Por Elías Pino Iturrieta
Hace poco más de una semana,
el profesor Ricardo Hausmann levantó una polvareda en la opinión pública,
debido a que sugirió “una posible intervención militar internacional” para
solucionar la pavorosa crisis que experimenta Venezuela como producto de las
acciones y la negligencia de la dictadura de Maduro. Tal vez fueran más los
entusiasmos que las críticas movidas por la insólita sugerencia, si uno se guía
por las reacciones en las redes sociales y considera que la profundidad del
malestar se puede aferrar al salvavidas que juzga más eficaz en medio de la
desesperación, pero las troneras en la platabanda aparentemente maciza de sus
argumentos aconsejan los comentarios que se intentarán de seguidas. Es extraño
que no hayan abundado, dicho sea de paso.
Ninguna objeción alrededor de
los datos que ofrece sobre la postración nacional. Las evidencias aportadas no
admiten controversias, son todas muy confiables, no en balde las divulga un
académico digno de mucho crédito. Tampoco la descripción de los esfuerzos
hechos desde las filas de la oposición para salir del atolladero, sin frutos
concretos hasta ahora. Sus referencias al Plan A de la oposición son adecuadas
debido a que, como afirma, no han funcionado y han animado la permanencia del
madurismo. Los problemas se presentan cuando nos quiere iluminar con un Plan B
de su cosecha, en el cual llega a la intrepidez de plantear la alternativa, esa
sí efectiva y segura, de una especie de multicolor expedición de milicos que
nos saque del barrial.
Cuando se detiene en el examen
de los trabajos de la oposición, el profesor Hausmann asegura que su
esterilidad se comprueba mediante la observación de la fortaleza de la
dictadura. De la MUD y de la AN solo ha quedado como corolario un régimen
animado por el continuismo, que ha acorralado y derrotado con facilidad a sus
rivales y que no va a despedirse si uno se atiene a recetas manidas e inútiles.
Por eso la trascendencia de la pócima cocinada en su laboratorio. Ciertamente,
los líderes de los partidos y los diputados del Parlamento legítimo no se han
salido con la suya, en eso tiene razón el profesor; pero, curiosa enormidad
viniendo de quien viene, pretende que sean ellos mismos los que, después de
destituir a Maduro con la mayor tranquilidad, pidan y encuentren un auxilio
militar foráneo. Ahora los pigmeos derrotarán al gigante por el conjuro del
catedrático. Ahora los que no han podido lo mínimo llevarán a cabo lo máximo,
para llegar a la alborada de un Día D programado en Harvard. Por desdicha, el
profesor no explicó cómo sucederá la metamorfosis que convertirá la debilidad y
la ineficacia en bastiones capaces de importar bayonetas y de acabar con una
dictadura que todavía se siente vigorosa, a menos que la cabriola dependa
únicamente de su docto llamado o de situaciones desconocidas por un escribidor
corriente y moliente.
Conviene también detenerse en
una de las analogías que maneja para el apuntalamiento de su invitación. Llega
al extremo de establecer similitudes entre su soñado Día D y la campaña de
Bolívar en 1814, debido a que esta fue una invasión financiada por el gobierno
de la Nueva Granada y salida de sus lejanos confines. Su Día D puede ser como la
Campaña Admirable, se atreve a sugerir sin ser demasiado enfático. Aparte de
que no existe un gobierno republicano en la Nueva Granada de 1814, sino varias
administraciones descoyuntadas, pobres y enfrentadas entre sí, refiere a una
situación de conflagración abierta que ya va para tres años y que, bajo ningún
respecto, admite comparaciones con la actualidad. Emparejar la beligerancia que
provoca la Guerra a Muerte con las penalidades de nuestros días solo ha sido
operación fabricada por los comentaristas del chavismo y por el propio Chávez,
gente habitualmente anacrónica y superficial, pero jamás por quienes tienen
conciencia de la aventura que significa jugar con el almanaque y con las
vicisitudes específicas de cada tiempo histórico.
De lo cual se desprende la
necesidad de que inventemos un Plan C serio y convincente de veras. Vendrían
bien las iniciativas del profesor Hausmann, no faltaba más, si destapa
oportunamente sus cartas y toca tierra venezolana con pie firme.
14-01-18
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