Por Gregorio Salazar
Si el estado de castástrofe
social y desmantelamiento general de todas las capacidades del país no es capaz
de unir a los venezolanos, qué entonces podrá propiciarlo?
Cuál urgencia será necesaria para
entender que si los esfuerzos conjuntos de todos los sectores para detener esta
locura no se comienzan a hacer desde ya los venezolanos no tendremos
condiciones mínimas de vida, ni futuro, ni posibilidades de forjarlo en ningún
campo por un tiempo indefinido?
Esta semana la anarquía ganó
espacios. Ya no se trata de irrumpir en las carnicerías y salir con un cuarto
de res al hombro, una de las imágenes emblemáticas que dejó el estallido social
del 89. En primer lugar porque las carnicerías están vacías y nadie sabe si se
volverán a tener algo que vender. Ahora es gente joven a la que se le ha visto
invadir fincas, corretear las reses, apedrearlas, matarlas y descuartizarlas a
campo abierto.
Mucho más dolorosas las
gráficas de los cadáveres de cuatro jóvenes, dos muchachas y dos muchachos
falconianos, tendidos sobre la arena de las costas de Curazao, semidesnudos,
sangrantes, después de haber zozobrado la lancha en la que partieron de la
población de La Vela. Se ignora la suerte de otra treintena que los acompañaba
en esa huída desesperada. Uno de los tantos episodios trágicos que va
dejando para la historia la debacle venezolana.
Esa imagen y otras tan
dramáticas como esas dando fe de la desesperación en la que está sumida la
población se hacen virales en las redes sociales. ¿Qué otra convicción pueden
acentuar en la mente de los venezolanos sino que somos un país a la deriva,
mientras quienes concentran todo el poder sólo toman medidas para acelerar el
hundimiento, como los saqueos organizados por el Sundee en los supermercados?
La rapiña, el despojo, el
sálvese quien pueda aparece hoy como la única idea movilizadora, mientras el
descreimiento general avanza en medio de la más pavorosa incertidumbre.
Datincorp, una de las empresas que ha pulsado la opinión nacional con bastante
acierto, revela que la desconfianza en las instituciones del país supera
el 60 % y en algunos casos, como las policías y el CNE, el 70 %. Sólo la
iglesia conserva algún margen importante de confianza en el seno de la población
y ya ni siquiera participa en la mesa de diálogo.
De otros datos se infiere que
dada la crisis de la oposición partidista, sin un candidato que supere siquiere
el 3 % de apoyo popular, agriamente dividida y sin condiciones electorales,
Nicolas Maduro pudiera ser reelecto con un apoyo popular de un 30 %. Más o
menos el mismo porcentaje con el que fue electo Rafael Caldera para su segunda
presidencia. Sería su tercera victoria electoral al hilo después de haber
destruido un país.
Volvemos al mismo
llegadero.Para quienes siguen considerando válida la opción electoral,
Lorenzo Mendoza, es la única carta potencialmente ganadora a la vista y le dan
un respaldo de alrededor de un 40 %, según la señalada encuestadora. Falta
saber si dará paso tan crucial y, sobre todo, si después que lo dé no será
criminalizado y sacado de juego como todo lo que interfiera el proyecto
totalitario.
Quienes han perdido toda esperanza democrática, prenden la vela en el altar de Trum o de la comunidad internacional para una intervención armada. Creen que en Venezuela es posible sacar a Maduro del poder con una operación extractora, una muela arrancada sin dolor y mínimo derramamiento de sangre, para que después vengan la paz perfecta y el progreso indetenible. Huelgan los antecedentes que desmienten semejante ilusión.
Mientras, la vocería opositora
se divide entre lo electoral y lo abstencionista con posiciones tan enconadas e
irreconciliables como el que marca el enfrentamiento con el chavismo.
Posiciones que generan sólo frustración y desesperanza. Profundización del
fratricidio que abre paso a la acción devoradora de la anarquía.
Sí, estamos lloviendo sobre
mojado, pero parece que habrá que repetirlo hasta la saciedad.
14-01-18
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