CARLOS E. CUÉ/ JACQUELINE FOWKS 15 de abril de 2018
Las
cumbres regionales son una fotografía del momento político. La de las Américas
ayer en Lima plasmó definitivamente el giro de la región hacia la ortodoxia
económica, el final de la llamada era bolivariana, en la que los presidentes de
izquierda muy críticos con Estados Unidos protagonizaban estas citas. Vetado el
venezolano Nicolás Maduro, la enorme mayoría de los líderes fueron durísimos
con él y anunciaron que no reconocerán las elecciones de mayo. Evo Morales, el
gran resistente, se quedó solo con el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, en el
apoyo cerrado a Maduro y las críticas al “imperialismo” de EE UU.
La
ausencia a última hora de Donald Trump y Raúl Castro eliminó la posibilidad de
un cruce directo al máximo nivel entre los dos mundos antagónicos que conviven
a pocos kilómetros en América. Pero ese combate ideológico, marcado por el
acercamiento o rechazo total a EE UU, quedó muy patente en la Cumbre de las
Américas, a la que sí acudieron casi todos los demás presidentes. Uno tras
otro, los presidentes de países hasta hace poco cercanos al eje bolivariano
como Argentina o Brasil, y otros donde también ha habido un giro político
aunque no tan radical, como Chile o Ecuador, mostraron el cambio total que está
viviendo la región.
“Tenemos
que redoblar esfuerzos para que el Gobierno de Venezuela acepte ayuda
internacional en esta crisis humanitaria. Estamos hablando de corrupción y en
Venezuela vemos adonde lleva un proceso de corrupción descontrolado. No hay
democracia, hay presos políticos. Argentina va a desconocer cualquier elección
que surja de un proceso de este tipo, eso no es una elección democrática”,
clamó el argentino Mauricio Macri. “Hemos acogido a decenas de miles de
venezolanos, intentamos mandar remedios y alimentos y esa ayuda fue negada por el
Gobierno venezolano. No hay espacio en nuestra región para alternativas a la
democracia”, remató el brasileño Michel Temer.
“En
Venezuela no hay democracia, hay presos políticos, las elecciones con partidos
proscritos no son legítimas. Ayudemos al pueblo venezolano a recuperar la
libertad”, insistió el chileno Sebastián Piñera. “Trabajamos para devolver la
democracia a Venezuela, es inaceptable. Cualquiera que sea amigo de Venezuela
debe pensar primero en el pueblo venezolano”, dijo el canadiense Justin Trudeau.
Los
países grandes que ya estaban controlados por el centro derecha, como México o
Colombia, remataron esa sensación de minoría en la que quedaba el boliviano Evo
Morales. “Somos generosos con el pueblo venezolano pero seremos implacables con
el régimen que tanto daño está haciendo. No reconoceremos los resultados de
unas elecciones diseñadas para maquillar una dictadura. Es increíble que Maduro
siga negando todo mientras el mundo ve como el pueblo venezolano se muere de
hambre. El 15% de la población ha migrado, sobre todo a Colombia”, clamó el
colombiano Juan Manuel Santos. “México apoya la decisión de no invitar a
Venezuela a esta cumbre”, insistió Enrique Peña Nieto.
Frente
a esa oleada de golpes a Venezuela y países que se alinean con la posición de
EE UU, cuyo vicepresidente, Mike Pence, llegó a Lima con la intención de
reforzar el grupo que mantiene la presión internacional contra Maduro, le llegó
el turno a Morales que, pese a su soledad, mantuvo con firmeza sus posiciones
clásicas que hace pocos años estaban cerca de tener la mayoría en estas citas.
La cumbre estaba centrada en lucha contra la corrupción, y mientras todos los
presidentes, incluidos algunos que como Temer está rodeado de escándalos que le
afectan personalmente, prometían luchar contra ella, Morales les exigió que
combatan el sistema capitalista, que en su opinión es el verdadero origen de
esa corrupción.
