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sábado, 7 de junio de 2014

El Dilema de la socialdemocracia II

Miguel Méndez Rodulfo 06 de junio de 2014

Cuando en 1979 llega a la presidencia Luis Herrera Campíns, su Ministro de Fomento, Manuel Quijada, propone la liberación de precios de 175  productos que hasta entonces estaban regulados, pero mantiene controlados 36 rubros. Esta medida insólita no la entendió el país y tuvo muy pocos defensores. Zapata caricaturizó al Presidente Herrera como un general a caballo, parodiando a Simón Bolívar, pero como “El Libertador de los precios”. Diríamos que fue el primer ensayo en Venezuela de la economía de mercado. El problema es que no fue una medida que formó parte de un concierto de acciones que configuraran lo que se denomina como un programa económico, sino que fue una acción inconexa, aislada, que se tomó dentro de un clima de contracción de la economía y que la presión sindical con el resultado de un aumento general de sueldos, hizo añicos, al punto que la inflación trepó de 12,3%, el año anterior, a 21,3% en el año 1980.

En general, desde López Contreras para acá, Venezuela ha sido un país sometido a múltiples regulaciones, que en unas épocas fueron más duras que en otras. Desde entonces padecemos de esa muy mala enfermedad llamada rentismo, que todos los gobiernos dicen combatir, pero que en la realidad han cuidado en forma esmerada para que florezca. La política clientelar, el gigantismo del Estado, los controles de precios, los controles cambiarios, los subsidios indirectos, la suspensión por décadas de las garantías económicas constitucionales consagradas en la Carta Magna de 1961, el centralismo, el proteccionismo, etc., han sido una constante en el modelo económico seguido por los diferentes gobiernos de la era democrática, pero que durante este régimen esos males han experimentado una gravedad nunca vista.

Cierto que el primer proyecto concreto de liberalizar la economía lo hizo el gobierno de CAP II, con un estelar gabinete ministerial, pero este cambio se produjo a destiempo, apareció el populismo del militar golpista y todo se fue a pique. Desde el viernes negro, hace ahora 31 años, los precios han seguido regulados pero la inflación acumulada es de cuatro dígitos; el dólar sigue controlado (continúan las tasas diferenciales para importaciones preferenciales) pero de 4,30 pasamos a 50.000; mantenemos la política del despido injustificado, pero cada día menos jóvenes acceden a un empleo productivo y el empleo informal ocupa al 60% de la población económicamente activa; los alquileres siguen regulados, pero nadie consigue una vivienda para rentar; seguimos fijando un salario mínimo pero la canasta alimentaria es 4 veces mayor; Pdvsa es del Estado pero no tenemos los fondos para desarrollar la Faja del Orinoco; las empresas básicas son nacionales, pero producen a un tercio de su capacidad; la nómina pública ha seguido creciendo desde los años 70, pero la producción de las empresas públicas es notablemente decreciente.

Algo hemos hecho mal, no solamente en lo que va de régimen. Si miramos a nuestro alrededor, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, han seguido un modelo de apertura de la economía y sus resultados están a la vista. Ecuador tiene al dólar como moneda propia y eso no ha significado un cataclismo. Estos países han sido audaces, han impuesto una severa disciplina fiscal, tal como lo pedía el FMI (al que le llovieron y le siguen lloviendo críticas en público, pero cuyas recetas se acogen en privado), tienen una nómina pública controlada, dólar libre, precios no regulados, abastecimiento pleno, privatizaron sus empresas públicas ineficientes, otorgan servicios públicos en concesión (puertos, aeropuertos, autopistas). La gasolina cuesta bastante, los impuestos no son bajos. Colombia ha vendido en el mercado bursátil parte del capital accionario de Ecopetrol y no pasa nada. ¿La pregunta es qué hará Venezuela en un futuro y próximo, gobierno democrático?


Miguel Méndez Rodulfo

Caracas 6 de junio de 2014

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