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viernes, 5 de agosto de 2016

Las sinrazón del pueblo por @luispespana


Por Luis Pedro España


Al parecer la verificación última para determinar si un país es o no democrático pasa por la verificación del hecho explícito y originario de las elecciones. Todas las luchas por los derechos civiles y políticos parecen que no han avanzado, en términos prácticos, en ningún otro sentido. Los Estados son democráticos cuando hay elecciones, importando poco sobre el resto de los asuntos que se suponen son la sustancia de la democracia y, lo más importante, su desarrollo y perfeccionamiento.

En pocas cuentas un gobierno puede perseguir a la oposición y hostigarla, reprimir a sus ciudadanos, desconocer abierta y repetidamente autoridades electas que no son del partido oficialista y hasta literalmente mandar al carajo la amplísima mayoría parlamentaria que obtuvo las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, con el único, autoritario y democráticamente inaceptable argumento de que esa mayoría es coyuntural, pasajera, accidental, producto de una calentera que tiene el pueblo por el detallito del desabastecimiento y las colas,pero que con el tiempo, la propaganda y los chantajes, se les pasará. En una palabra que esa Asamblea es una equivocación, porque, como les enseñó el totalitarismo comunista en el que militan, el pueblo se equivoca, a menos que les dé la razón a ellos.


El asunto está en que sí por alguna eventualidad, por ejemplo una disposición constitucional, está previsto que se convoquen alguna elección ordinaria, como de gobernadores (2016), de alcaldes (2017) o de presidente (2018) y el pueblo sigue con esa malacrianza empeñado en no darle la razón al gobierno, entonces ¿qué hacemos? Desconocemos las elecciones y de una vez por todas el gobierno y los militares se descubre ante el mundo.

Pues sí, amigo lector, estamos justo en ese trance. La novela del referéndum revocatorio, con las truculencias administrativas, no son más que formalismos para desconocer la voluntad popular, es la película adelantada de un futuro donde las elecciones, de lo que sea, serán pospuestas hasta que el pueblo recupere la razón.

Este año es difícil que convoquen elecciones regionales. Los gobernadores oficialistas en su inmensísima mayoría perderían sus puestos si por alguna razón hay elecciones este año. Ellos, como parte de la lógica totalitaria que los asiste, tampoco quieren ir a elecciones. Su impopularidad no es por su causa, se dirán, sino como consecuencia del gobierno nacional, el cual, para remate, no se quiere contar en el revocatorio. Así las cosas, si no hay elecciones de gobernadores, y como seguramente ocurrirá el pueblo seguirá aborreciendo a quienes nos han condenado al hambre y el atraso, entonces tampoco habrá ninguna otra elección.

Estamos cerca de perder la última careta. Pero no por ello los civiles y demócratas del país vamos a dejar de apostar por lo único que tenemos, por nuestra única arma de lucha, por el voto. Por ahora simplemente el gobierno no hace sino llenarse de excusas para poder seguir corriendo la arruga electoral. Espera que nos cansemos de ser democráticos, para entonces, ahora sí, acabar con la voluntad del equivocado pueblo.

Es por ello que los venezolanos que hoy luchan por el referéndum revocatorio deberían darse cuenta que no sólo están luchando para acabar con este régimen de penurias que nos agobian, sino que están adelantándose a una pelea que si no la dan hoy tendrán que planteársela en 2018, cuando un gobierno huraño, más militarista y arrinconado por todo el mundo libre y civilizado, siga buscando canallas constitucionalistas y funcionarios inmorales que les dé justificaciones para defenderlos de la sinrazón del pueblo.

04-08-16




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