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martes, 16 de agosto de 2016

La era del hambre, por @MiguelBM29



MIGUEL BAHACHILLE 15 de agosto de 2016

Indultado por el presidente Rafael Caldera (Mar-94) por el Golpe de Estado de 1992, Chávez propicia una intensa campaña abstencionista contra cualquier elección democrática ulterior a su sobreseimiento tratando de demostrar que el país estaba disconforme con todo el sistema político, económico y social de entonces. La merma del apoyo popular a los partidos tradicionales (AD y COPEI) influyó para que Luis Miquilena y José Vicente Rangel persuadieranal jefe golpista de participar democráticamente como candidato a la presidencia de la República en la elección a celebrase en 1998.

El resto de la historia es sobradamente conocida. Chávez como candidato por el MVR recorría el país explicando su proyecto político hincado en la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que “refunde la república”. En su campaña electoral insiste en parafrasear una oración de signo populista extraída del indulgente discurso de Rafael Caldera en el Congreso de entonces ante su golpe de Estado. “No se le puede pedir al pueblo que defienda la democracia cuando tiene hambre”. Con esa frase y similares convenció al electorado de asentir con “el nuevo orden” que ofrecía.

El pueblo se anotó con la oferta populista y Chávez gana la presidencia en 1998 con el 56,20% de los votos y 36,55% de abstención. En el 2006 se reelige con el 62,84% y la misma cifra de abstención (36,91%); es decir que el pueblo “estaba feliz”. En 2012 repite con el 55,07% y apenas 19% de abstención, lo que significó que muchos votantes salieron del “cómodo ayuno” para votar contra el proyecto que comenzaba a desmoronarse. En la elección presidencial del 2013 se define el destino final de una utopía que no daba para más. Nicolás Maduro, en un controvertido resultado emitido apresuradamente por el CNE, obtiene el 50,61% de los votos con 20,31% de abstención.

¡Si, obviamente el pueblo se equivocó! Ahora todos padecemos por igual las secuelas de ese “error” que nos hace sentir inseguros y haciendo colas para obtener un paquete de harina. Esas ideas que en un momento dado racionalizaron la coexistencia del pueblo con un socialismo prometedor de gran futuro, feneció por vejez prematura. Las fabulas marxistas ya no seducen; tampoco engañan por carecer de aserción popular. Basta revisar las encuestas para aseverarlo.

Datanálisis: el 94% (Julio-2016) evalúa la situación del gobierno como mala; o muy mala; el 80% desea un cambio de dirección política por vía democrática. Encuestadora Delphos: entre el 80 y 95% califica la gestión de gobierno como mala. Hercón: 85,5% no cree que las cosas mejorarán bajo la conducción del presidente Maduro. Más allá de la “oscilación lícita”distintiva de cada encuestadora, basta leer las cifras de la elección parlamentaria del 6-D para corroborar la hecatombe socialista. MUD: 112 diputados con el 65,27% de los votos. PSUV: 55 escaños con el 32,93%.

Así pues el mismo pueblo no entendería ahora la recóndita resistencia oficial a medirse democráticamente como tanto lo propiciaba Chávez. Bajo las actuales circunstancias es lo que más le conviene al régimen; lo contrario acrecentaría su declive en proporción al hambre que se patentiza en toda Venezuela. El R.R, por contrario, avala su permanencia democrática como opción política. Que sea recuperable o no, es asunto que sólo concierne a la dirigencia del PSUV.

El venezolano recordará este lamentable ciclo histórico como “la era del hambre” jamás sufrida en nuestro país. Así pues la maniobra de retardar un proceso legítimo como el R.R. carece de eficacia política ante la ruina revelada en cualquier calle. Toda manipulación precisa contar con un falso escenario que implique la negación continua de la realidad. Ello no es posible en “periodos de hambre”.

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