalmente,
toman el control. De hecho, el medio más utilizado por la gente para
informarse hoy día a nivel mundial (incluyendo América Latina) son las redes
sociales electrónicas y los portales de noticias. La prensa escrita en papel y
la radio han quedado rezagados como medios informativos. Tienen que
reinventarse. Y la televisión hoy está en batalla campal para impedir ser
desplazados por las redes sociales y portales electrónicos.
Hoy,
por primera vez en la historia de la humanidad, estamos frente a verdaderos
medios comunicación social masivos. Antes lo que existía eran medios de
difusión masiva de mensajes, no de comunicación, pues no había un feedback
activo entre el emisor y el receptor de los mensajes. La retroalimentación era
muy pasiva: cambio de canal, no leo tal periódico, no sintonizo tal emisora,
en fin.
No hay
duda que las redes sociales electrónicas son un nuevo fenómeno que trasciende
el simple plano comunicacional. Son herramientas que hacen posible la
concreción de la Sociedad Red y de la gobernanza. Y este nuevo fenómeno
social genera retos colosales a los políticos clásicos. Ya nadie tiene el
monopolio del mensaje. Las redes son un hecho histórico irreversible. Hay que
aprender a convivir con ellas y saberlas dominar con proactividad.
VENEZUELA
Y EL “EFECTO PUBLIO”
Hace
50 años en Venezuela los chismes y las noticias locales se divulgaban en los
encuentros ocasionales en la Plaza Bolívar de cada pueblo, o en prolongadas
conversaciones telefónicas, o en los corrillos del lugar de trabajo, o en los
bares, o en las fiestas. Hoy, el fenómeno comunicacional individual sigue
existiendo sólo que ahora se transmite en tiempo real a miles y hasta millones
de personas en un sólo envío.
En
Upata, mi pueblo natal, existía en personaje llamado Publio, el chismoso más
famoso, quien todas las noches salía a recorrer varias casas clave del pueblo
a comentar las últimas noticias. De esa
lengua no se salvaba nadie. Tenía una ruta cotidiana. Recorría 19 cuadras. Era
la dendrita de las neuronas sociales del pueblo. En cada casa se concentraban
varias personas y se sentaban en la acera a tertuliar (chismear, pues) como
ocurre en todos los pueblos. Cada casa eran nódulos de la red. Allí esperaban
a Publio con sus nuevas noticias, pero ellas a la vez aportaban sus propias
noticias a Publio, y así nuestro personaje iba nutriendo su lengua y su mente
con más información fresca.
En
verdad, antes lo que existía era una red igual a las de ahora sólo que con un
alcance muy limitado, la comunicación era cara a cara. La tecnología
comunicacional era limitada. Los mensajes de Publio llegarían a no más de 30
personas en un día.
Ahora
el mundo está lleno de “publios”. Por las redes se transmite lo que cada
persona o ciudadano le venga a la mente. No todos tienen la capacidad de crear
noticias, o redactar criterios propios, pero para eso existe el reenvío o
retwitt de lo que otros dicen.
Todas
las personas suelen divulgar o retransmitir aquellas informaciones que coinciden
con su forma de pensar, o que forma parte de sus deseos, de sus aspiraciones,
en fin, de lo que quisiera que fuese verdad aun cuando lo que se transmite no
sea cierto. Y cuando la sociedad está inmersa en un estado de depresión y
desesperanza colectiva, entonces tratan de conectarse con las informaciones que
le llenen de optimismo.
Las
redes sociales electrónicas de hoy están integradas por más de 6 mil
millones de usuarios de teléfonos inteligentes en el mundo (estimaciones de la
empresa de telecomunicaciones Ericsson). Son 6 mil millones de “Publios”
transmitiendo y retransmitiendo noticias ciertas, pero también noticias falsas
(Fake News). Eso ya es demasiado para la sociedad de hoy.
Sin
duda, las tecnologías de la información cambiaron la historia por completo. Y
obviamente también cambió la manera de ejercer la política. A partir de
ahora, la opinión de los electores tiene peso específico, y los partidos
políticos tienen que reinventarse para poder ser atractivos a una ciudadanía
empoderada y crítica. El reto, sin duda, es descomunal.
Y
aquel político que no comprenda la verdadera dimensión de este nuevo
fenómeno social, terminará paralizado, desconcertado, sin saber que hacer.
Quedará a merced de la red, es decir, de una ciudadanía dispersa,
anarquizada, sin ningún tipo de cohesión orgánica más que la emisión
masiva, a diestra y siniestra, de mensajes, los cuales aturden y amedrentan a
cualquier político que no este bien plantado, especialmente aquellos que han
confundido a la política con la simple búsqueda de un puesto público, o la
preservación de un puesto, y con una pobre formación política que les impide
descifrar los vericuetos del poder.
A
decir verdad, el espectro comunicacional del planeta hoy día está saturado de
información que además se transmite en tiempo real. Pero no todas las
informaciones son ciertas. Existe mucha información tóxica e inservible.
Ahora los chismes disociadores (fenómeno de toda la vida) vuelan más rápido,
a través de remitentes anónimos y también de muchos laboratorios modernos de
la comunicación cuyo objetivo es desinformar, manipular, hacer daño,
destruir.
LA
TRAMA RUSA EN ACCIÓN
De
manera que las redes están sirviendo no sólo para integrar a la sociedad sino
para desintegrarla, para desarticular a todo el andamiaje político. Rusia ha
entendido perfectamente la utilidad de este fenómeno para ganarle la guerra a
Occidente.
El
sueño imperial de Putin está en pleno desarrollo, y para ello requiere
debilitar al mundo occidental. Sus laboratorios influyeron notablemente en la
crisis catalana en España. Julián Assange, el hombre de Wikileaks, afirmó
que “la primera guerra mundial en Internet ha empezado en Cataluña”.
