Por Diego Rísquez
Ha fallecido
en Caracas el destacado cineasta venezolano Diego Rísquez. Hace
menos de dos años escribió una carta abierta al primer mandatario que hoy
reproducimos por la vigencia de sus planteamientos y como homenaje póstumo a al
artista que trabajó toda su vida por la dignificación del trabajo
cinematográfico en el país.
Señor Presidente;
Le escribo estas líneas para
decirle que me siento muy orgulloso de haber nacido en este país
llamado Venezuela. Asimismo, le reitero que me siento doblemente
privilegiado por pertenecer a un gremio llamado el Cine
Nacional donde es unánime para cualquier persona que es de las pocas cosas
que funcionan bien. Se lo digo porque de todas las manifestaciones artísticas
de este país, el cine es la única protegida por una ley desde 1993,
que se complementó con una reforma aprobada por unanimidad de todas las
fracciones políticas en la Asamblea Nacional en el año 2005. Al mismo
tiempo contamos con el Instituto de Previsión Social del Trabajador
Cinematográfico, Abicine, que vela por la salud de sus afiliados.
Sr. Presidente, en el cine
como en cualquier otra actividad existen distintas visiones políticas pero lo
que sí ha prevalecido es el bienestar de nuestra cinematografía por encima de
todo. Sr. Presidente, desde los años setenta he tratado de retratar al país
donde me tocó nacer porque estoy convencido que el cine es parte de
la memoria de una nación. El arte, aunque nosotros los
autores no lo queramos reconocer, siempre tiene una parte autobiográfica y, en
estos momentos, me estoy recuperando de una operación de un tumor
cerebral, infortunado evento que me permitió confirmar que nuestra riqueza
humana se debe a una mezcla muy diversa que nos hace grandes y únicos por
nuestra diversidad étnica y cultural.
Sr. Presidente, el medico neurocirujano
que me operó es hebreo venezolano, formado en la Universidad Central de
Venezuela con postgrado en Suecia; la cardiólogo es ítalo-venezolana,
también formada en la Universidad Central de Venezuela y la neuróloga,
maracucha, formada en la Universidad del Zulia; el oncólogo es de origen
hindú nacido en Venezuela con postgrado en Inglaterra. Los enfermeros y
enfermeras que he tenido oportunidad de conocer son de distintas regiones del
país: de Barlovento, de Monagas, de los Andes, de los Valles del Tuy, de
Caracas y en lo que todos coinciden es en su mística de trabajo.
Como paciente uno se siente
enormemente agradecido de haber tenido la oportunidad de conocer a gente que
siente pasión por su trabajo. La mayoría de ellos trabaja
enhospitales públicos y en lo que todos coinciden es en la falta
de insumos para atender a sus pacientes, muchos de ellos de bajos
recursos, con grandes dificultades para conseguir medicinas para
salir de angustiosas enfermedades y muchos de ellos al borde de la muerte.
Sr. Presidente, el soberano
puede dejar de comer una arepa un día, o dejar de tomar café, pero que
el Estadono pueda garantizar la salud a sus ciudadanos es
inadmisible. Sr. Presidente, piense lo que significa para un ser
humano perder a un padre, a un hijo, a un hermano. Yo soy de los que creen
que hay que incluir a los excluidos. Incluir para mí significa que el Estado
está obligado a garantizar a sus ciudadanos el derecho a la salud, la
alimentación, la seguridad y la educación.
Sr. Presidente, ¿sabe cuántas
vidas se podrían salvar y cuántas medicinas podríamos comprar con el precio de
un tanque de guerra, o esos aviones Sukoy para una supuesta
pelea contra el Imperio? Sr. Presidente, después de diecisiete años, es
evidente que hay algo que se está haciendo mal.
Ya que empezamos hablando de
cine, quisiera confesarle que mis películas funcionan, no porque yo sea el
mejor Director sino porque entiendo que el cine es un trabajo de
equipo y siempre he tratado de rodearme de los mejores profesionales de
este país. Sr. Presidente llegó la hora de cambiar a los actores. Busque en
la Sociedad Civil a los posibles sustitutos y, para continuar
hablando de cine, es muy importante también cambiar de vestuario: los uniformes
tampoco han funcionado. En nombre de mi familia, de mi hija y mis nietos, le
escribo esta carta pública.
He sido crítico y también
objetivo cuando he visto logros, pero esta circunstancia que me tocó vivir me
ha hecho reflexionar muchísimo acerca de la situación de la salud en Venezuela
por la que tanto ha luchado mi familia por cinco generaciones. No quiero que mi
silencio me haga cómplice de una realidad que no comparto. Sr.
Presidente, ojalá usted no tenga que vivir una experiencia similar para cambiar
de rumbo. Todavía estamos a tiempo. O me pregunto ¿quiere Ud. esperar el
resultado de las elecciones de Gobernadores y Alcaldes para tomar
decisiones? El soberano es sabio como dijo el Presidente Chávez, y lo demostró
el 6 de diciembre de 2015: ya la mayoría no está contenta. Se despide de usted.
Atentamente,
Diego Rísquez
Director de cine
Caracas, 19 de abril de 2016
13-01-18
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