Trino Márquez 01 de agosto de 2018
@trinomarquezc
Antes
que comenzara el congreso del Psuv, se produjeron algunas mini protestas y
denuncias dentro del partido oficialista. Freddy Bernal, Elías Jaua, Earle
Herrera, Miguel Pérez Pirela, fueron algunas de las voces que se atrevieron a
reconocer que en el país existen algunas dificultades y que esas fallas tienen
alguna relación con el gobierno. El regaño de Maduro, quien los llamó
“showseros”, inmediatamente los hizo retroceder. Los arrestos de coraje e
independencia crítica desaparecieron por completo. En los primeros días del
congreso el Psuv lució tan monolítico como siempre. La exaltación de Nicolás
Maduro al altar reservado al líder máximo fue por unanimidad. La procesión que,
según dicen algunos, va por dentro, quedó silenciada. El rígido esquema cubano
se impuso. Maduro es el jefe del Estado, del Gobierno y del Partido, todo
dentro de la más estricta ortodoxia stalinista, adoptada sin modificaciones por
la nomenclatura de la isla caribeña.
Quienes
habíamos percibido y celebrado, me incluyo en ese combo, pequeñas grietas en el
bloque dominante, estábamos viendo pajaritos preñados. Nicmer Evans, hasta hace
algún tiempo figura joven emergente vinculada al oficialismo, dice que el Psuv
es un hueso roto pegado por un yeso hermético. Las evidencias no muestran
ninguna fisura significativa. El madurismo disidente, si tal cosa existe, tuvo
la oportunidad de expresar su descontento en la plenaria de la convención y no
lo hizo. Guardó un silencio cómplice con
Maduro y la camarilla que destruye sin tregua al país. Se sumó a la aclamación
del presidente y aprobó sin chistar la delegación en él de los poderes
plenipotenciarios que lo habilitan para organizar la dirección del partido como
le venga en gana. Mao, Stalin o Castro sentirían envidia ante tanta sumisión.
Aprovechando la onda aclamacionista, Aristóbulo Istúriz –siempre obsecuente-
propuso crear el partido hegemónico y, de paso, acabar con las elecciones
democráticas para no correr el riesgo de perder el poder por la vía electoral.
Ante
las prácticas claramente antidemocráticas de la convención, el ala inconforme
ni siquiera expresó su desacuerdo, ni se mostró como tendencia dentro de la
organización, tal como ocurría en los antiguos partidos izquierdistas, en los
cuales las facciones lograban su reconocimiento como corrientes específicas. No
hubo discreción, sino miedo cerval por las consecuencias que podría acarrearles
cualquier ejercicio autonómico de la crítica.
Los
amagos preliminares al congreso no tuvieron nada que ver con un movimiento
interno de rebeldía o con una división en ciernes, sino con la enorme
fragilidad de la oposición. Los dirigentes del Psuv que se atrevieron a tocar
notas disonantes, lo hicieron no porque estén agrupados de forma orgánica, sino
ante las evidencias del raquitismo de la
opción democrática. Cuando fue necesario demostrar unidad y hasta armonía
frente el país, toda la dirigencia oficialista se cerró en torno al gobierno y
a Maduro.
El
espejismo de la segmentación del oficialismo hay que develarlo, lo mismo que la
hipotética fractura entre los militares o la invasión extranjera. Esas quimeras
solo alimentan ilusiones que colocan el epicentro de los cambios en factores
ajenos a la dirigencia democrática. Si el madurismo, hastiado por la ruina de
la nación, se divide, pues muy bien que lo haga y bienvenidas las facciones o
dirigentes que quieran integrarse a la reconstrucción nacional. Si la cúpula
militar opta en algún momento por defender la Constitución y colocar los
intereses nacionales por encima de las apetencias insaciables del corro
dominante, pues también será excelente. La invasión extranjera jamás ocurrirá,
además de que es inconveniente que suceda.
La
oposición tiene que desterrar las fantasías y entender que la recuperación de
la democracia y la reconstrucción nacional dependen, en primer lugar, de su
propia capacidad para unificarse, organizarse, ganar aliados y proponer un
programa que compacte a la inmensa
mayoría de los venezolanos en torno a objetivos comunes. Lo demás son vapores
de la fantasía, como diría Andrés Eloy Blanco.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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