Por Simón García
En términos de política
mayor, en Santo Domingo perdió el país. Pero la oposición mostró una clara
autonomía respecto a la burda pretensión del régimen de convertir un acuerdo en
una rendición ante sus tramposerías. La oposición no firmó porque quería darle
al hambre y a la ingobernabilidad general una salida electoral, pacífica y
democrática. Su actuación desmintió la campaña, del Gobierno y de la ultra
oposición, de que la firma estaba lista.
A veces pensamos con el
cerebro del régimen. Repetimos su discurso. Reflejamos su agenda. Respondemos
como la sala situacional oficialista lo calcula y provoca. Nos mantenemos en el
marco que nos impone nuestro adversario. Esta vez no.
La MUD es responsable, en aspectos
muy delimitables, de la falta de confianza que existe hacia ella. Pero es
imposible ignorar la orquestada campaña de descalificación llevada a cabo
directamente por el Gobierno e inducida por su aparato comunicacional. Tampoco
seguir ocultándonos que factores de oposición y de la propia MUD han
reproducido esa campaña. O se han desentendido de la necesidad de pisar los
frenos.
En Santo Domingo la MUD
inicia una rectificación que debe ser mantenida y acompañada por todas las
fuerzas democráticas, obligadas hoy a reajustar posiciones y brindar
demostraciones verdaderas de que desean conformar una alternativa de unidad
nacional que salve a Venezuela del infierno que significaría seis años más de
Maduro. Tiempo en el cual continuaría la huida de la población; el exterminio
de la población por hambre y falta de medicinas y sería liquidada
definitivamente la democracia. No es momento para juegos o aprovechamientos
políticos suicidas.
La política no puede seguir
siendo una burbuja separada de la convivencia directa con las víctimas del
hambre, la falta de tratamientos, la quiebra de los servicios públicos o la
destrucción acometida por un gobierno del cual hay que salir por medios
democráticos, sin invasiones ni golpes de Estado. Los partidos y la sociedad civil
deben asumir el dilema real encarnado en la desesperada situación que estamos
viviendo: o el país le pone fin a Maduro o este acaba con el país.
Pero a nombre de una
invocación de principios se pide no legitimar a la dictadura, mientras se
propone que voluntariamente la oposición colabore con el Gobierno para
conformar un escenario a lo Daniel Ortega: que Maduro se legitime sin
resistencia de la población y que la oposición se rinda y se excluya ella misma
voluntariamente. En vez de combatir el fraude, desde adentro, arrinconarse en
una abstención que operaría como un medio de legitimación oculta.
El reto inmediato es iniciar
una estrategia de lucha para vencer al fraude recomponiendo la identificación
entre la sociedad, los partidos y el liderazgo político: 1. Acentuando la
dimensión social de la acción política y convirtiendo el descontento en voto
castigo. 2. Segundo, reforzando la disposición a votar que existe en la mayoría
de la población y plantando una fuerte resistencia para derrotar el fraude. 3.
Unir a la oposición política y social. Actuar de verdad para que el candidato
sea un factor para potenciar el derecho a ganar.
11-02-18
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