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lunes, 4 de mayo de 2020

Chanchos en dos pezuñas por @goyosalazar



Por Gregorio Salazar


Si algo no se le puede negar al general Quevedo es que asumió la presidencia de Pdvsa con el mismo furor con el que acometió la Misión Vivienda y el Barrio Tricolor, donde según los voceros de la revolución libró batallas si no épicas sí de mucho colorido.

El general es un hombre de ímpetus. Lo había demostrado dirigiendo la represión contra las protestas callejeras del 2014, en la cual a pesar de su formación de administrador fue bastante derrochador de lacrimógenas, de proyectiles de goma y de otros no tan blandos. Nadie de la cúpula se lo reclamó y eso, muy por el contrario, lo catapultó.

El día del nombramiento, 26 de noviembre de 2017, Maduro se deshizo en elogios para quien indudablemente tenía por uno de los hombres más capaces y tenaces de la revolución y poco después anunció las metas: Quevedo subiría la alicaída producción petrolera a un millón de barriles diarios y en diciembre ya andaríamos por los tres millones. “¡Nosotros venceremos!”.
En medio de una creciente sequía gasolinera, el nuevo presidente de la estatal petrolera se fijó otra de las prioridades: recuperar el Complejo Refinador de Paraguaná, ese que una vez fue de verdad-verdad el más grande del mundo, valga la precisión para quienes gustan de ponderar falsariamente logros revolucionarios como los primeros del orbe. Dos cobas en una.

Es historia que Quevedo, sin calentar su silla ejecutiva de La Campiña, se trasladó a Paraguaná para asumir directamente la lucha contra la burocracia, la ineficiencia, el boicot de los infiltrados, que todo eso suponía campeando por sus fueros instalaciones adentro, ocasionando no pocos tropiezos a la marcha del proceso revolucionario.

El general se lanzó con todo para poner “a toda mecha”, como dicen allá en Falcón, la planta de craqueo catalítico en la refinería de Cardón.

Se supo que la planta no “craqueó”, si es que el verbo existe, pero sí traqueteó, resopló, rugió y finalmente explotó. Y con ella también reventó la burbuja triunfal en la que venía flotando Quevedo. Su caída en picada al foso fue paralela a la que sigue la propia empresa.


Después, ciertamente, poco se supo de él, tan mediático y vocinglero cuando se prodigaba en cifras de reparto de la Misión Vivienda, durante los casi 900 días que permaneció en el cargo. Por la cuaresma, se le veía atildado y muy atento tomando notas en las reuniones de la OPEP, donde nuestra producción tirada a cero deja a Venezuela, país padre de esa organización, como mera convidada de piedra.

Una de las enseñanzas que queda ratificada con estos episodios es que los revolucionarios se comen, o hacen que se comen, su propio cuento. Me explico: que es lo mismo vociferar cifras, repartir galones de pintura y brochas de seis pulgadas que lanzarse a recuperar una industria de actividades tan complejas, sofisticadas y exigentes como la petrolera.

¿De dónde sacaría Maduro y su entorno que Quevedo, quién difícilmente distinguirá entre un tobo de gasolina y otro de kerosene, podía recuperar lo que fue una de las petroleras, otra vez de verdad-verdad, más eficientes del mundo, hoy convertida en escombros, sin capacidad de inversión, sin personal capacitado y con salarios de hambre?

Cualquiera podía estar seguro que Quevedo fracasaría en un objetivo fuera de todo alcance de sus capacidades y de las del propio régimen. Lo que llama la atención es que no haya sido capaz, por lo menos, de detener la corrupción y el supuesto espionaje puertas adentro de la industria, labor que desarrolló la llamada comisión reestructuradora de Pdvsa, raspando nada menos que al Gerente de Operaciones Especiales y Operaciones de Crudo. Así, su decapitación estaba cantada.

El cuadro de Pdvsa hoy es patético: producción de crudo y gasolina a niveles ínfimos. Desesperadamente se lanzan en brazos de los iraníes para que mediante un agónico puente aéreo traigan pieza a pieza los repuestos con los que esperan lograr el milagro de la recuperación de alguna planta. ¿Usted se imagina que después de traer un catalizador alguien diga que los filtros, las empacaduras y los tornillos se quedaron en Teherán?

La comisión reestructuradora ha presentado su plan donde llamativamente consideran abrir la industria al capital privado. Serían operaciones “sin intervención de Pdvsa”. ¿Y eso no era la mayor de las herejías? ¿No fue de este “sacrilegio” que abusaron para estigmatizar durante décadas a los adversarios políticos? Bien, pero si a la chita callando liberaron precios de bienes y servicios y el dólar del BCV superó al paralelo, en adelante todo pueden cambiar quienes ahora las malas lenguas tildarán de “neoliberales” de closet. Se muta pero no se dice. Qué raya, revolucionarios de América Latina…

Inevitable recordar a la piara de la famosa granja orwelliana y los siete mandamientos impuestos por los tiranos porcinos al resto de los animalitos, todos y cada uno de los postulados violados y relativizados, especialmente aquel que prohibía caminar en dos patas como los humanos. Otra vez se ha cumplido la sátira orwelliana: la revolución se muerde la cola y no solamente no cumple lo proclamado, sino que intenta a tontas y locas hacer lo contrario.
Visto el cuadro del caos generalizado bien se puede decir: qué tarde han piado quienes se tragan entre gruñidos su discurso.

03-05-20




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