Por Froilán Barrios
Con pose de Duce tropical, el
vicepresidente del PSUV anunció las conclusiones del mejor congreso de la
historia del PSUV, en medio de una patética rueda de prensa donde solo tres
periodistas, todos oficialistas, pudieron preguntarle temáticas del “fabuloso
evento partidista”, cuyo contenido pretende abrumar a la opinión pública con la
idea supuesta de tener todo absolutamente controlado por los siglos de los
siglos amén.
Vana ilusión. Los miedos
internos del poder reflejan en sus interiores los males que padecen los
actuales gobernantes, las tensiones, su incapacidad para estabilizar la
economía y brindar cualquier servicio público que añora la población, a tal
nivel que ya se atreven a culparse unos a otros, situación que ha determinado
al Partido Comunista de Venezuela a marcar distancia ante los disparates del
régimen.
El partido de la revolución y
la democracia protagónica demostró en su reciente congreso su método
estalinista; por aclamación se reeligen presidente y vicepresidente del PSUV
Nicolás y Diosdado, y al mismo tiempo el presidente de la República tiene la
facultad de designar los integrantes de la dirección nacional. Tamaño ejemplo
de control no se veía ni en el partido bolchevique en 1919, cuando Lenin
proclamaba el centralismo democrático y la dictadura del comité central sobre
las células.
El PSUV, producto de los
enajenados mentales que lo concibieron, es un bodrio similar a una turba; es
manipulado como un coleto que se mantiene a pie juntillas de lo que decida el
Estado, en particular, el presidente de la República; es simplemente un
apéndice sin ningún tipo de autonomía; sus jerarcas son a la vez ministros,
presidentes de empresas públicas, diputados a la ilegal ANC, como aquel
presidente de Pdvsa rojo rojito, hoy viuda del chavismo, quien en su momento
también era ministro de Energía y Minas y vicepresidente del PSUV.
El Duce tropical en su arenga
se burlaba de los partidos opositores cuando estos en su origen, más allá de
las trompadas estatutarias, sí permitían tendencias ideológicas y tenían
presencia nacional, bien fueran de la socialdemocracia, del socialcristianismo
o de la izquierda socialista; incluso quienes llegaban al poder se liberaban de
la disciplina partidista, ya que formaba parte, con todas sus limitaciones, del
aprendizaje democrático del país. Hoy día estas organizaciones políticas han
sido ilegalmente proscritas por los caprichos de la tiranía que utiliza el CNE
y el TSJ como comisarios del Estado.
En el PSUV no hay tendencias,
solo clanes que se disputan los despojos de una economía en ruinas, dominada
por el saqueo de quienes ven a Venezuela como un botín merecido por los
sacrificios sufridos desde un chinchorro en las montañas del Bachiller, desde
el frente guerrillero Antonio José de Sucre en el Turimiquire, o por haber
participado en las asonadas militares de febrero y noviembre de 1992.
Partidos como el PSUV no
tienen futuro en la historia, les sucederá como al PCUS y a los partidos
comunistas de Francia, España e Italia, entre otros, cuyas sedes hoy son solo
casas muertas; pero con la particularidad, en nuestro país, de que su destino
pudiera ser, junto con Daniel Ortega de Nicaragua, el obituario de un capítulo
de la bien ilustrada saga de National Geographic, El manual del dictador.
01-08-18
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