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viernes, 1 de marzo de 2019

Los colectivos, enemigos de la Fuerza Armada, por @trinomarquezc




Trino Márquez 28 de febrero de 2019
@trinomarquezc

A lo largo del ciclo iniciado en 1999, pocas veces se ha hecho tan patente el grado de descomposición alcanzado por la Fuerza Armada Nacional, como el 23-F, durante el ataque a la ayuda humanitaria que ciudadanos de distinta procedencia intentaron introducir a Venezuela por Colombia y Brasil.

La FAN, a través de la GNB, reprimió a los voluntarios que participaron en la jornada, en combinación con grupos paramilitares integrados por delincuentes de distinto pelaje, exintegrantes de las Farc y miembros del ELN. La FAN, al no impedir que los colectivos y las Faes actuaran, aceptó que esos grupos irregulares armados por el régimen, se ensañaran contra la población civil inerme. Las imágenes de Freddy Bernal e Iris Varela en las cárceles de San Cristóbal y Ureña arengando y adoctrinando a los presos, armándolos y participando con ellos en el ataque a los civiles, y de paso tomándose selfing con los matones, como si fuera una acción heroica destruir los camiones que trasportaban medicinas y alimentos, muestran un acto obsceno frente. Significan un vejamen para la FAN. El cuerpo quedó subordinado a las directrices trazadas por los forajidos que participaron en el asalto. ¿Dónde quedó esa institución de inspiración prusiana que se ganó el respeto de los venezolanos a partir de su profesionalismo, disciplina y lealtad a la democracia? Vladimir Padrino debería responder. Es el principal responsable de lo ocurrido.

Durante el período democrático el poder militar acataba las órdenes del poder civil. Esta obediencia era uno de los signos fundamentales del carácter civilista y republicano del Estado y la sociedad. En el Senado de la República se estudiaba la hoja de servicio de los oficiales cuyos ascensos eran propuestos por la institución armada. Se evaluaban las credenciales. A partir de los méritos y antigüedad de cada uniformado, el Senado sugería el nombre de los oficiales que debían ascender a las más altas jerarquías. La lista era considerada por el Presidente de la República quien, en su condición de Comandante en Jefe, tomaba la decisión en última instancia. La organización militar constituía un cuerpo coherente, con líneas de mando verticales.

Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con la asesoría de los cubanos, decidieron convertir en un pandemonio el orden jerárquico de la institución castrense. Cargos y líneas que se entrecruzan y chocan entre sí. Rocío San Miguel y Sebastiana Barráez, dos profesionales dedicadas al estudio exhaustivo de la institución, describen una organización minada, desmantelada y desvencijada, sin aprestamiento para cumplir con las tareas que le corresponden. Sus juicios fueron confirmados por Hugo ‘El Pollo’ Carvajal, antiguo militante del chavismo, quien sabe mucho del asunto porque durante diez años fue el hombre clave de la contrainteligencia militar. Conocedor de los secretos más ocultos de ese complejo mecanismo.

De esa institución respetada y admirada va quedando muy poco. Los testimonios de los jóvenes oficiales que en los últimos días han decido separarse del cuerpo e irse para Colombia y Brasil, hablan de unas condiciones de vida lamentables. Describen cuarteles a los cuales no llega el rancho, la comida. Ni reciben uniformes o botas nuevas. Hablan del contrate abismal entre la vida de la tropa y la de los oficiales superiores que participan en el festín promovido por el régimen para premiar la lealtad de sus incondicionales.

Ahora los militares no están subordinados al poder civil organizado en Estado republicano, sino a los dictámenes de un pequeño grupo de civiles facinerosos, monitoreados desde Cuba por el G2 y Raúl Castro.

Una de las tareas vitales de la FAN en el futuro inmediato será recuperar su prestigio a partir de la eliminación de los grupos delictivos que han ocupado su lugar. Que la han relegado a un lugar penoso. Que la convierten en cómplice de un terror criminal que en nada se relaciona con la violencia legítima que, para preservar la paz y la estabilidad, debe ejercer la Fuerza Armada de un Estado democrático.

Los colectivos armados se transformaron, junto al G2, en los peores enemigos de la FAN. Dependerá de los oficiales a quienes les importe realmente la institución y valoren su importancia para la preservación de la democracia, la extinción de esos grupos. Cuando se habla de democracia y de República, los colectivos y los militares profesionales no pueden coexistir en el mismo universo. Son incompatibles.

Trino Márquez
@trinomarquezc

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