“Si no
eliminamos los paraísos fiscales, sin controles a las empresas transnacionales,
si no se modifica el sistema financiero que promueve la acumulación de la
riqueza, en tanto no suprimamos el secreto bancario, nada servirá. El
capitalismo es el peor enemigo de la humanidad y del planeta. Antes utilizaban
el pretexto de la lucha contra el comunismo, hoy pretenden usar la lucha contra
la corrupción para derrocar gobiernos democráticos. Respeto al hermano Lula, no
puede encarcelar la conciencia de un pueblo”, clamó para golpear después a EE
UU, presente en la sala.
“La
principal amenaza contra la paz y el multilateralismo es el Gobierno de los EE
UU. Da la espalda al acuerdo de París, construye muros, gasta cientos de
millones de dólares en seguir construyendo armas de destrucción masiva. Bolivia
condena las amenazas de EE UU de invasión de Venezuela. Lamentamos que Maduro no
esté aquí por presiones de EE UU”, remató Morales. Solo encontró respaldo en el
canciller cubano. Incluso Ecuador, antes alineado con Maduro, mantuvo una
posición intermedia aunque lamentó la ausencia del venezolano: “Exhortamos al
gobierno venezolano a buscar soluciones integrales en el marco de la
democracia. Animamos a las partes al diálogo”, sentenció su vicepresidenta,
María Alejandra Vicuña, que aprovechó la cumbre para golpear al anterior
presidente, Rafael Correa: “Lamentablemente con él la corrupción campeaba en
todos sus sectores”. Una muestra más de que las cosas han cambiado mucho en
Latinoamérica en muy poco tiempo.
Para
concluir este ambiente de máxima presión al que fuera el país clave del eje
bolivariano, 15 países, esto es todos los de la declaración de Lima más EE UU,
firmaron un comunicado en el que apuntan que no reconocerán las elecciones
venezolanas de mayo si no se hacen "con las garantías necesarias para un
proceso libre, justo, transparente y democrático". Estos 15 están lejos de
los 23 que son necesarios para activar la carta democrática en la OEA, porque
la cumbre también demostró que todos los pequeños países de las Antillas, muy
dependientes de Venezuela, mantienen la lealtad a Maduro, pero en estos 15
están todos los grandes de la región y los más influyentes.
Al
final de la cumbre se vivió un cruce muy fuerte entre el vicepresidente de EE
UU, Michael Pence, y el canciller cubano. Pence fue rotundo en su intervención,
que en teoría cerraba la cumbre: "La mayor corrupción se da cuando la
gente pierde su voz a manos de los dictadores. Mientras hablamos, un régimen
comunista oprime a su pueblo en Cuba con Castro. Seguiremos apoyando a los
cubanos que piden por su libertad. Cuba exportó su ideología fallida, ayudando
a la dictadura corrupta de Venezuela. Maduro prometió prosperidad y los llevó a
la pobreza. Venezuela está en el caos. 9 de cada 10 venezolanos viven en la
pobreza. Es el mayor éxodo de nuestra histórica. Es un estado fallido".
El
canciller cubano pidió la palabra para contestar con mayor dureza aún: "No
es nada democrático atacar a Venezuela cuando no está aquí para responderle. EE
UU no es una referencia moral para América Latina. En los últimos 100 años,
todos los gobiernos despóticos en la región han sido impuestos o apoyados por
EE UU, incluidas las más crueles dictaduras militares. La Operación Cóndor y el
golpe en Chile están sobre la conciencia de EE UU. El país de Pence ha sido el
único en usar un arma nuclear contra civiles inocentes. Es responsable de
masacres de civiles, niños mujeres y ancianos, a los que llaman daños
colaterales. Es el autor de violaciones masivas de los derechos humanos de sus
propios ciudadanos afroamericanos. Es una vergüenza para la humanidad que en
ese país de extrema riqueza haya millones de pobres. Tienen un patrón
diferencia racial en las cárceles. El sistema electoral que lo ha elegido es
corrupto por naturaleza porque está sustentado en las contribuciones
corporativas. Promueve un proteccionismo feroz. Ha impuesto la idea de que el cambio
climático es un invento. Si le interesara la libertad de los cubanos levantaría
el bloqueo. Ha usado el mismo lenguaje que llevó a la invasión de Bahía de
Cochinos". Por un momento la cumbre parecía volver a los años de la Guerra
Fría. Y eso que no estaban ni Trump ni Castro.
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