Por Froilán Barrios
Somos noticia de primera plana
en el mundo a través de los medios televisivos y redes sociales, donde se muestra
a un país caótico por los cuatro costados, aun cuando el presidente de la
República anuncia la bondad de su gestión al otorgar ayudas, donaciones
millonarias a cada familia, como si viviéramos y disfrutáramos el reino de la
felicidad y la abundancia. Imagino que para la comunidad universal somos una
paradoja del realismo tropical.
En todo caso, Venezuela se ha
convertido en un laboratorio de la crisis permanente de un país en extinción,
observado muy de cerca por el resto del continente americano y europeo. En 2014
y 2017, la protesta desarrollada tuvo un saldo mortal de más de 200 víctimas
solo por exigir democracia y cambio de gobierno, mediante las vías
constitucionales, ante un régimen atornillado en sus ademanes y prácticas
dictatoriales.
Un régimen que no tiene
ninguna duda en ejercer el poder y ejecutar las acciones clásicas del gorilismo
fascista para mantener su orden, ante un pueblo atribulado que sufre las
consecuencias del malvado proyecto gobernante, de una magnitud desconocida en
la región.
En la América Latina del siglo
XXI ha habido malos gobiernos señalados de forma inocultable por la corrupción,
incluso afectos al chavismo como el de Lula y el de Dilma en Brasil, el de la
Kirchner en Argentina y el de Humala en Perú; sin embargo, al mismo tiempo
impulsaron políticas de crecimiento, de estabilidad económica y de bienestar
social, reconociendo cada cual en su estilo el Estado de Derecho y las
libertades democráticas.
Si retrocedemos al siglo XX,
todos señalan el horror de las dictaduras como la que existió en Brasil desde
Castelo Branco hasta Joao Figueredo, pero también admiten que fue un período
durante el cual se promovió el milagro económico de ese país, o la de Pinochet,
repudiada universalmente y al mismo tiempo reconocida por ordenar la caótica
economía chilena. Condiciones que no las justifican en ningún caso y que al
menos destacan alguna obra de magnitud nacional.
En nuestro deplorable caso
venezolano las consecuencias son nefastas porque sufrimos un régimen
requetemalo, desastroso en lo económico hasta producir la bancarrota nacional,
profundamente corrupto hasta la médula al enrostrarle el mundo sus vínculos con
el narcotráfico y el saqueo de las arcas nacionales, y represivo hasta la
saciedad como lo ha demostrado en la historia reciente. En resumen, no tiene
por dónde justificar su mandato, pues la tan mentada política social solo ha
hecho morir de mengua a millones de personas jóvenes y ancianos, además de la
destrucción del salario y el empleo de la población activa.
Por tales razones el año 2018
marca otro curso. Esta vez no es la protesta política duramente reprimida la
que ha entrado en escena, sino la protesta económica, mucho más letal que la
primera porque castiga directamente al estómago de los 30 millones de venezolanos,
quienes han comenzado a armarse de valor para lograr el bastimento destruido
por la política económica más negligente y saqueadora de nuestra historia.
Por tanto, a quienes desde la
oposición o de cualquier rincón de la geografía piden a gritos pronunciamientos
de una FANB postrada ante el régimen, no pierdan su tiempo. Ya comenzó a rodar
el militar que estremece los cimientos del régimen: el general Hambre, quien
sin necesidad de ejército comienza a producir conciencia en el pueblo
venezolano.
17-01-18
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