Por Henrique Capriles
“Es que el precio cuando tomas
el producto en el supermercado, al precio cuando llegas a la caja para pagar,
es otro”. “Hay que pedir la cuenta apenas pidamos la comida en el restaurante,
porque si comemos y luego pedimos la cuenta el monto es otro”. Son cuentos que
nos echaban amigos que viajaron a Argentina en aquellos momentos donde la
crisis les afectó con fuerza. Para uno, venezolano, era inimaginable que eso
pudiera suceder. Hoy la realidad nos golpea en la cara.
El año 2018 será un año muy
duro. Si en el 2017 extrañamos el año 2016, imagínense como lo vamos a extrañar
este año que está empezando.
Una de la informaciones con la
que arrancó el año es con la afirmación de que los ingresos percibidos por la
venta de crudo a Estados Unidos descenderán, algo que debe generarnos
preocupación, ya que es el ingreso más sólido que tiene nuestra industria
petrolera, tomando en cuenta que parte de la producción está comprometida en
envíos que deben realizarse a China tras los convenios a los que llegó el
gobierno con el país asiático, y que los envíos a través de Petrocaribe no
generan ningún tipo de liquidez.
Siendo conscientes, además, de
que esta caída en los ingresos no es generada por un descenso de precios del
petróleo, al contrario, hoy el precio es superior al del año pasado, cuando el
barril de crudo rondaba entre 39 y 45 dólares, hoy se cotiza entre 49 y 56 dólares.
Igualmente, en 2017 el precio
del petróleo fue de 11 dólares superior que en 2016, sin embargo, hubo menos
ingresos y eso agudizó aún más la crisis.
Y es que la reducción en los
ingresos se debe a la caída de la producción de petróleo por la quiebra de la
industria petrolera y los pagos de la deuda externa.
Esto conlleva, por ejemplo, a
que entre enero y marzo de 2018 se venderán a Estados Unidos 22.974 barriles
menos que en 2017. Los ingresos por la venta de petróleo a Estados Unidos serán
de un aproximado de 2.266,1 millones de dólares en el primer trimestre de 2018,
unos 447,7 millones de dólares menos que en 2017.
Nuestra industria petrolera
atraviesa una importante crisis y no hay señales de que eso vaya a mejorar
durante este año 2018, cuando Venezuela deberá pagar unos 8.300 millones de
dólares por la deuda a la que nos ha llevado el régimen por su falta de
capacidad para gerenciar el presupuesto de la nación.
Su falta de gerencia quedó más
que en evidencia este año cuando los venezolanos, pese a ganar cientos de miles
de bolívares, hoy son más pobres que nunca.
Y es que la reconversión
monetaria cumplió 10 años y ese “bolívar fuerte” que nos vendieron ha sido
golpeado una y otra vez por las malas decisiones económicas que ha tomado el
gobierno, terminando desauciado y abandonado por sus propios creadores.
El régimen pretende resolver
los problemas económicos del país imprimiendo más billetes sin ningún tipo de
valor. Esto nos ha llevado a ser el país con la inflación más alta del planeta,
por encima de 2.700% cerró el año 2017 y los pronósticos para el 2018 no son
nada alentadores.
Somos el único país con una
inflación de cuatro dígitos. Entre enero de 2008 y diciembre de 2015, la
inflación acumulada llegó a 2.258%, es decir, que sólo en un año, el año 2017,
se sumó una inflación más grande que la de 7 años juntos (2008 al 2015).
Por primera vez en nuestra
historia estamos en una hiperinflación, y la cúpula que acompaña a Maduro
pretenden solucionarlo generando más pérdida en el valor del bolívar, con
aumentos de salarios que en nada ayudan a los trabajadores venezolanos porque
no vienen acompañados de políticas que paralelamente busquen estabilizar
nuestra economía.
El aumento del salario mínimo
de los venezolanos se traduce en 7 dólares, si se toma en cuenta el cambio no
oficial, que es con el que se rige realmente la economía del país tras la
destrucción que realizó este gobierno del aparato productivo.
