Luis Martínez 11 de agosto de 2018
El
estado informal se apodero del país. El gobierno creó una ANC a su medida para
apuntalar sin resistencia, cualquier política que desee impulsar y ejecutar al
margen del marco constitucional. Tenemos un estado informal en manos de la
delincuencia organizada, donde pululan toda la gama de especímenes corruptos y
criminales amparados en la impunidad de instituciones desfiguradas, incapaces
de controlar y condenar sus desafueros. Ya ni siquiera contamos con un estado
centralista que gobierne, sino que este se ha transformado en un gobierno de
clanes que luchan por mantener el control de parcelas, dentro de un reparto de
poder que les permite subsistir como gobierno en medio de la anarquía
imperante.
El
estado informal ejecuta políticas a pesar de su ilegitimidad. Para quienes lo
adversan, no basta con denunciar sus desafueros, pues estos tienen impacto y
afectan el devenir social, cultural y económico de los ciudadanos. Dar lectura,
escudriñar y adelantarse a las políticas que implementa el gobierno, aun con el
manto de impunidad que los arropa, es tarea de quienes se oponen a él. Develar
la estrategia de un gobierno tramposo con pretensiones hegemónicas que utiliza
el poder para su beneficio, debe ser la habilidad fundamental de quienes lo
adversan para poder trazar estrategias acertadas y ofensivas que
progresivamente, propendan a la desarticulación del estado informal y la
imposición del estado constitucional.
Por
ahora, a pesar de su ilegitimidad y rechazo popular, el gobierno ha podido
subsistir a la aberrante crisis y desastre económico que ha llevado al país a
la situación desastrosa que vive, peor aún, ha logrado subsistir gracias a la
inopia y división estratégica de una oposición dispersa, cocinada en la miseria
de sus propios intereses, incapaz de articular y potenciar una política que
confronte al gobierno en el día a día, coherente, acompañante sin protagonismo
de las luchas sociales y reivindicativas de los venezolanos; una oposición que
lamentablemente estigmatiza o condena la única arma que cualquier demócrata
puede esgrimir y blandir a plenitud sin desfigurar su condición y sin abrir
rendijas a la incertidumbre de aventureros: el voto.
El
voto es una virtud de la democracia, no un obstáculo como algunos hacen ver. Si
la oposición política quiere potenciar la posibilidad de derrota del gobierno
tiene que retomar unitariamente la vía electoral; así se hizo en 2006, luego de
la debacle en las elecciones del 2005, concluyendo con triunfos en 2007 y 2015.
Es la manera de instaurar o reponer el estado formal y constitucional que
procuran los venezolanos.
La
crisis política, económica y social que sufren los venezolanos tienen tres
posibles salidas: Primero. El gobierno logra articular algunas medidas
económicas que relajen la situación de angustia y desconcierto de los
ciudadanos impulsando un capitalismo estilo china que le permita mantener la
hegemonía del poder.
Segundo.
La situación económica se hace incontrolable y anárquica generando el caldo de
cultivo para que surja un nuevo aventurero que se apuntale sobre la rabia de la
gente, transformándose en el nuevo caudillo para la circunstancia.
Tercero.
La oposición democrática unifica una estrategia política única, unitaria y
coherente que acompañe a la gente en su lucha social, pero que utilice el voto
como herramienta fundamental para derrotar las pretensiones hegemónicas de
quienes gobiernan, utilizando la vía pacífica, constitucional y electoral. No
hay otras salidas.
Hay
que reflexionar y deponer intereses particulares. Hay que enderezar el camino
desviado por continuos errores que lamentablemente aún persisten. La fortaleza
y legitimidad de la oposición venezolana se sustenta en la constitucionalidad de
sus actos, el voto es uno de ellos. Es la manera más expedita de restablecer el
estado formal.
Luis
Martinez
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