Juan Guerrero 09 de mayo de 2019
@camilodeasis
Pensando
en una nota que mi amigo Aníbal escribió la pasada semana en Face Book, le
llamo por teléfono. –Todo se ve tan complicado, Juan. –Fíjate lo que ahora
ocurre con las universidades. Las están ocupando, como el Núcleo de la
Universidad de Oriente, en Cumaná (ver en: https://m.youtube.com/watch?v=F7AzjGwHaDl ) Pero mientras me cuenta los pormenores de la ocupación de las instalaciones de
esa universidad por parte de un grupo de simpatizantes chaviztas, sigo pensando
en esa triste nota de la semana pasada.
Le
interrumpo e introduzco el tema. –Es cierto, Juan. Nos encontramos en el
Instituto de Previsión Social de la universidad. –Él estaba preguntando cuánto
dinero tenía en sus ahorros porque la situación en la que se encuentra ya le es
insostenible. –En tres años apenas tenía ahorrado poco más de 30.000 bolívares.
Mientras
me lo decía –puntualiza mi amigo, Aníbal. De pronto comenzó a llorar. Me
comentó que ese dinero apenas le permitía comprar medio pollo y alguna verdura.
–Mira, Juan. Tú conoces a Plutarco. Siempre era tan alegre y solidario. Además
de su título de licenciado, tiene dos especialidades, una maestría y un
doctorado. –Pero me enseñó sus zapatos con las suelas con huecos, muy
demacrado, nervioso y triste. –Me quedé impresionado.
-Yo lo
único que hice fue abrazarlo y decirle que se calmara. Que así estamos la gran
mayoría de los profesores universitarios en este país. –Fíjate que hasta el
profesor Raúl, de quien siempre nos congraciábamos porque venía a dar sus
clases de punta en blanco. Con paltó y corbata, y su maletín de cuero. Me
comentó entre lágrimas su desesperación porque no tiene con qué comprar comida.
–El miserable sueldo de profesor no le alcanza. –Lo mismo pasa con Oswaldo.
Con
sus prestaciones de hace años, compró unos camiones y vivía de esa renta y de
su jubilación con prima incluida, como vicerrector que fue. –Pues tuvo que
vender sus camiones y la está pasando difícil. –No es justo que una persona que
llegó a esa posición, con sus estudios doctorales y tantos años en la docencia,
tenga que estar casi de mendigo para vivir.
La
retahíla de comentarios sobre otros colegas y amigos fue extensa. Tanto, que mi
gran amigo se detuvo en un momento de la conversación. –Mira, Juan. –Yo he
tenido que mantenerme un poco alejado de esto por mi condición de
vulnerabilidad física. Eso porque los eventos de alta emotividad me alteran.
Cambiamos
enseguida de tema y buscamos sacar alegrías, aunque fueran de utilería.
Privaron las medias palabras, los silencios y después un corto momento para la
despedida y los buenos deseos.
-Tenemos
que insistir en esto, Aníbal. Nunca rendirnos y seguir insistiendo. –Es
importante no dejar solos a nuestros amigos y conocidos que están en estas
condiciones tan infrahumanas, sin un centavo para llevarle comida a sus hijos.
–Pero tenemos que hacer algo, ya! –Estoy pensando en una colecta para hacer una
sopa solidaria, al menos una vez a la semana, me dijo finalmente. Así
terminamos esa conversación. –Él, en Puerto Ordaz. Yo, en Barquisimeto. Más de
novecientos kilómetros de distancia, pero tan cercanos en esta guerra de
desgaste físico. Sea por falta de alimentos, sea por falta de medicinas y
tratamiento médico. Sea por tanta desesperanza, incertidumbre y atropello
contra quienes damos nuestra vida por la academia y la enseñanza.
¿Por
qué tanto maltrato, tanta humillación, tanto vejar al docente universitario
venezolano? Las estadísticas de las Ong’s son más que elocuentes. Esos zapatos
rotos del profesor representan el 72% de los docentes universitarios venezolanos,
quienes tienen entre 1-2 años sin comprar ropa ni calzado. Más del 32% debe ir
a pie a su sitio de trabajo.
Duele
el país. Duele la Academia. Ya no es tanto la salida de este régimen de
pandilleros izquierdistas que han destruido la estructura industrial, de
servicios y la totalidad de las comunicaciones y vialidad nacional.
Han
lesionado gravemente lo más sagrado que existe en toda nación y pueblo: el
recinto académico venezolano ha sido asaltado por la mentalidad marginal, que
en nombre de una jauría de fanáticos, ortodoxos y supersticiosos, llamado
socialismo-chavizmo, ha cercado presupuestariamente a la institución
universitaria venezolana y ahora busca controlarla, usurpando funciones que son
propias de la universidad autónoma.
Podrán
ocupar los recintos de la universidad venezolana, republicana, democrática y
autónoma, pero jamás accederán a su Alma Mater.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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