ALBERTO BARRERA TYSZKA 04 de abril de 2021
@Barreratyszka
“Diez goticas debajo de la lengua cada cuatro horas,
¡y el milagro se hace!”. Eso dijo el presidente de Venezuela el 21 de enero,
asegurando que la fórmula era capaz de “neutralizar” al coronavirus al 100 por
ciento y anunciando que, muy pronto, sería enviada a la Organización Mundial de
la Salud para su certificación. Si el panorama de la pandemia, en Venezuela y
en el mundo, no fuera tan trágico, quizás esta anécdota podría ser chistosa.
Pero casi tres
millones de muertos en el planeta conspiran contra el humor.
Hace dos semanas, el gobierno venezolano y la
oposición llegaron a un acuerdo para —a través del Covax, un
programa internacional creado para asegurar el acceso equitativo a las
inoculaciones— comprar y distribuir vacunas contra la COVID-19 en Venezuela. El
pacto parecía ser el final de un proceso que comenzó en junio de 2020 y el
comienzo de una negociación política mayor, que abría nuevamente una
posibilidad hacia una salida dialogada de la profunda crisis que vive el país.
Todo esto, sin embargo, se deshizo en dos segundos. A última hora, una jugada
oficial vuelve a demostrar que el chavismo no tiene ningún interés en negociar,
que está dispuesto a usar la enfermedad y hasta la muerte para obtener un beneficio.
El rechazo oficial al uso de la vacuna AstraZeneca
ha interrumpido el proceso impidiendo la llegada de
vacunas, justo cuando —según reconoce el propio gobierno— el país se encuentra
en la peor etapa de toda la pandemia. Aunque, en general, siempre ha habido
escasa y poco confiable información sobre el virus —las cifras oficiales
señalan un total de 160.497
casos positivos y 1602 defunciones—, en estos momentos hay indicios de una
saturación de urgencias hospitalarias en Caracas, la situación está fuera de
control. El gremio médico continúa reportando bajas, en marzo se contabilizó un aumento de 48
defunciones de trabajadores sanitarios. En las redes sociales se repiten cada
vez con más frecuencia mensajes con peticiones de auxilio clínico o
notificaciones de muertes. ¿Por qué precisamente ahora, en la peor
circunstancia, el chavismo rechaza vacunas? Porque su lógica es otra, porque su
prioridad no son las víctimas, porque sus acciones no están destinadas a
atender la emergencia sino —más bien— a aprovecharla en función de sus
objetivos, de su plan de acumulación y permanencia en el poder.
Tras culpar a la oposición, el gobierno ha hecho una nueva propuesta: usar otras vacunas, alguna de las
fórmulas cubanas —Abdala o Soberana 02— y la rusa Sputnik V. Las primeras, sin
embargo, se encuentran aún en fase de experimentación, y, en el mejor de los
casos, será posible usarla dentro de varios meses. La segunda forma parte de
otra vieja promesa del gobernante: el 15 de noviembre de 2020, Maduro anunció
la compra de diez millones de vacunas a Rusia, señaló que se aplicarían
en el primer trimestre de este año y también dijo que Venezuela las fabricaría
en su territorio. Hasta ahora, sin embargo, no hay ninguna información clara al
respecto. Solo Maduro y su esposa han aparecido en televisión recibiendo sus dosis de vacunas. Mientras la realidad parece
comenzar a desbordarse, el discurso oficial mantiene su tono incoherente, por
momentos incluso delirante. La periodista Florantonia Singer ha hecho un
breve registro de las “invenciones” de Maduro durante la
pandemia: según él, la COVID ha sido desde “un arma de guerra” hasta un “virus
colombiano” y sus posibles curas pueden ir desde la “homeopatía” hasta una
“molécula” creada en Venezuela, pasando, claro está, por las fabulosas “goticas
milagrosas”. Es tan absurdo que casi parece un homenaje —involuntario y
permanente— a Cantinflas. Si mañana Nicolás Maduro asegurara, con un
estetoscopio al hombro, que tiene una nueva vacuna hecha a base de semillas de
Guayaba fermentadas en orines de leopardo marino, nadie en el planeta se sorprendería.
No en balde, por promover información falsa o engañosa, Facebook acaba de bloquear su cuenta.
Pero este caos discursivo solo es una apariencia.
Disfraza un orden distinto, más profundo y más cruel. Como afirma la politóloga
Paola Bautista, el chavismo no ha realizado una aproximación al problema de la
COVID en “clave humanitaria sino en clave del poder”. Ahora está
tratando de sacar provecho de la tragedia. Más allá de situación de los
ciudadanos, sin un plan de vacunación claro y con un sistema de salud debilitado
desde antes de la pandemia, Maduro solo quiere ganar terreno, liberarse de la
presión internacional, anular a la sociedad civil organizada e independiente,
avanzar en su proyecto totalitario. El chavismo deja en un extraño limbo
la posibilidad de que lleguen vacunas a Venezuela pero, mientras tanto, sigue
actuando con puntual eficacia en su modelo de control: basta recordar que
casi 3000 personas fueron ejecutadas por policías o por
militares durante 2020. Esta semana, por publicar una crónica en una red
social, fueron detenidos los escritores Milagros Mata Gil y Juan
Manuel Muñoz.
La represión, la censura y la pobreza son las “gotas”
reales que el doctor Maduro le aplica a los venezolanos.
ALBERTO
BARRERA TYSZKA
@Barreratyszka
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