Ese aumento no es más que otra
burla a nuestro pueblo, no servirá de nada porque ya la inflación se lo tragó.
Dicen proteger el salario de los trabajadores, pero ninguno de los incrementos
ha generado poder adquisitivo, que en teoría debería ser el objetivo. No han
podido alcanzar la inflación, porque su velocidad crece rápidamente, evaporando
la capacidad de compra de los venezolanos.
Es el colmo del cinismo de la
propaganda madurista para ocultar su ineptitud o sus pocas ganas de realmente
aportar una solución y bajar la hiperinflación. Aún con ese salario integral,
somos el país con el salario mínimo más bajo de Latinoamérica.
Argentina es el país con el
salario mínimo más alto, cerró el año con una inflación cercana al 21% y el
salario base es de 544 dólares. Sólo el salario de México está en 139 dólares,
pero el porcentaje que gana sueldo mínimo es bajo.
El bolívar pierde tan rápido
su valor que nadie quiere tenerlo. En países como Brasil y Argentina, donde ya
pasaron por esto, hicieron cinco y cuatro reconversiones, respectivamente, sin
resultados positivos. Porque las “soluciones” inmediatas no solucionan nada si
no vienen acompañadas de medidas serias que generen estabilidad.
Y sólo el 31% del ingreso
mensual es salario, lo demás es bonificación. Un gobierno que pregona ser del
pueblo y el pueblo trabajador es el más perjudicado con sus medidas.
En noviembre, un hogar con dos
ingresos mínimos apenas podía comprar la cesta básica de alimentos de una
semana. Para comprar la canasta básica se necesitan 14 millones de bolívares.
Es decir, que una familia de cinco personas necesita más de 20 salarios mínimos.
Es por ello que la gran mayoría de los venezolanos dependen de la distribución
de alimentos subsidiados, que cada vez es menor porque la liquidez del gobierno
también va en descenso.
No hay producción suficiente
para abastecer a todo el país, se requieren importaciones y hay menos recursos
para ellas. Las empresas no pueden traer masivamente productos porque las
divisas están en manos del Estado y hay una política cambiaria asfixiante.
Cada vez habrá más cierre de
empresas, lo que conlleva a menos puestos de empleo estables. Cada vez son más
los venezolanos que terminan en el sector informal, pero este sector también se
ve afectado porque cada vez hay menos efectivo en la calle, y cada vez se
necesitarán más bolívares para adquirir los bienes y servicios que ofrecen.
El régimen juega con el hambre
de nuestro pueblo y cada vez serán más las protestas que veamos por falta de
comida. Las protestas son un reflejo de las calamidades que están pasando los
venezolanos.
Se necesita un programa
macroeconómico que se aplique cabalmente, acompañado de otras medidas como
frenar la emisión de dinero electrónico que realiza el Banco Central para
financiar el déficit fiscal que está por encima del 10% del PIB, esto hace que
el problema no solo continúe sino que acreciente. Hay que tener rentabilidad
fiscal y un manejo acertado del tipo de cambio.
Es evidente que se necesita un
cambio de modelo en la conducción del país, pero eso sólo será posible si lo hacemos
juntos. Sabemos que el año 2017 fue un año muy doloroso y de muchos sacrificios
para todos, pero cada esfuerzo realizado debe ser una motivación más para que
este año luchemos con más fuerzas por rescatar a nuestra Venezuela.
Cuando nos hemos unido hemos
vencido, no dejemos que el oscuro régimen que hoy tiene secuestrado el poder
acabe con nuestras esperanzas, esas son las que en días de tormenta nos
mantienen vivos.
Unamos nuestras fuerzas y
nuestra fe para tener un 2018 de avances en nuestra lucha democrática y de
desenlace para finalmente abrir las puertas a un futuro mejor ¡Dios nos
acompañe en el camino y bendiga nuestros pasos!
¡Seguimos!
07-01-18
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