Luego
de revisar las advertencias que hizo hace varios meses Rex Tillerson,
Ex-Secretario de Estado de Estados Unidos, a Mexico sobre el peligro de la
injerencia rusa en las elecciones mexicanas y en el resto del mundo (inclusive
Colombia), no hay dudas que la trama rusa está interviniendo activamente en
Venezuela.
Lo
hacen a través de las redes sociales para crear matrices de opinión que
contribuyan a desarticular aún más a la oposición venezolana. Se ha desatado
una bestial campaña nihilista, irresponsable, llena de medias verdades pero
también de muchas mentiras contra los partidos de oposición y sus dirigentes.
EL
SÍNDROME QUE DESINTEGRA A VENEZUELA
Al
parecer un sector de la oposición venezolana está padeciendo del “Síndrome
Zaharie Ahmad Shah”, el piloto del avión malasio que decidió suicidarse pero
arrastrando en su locura a 239 personas que iban bordo del avión. Pareciera
que los venezolanos están endemoniados, sin siquiera tener conciencia del
nivel de toxicidad de sus emociones.
Hacen
catarsis ante los errores de los políticos, se desahogan con rabia, se sienten
defraudados y traicionados, insultan, agreden, destruyen, sin medir las
consecuencias. Tienen razones para culpar a muchos políticos por sus
sufrimientos pero sus respuestas son de consecuencias aun peores. Y lo
trágico: “todos son culpables, menos yo”. Desapareció el más elemental
recurso de la autocrítica y el coraje para admitir errores propios.
En los
últimos 4 años, he sido un severo crítico de las estrategias y actitudes
opositoras, y el tiempo me ha dado la razón en mis advertencias. Hasta un
libro de más de 200 páginas escribí hace más de dos años presagiando la
tragedia que padece Venezuela. Pero insisto: es necesario que se generen debates
pero para mejorar, no para destruir lo que queda de oposición orgánica. La
redes sociales, es decir la opinión de los ciudadanos, debe ser escuchada con
mucho respeto. Sin duda. Lo que no puede ocurrir nunca es que las estrategias
políticas se decidan pensando en caerle simpáticos y complacer a todos los
ciudadanos porque eso no será posible jamás, y lo que ocurrirá finalmente es
la parálisis y la elaboración de políticas ambiguas, incoherentes y
paralizantes. Y esta es quizás la mayor tragedia de quienes han sido los
voceros de la oposición.
TRES
TENDENCIAS EN LAS REDES
Las
opiniones que transmiten las redes sociales sobre Venezuela, están segmentadas
en tres grupos de usuarios:
1.
Aquellos que por ingenuidad y ligereza reenvían mensajes sin
validar
fuentes y veracidad de la información. Son la mayoría. Los “Fakes News”
están a la orden del día.
2.
Líderes de opinión que no miden la trascendencia de sus envíos. A veces
actúan con irresponsabilidad. No son todos pero sí unos cuantos de peso. Lo
grave es que algunos tienen sus propios laboratorios con fines defensivos pero
también ofensivos. Cuando alguien es observado como competidor, se desata una
guerra destructiva de su imagen. La guerra es implacable, y el resultado final
de esa actitud es el auto gol, la auto destrucción, pues han fusilado a un
aliado en plena guerra contra un adversario poderoso y donde se necesita
muchísimos aliados, incluyendo chavistas.
3. Los
que operan con perversidad y claros propósitos destructivos, lo cual engarza
perfectamente con la actividad de la trama rusa, y cuyos centros de operaciones
más activos en el mundo están en territorio venezolano. Sólo un despistado es
capaz de ignorar que existe el propósito expreso por parte del gobierno de
destruir lo que queda de oposición en Venezuela.
De
manera que si combinamos a los propios errores de la dirigencia opositora con
la trama rusa y con los extremistas de cada bando, lo que obtenemos es un
coctel demoledor cuyos resultados están siendo devastadores para Venezuela. Y
hay que decirlo: Venezuela es un país en franco proceso auto destructivo y en
fase acelerada de desintegración como nación. Y créanme que las redes
sociales están haciendo su trabajo de manera perfecta.
CORAJE
Y HUMILDAD
Los
venezolanos, especialmente los líderes políticos, tienen que sobreponerse con
coraje a la trama rusa y a los desarticuladores de oficio. Hay que llenarse de
convicciones, ser perseverantes en lo que se cree, y hacerlo valer con
determinación. La historia y los pueblos premian la constancia y las
convicciones.
No se
trata de ignorar a las redes sociales electrónicas sino de evitar quedar a
merced de ellas, pues es suicida. Las redes -repito-son el espejo fiel de la
diversidad humana en la sociedad. Nunca podremos satisfacer a todos los
usuarios de las redes así como tampoco podemos ser religiosos y ateos a la vez,
dictadores y democráticos a la vez.
Finalmente,
si los dirigentes opositores no asumen con valentía, con vergüenza, con
humildad sus errores (los cuales son los principales insumos de la trama rusa),
y no deciden dar virajes sustanciales a sus políticas y estrategias, sin
excusas auto complacientes ni triquiñuelas para seguir en el juego político
rindiéndole culto a las equivocaciones, Venezuela seguirá a merced de la
canalla gubernamental, de la nada en materia política, y prisionera de
millones de usuarios de redes sociales diciendo lo que le venga en gana porque
sencillamente no tienen orientación política de nadie confiable.
Aun se
está a tiempo. Es la oportunidad de oro para rectificar y hacer lo correcto.
Los venezolanos lo exigen a gritos y con el alma destrozada.
Jesús
Seguías
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico