Carlos E. Aguilera A. 22 de diciembre de 2018
_@toquedediana
“Para
el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los
sacrificios”
Simón
Bolívar
Próxima
la fecha de la celebración del día de la navidad no podemos menos que evocar
con tristeza, llanto y dolor la ausencia de nuestros seres más queridos, que
empujados por la tragedia que aflige al país, abandonaron la patria en busca de
nuevos horizontes y en procura de un mejor porvenir.
Es muy
difícil decir adiós, y guardar en el interior del alma, la extraña sensación de
una separación sin fecha de retorno, procurando al mismo tiempo reprimir las
lágrimas, y evitar salir en veloz carrera para el abrazo y beso final de la
triste despedida, y el doloroso instante de la partida definitiva, hasta el
momento mismo que se pone pié a la grada de la escalera del autobús o del
avión, en el que partirá o pronto levantará vuelo, dejando atrás la estela de
una imagen de todos sus seres queridos, con sus brazos levantados en la
despedida final.
Sami
Nair afirma que “emigrar es desaparecer para después renacer; emigrar es
renacer para no desaparecer”.
La
emigración es un fenómeno tan viejo como la humanidad. Millones de personas han
dejado sus hogares para emprender una vida nueva en algún lugar del mundo que,
en ocasiones, no les ha recibido con los brazos abiertos. Cuando alguien decide emigrar, deja atrás el
lugar que le vio nacer, los lugares que construyen los recuerdos de toda una
vida; deja atrás sus costumbres, sus tradiciones, su cultura; deja atrás a
familia, amigos, a personas muy queridas. Deja atrás todo esto, sabiendo que
pasará mucho tiempo hasta que pueda volver a verlos; en algunos casos, jamás.
Mucho se ha hablado de la importancia de la integración, de la inserción, de la
inclusión pero, ¿quién piensa en el dolor del inmigrante?
No
todas las personas que emigran van a sufrir necesariamente un duelo. De hecho,
algunos viven experiencias enriquecedoras y positivas, mejoran su calidad de
vida, conocen nuevas culturas y disfrutan sintiéndose ciudadanos del mundo
También
el temor a la pérdida de identidad: es un factor poco frecuente. Si el choque
cultural es muy fuerte o los habitantes del país huésped muestran rechazo, el
inmigrante podría desarrollar cierto rechazo a integrarse en esa nueva
sociedad. Aumentan los sentimientos de arraigo hacia su propia cultura y se
intensifica la búsqueda de contacto con compatriotas.
Por
ello, deberíamos pararnos a pensar en lo que supone abandonar el país de origen
para comenzar una vida en un nuevo lugar. Algo que va mucho más allá de la
integración, lo cual supone un proceso emocional realmente duro y doloroso que
también requiere de apoyo y ayuda.
Quienes
emigraron y en particular quienes siguieron la misma ruta que emprendió el
Libertador, el más grande latinoamericano, un ser superior, signado por la
gloria y la inmortalidad, comprenderán el valor del sacrificio, tal como lo
afirmó José Enrique Rodó: Bolívar fue “grande en el pensamiento, grande en la
acción, grande en la gloria, grande para magnificar la parte impura que cabe en
el alma de los grandes, y grande para sobrellevar, en el abandono y en la
muerte, la trágica expiación de la grandeza”. Y los venezolanos somos herederos
de ese hermoso legado, que dejó el Libertador de cinco naciones: Venezuela,
Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
En
síntesis, Bolívar un ser que pequeño de estatura pero gigante de la historia
universal nos sirve de inspiración y ejemplo para perseverar y alcanzar metas,
propuestas e ideales. Debemos olvidar que quien desgobierna nuestro país y lo
tiene sumido en el caos, la corrupción, inseguridad, violencia y pobreza, no se
eternizará en el poder y que Venezuela ha pasado del hombre más importante de
la historia del siglo XIX, a la historia más nefasta del siglo XXI con Maduro.
En pocas palabras, un paso de la grandeza a la vulgaridad.
Desde
esta su tierra amada, que es la nuestra, hacemos llegar a todos nuestros
compatriotas que emigraron a distintas latitudes del globo terráqueo, nuestro
abrazo hermano, cargado del mejor de los alientos, del calor humano y con la
mayor intensidad, cubierta de la fortaleza, seguridad e ilusiones de vida y familia,
pues sabemos que ustedes representan el indestructible vínculo de generaciones
presentes y futuras, con costumbres, principios y valores, base principal de
una sociedad, como la venezolana.
¡Feliz
Navidad hermanos!
Carlos
E. Aguilera A.
_@toquedediana
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