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domingo, 1 de abril de 2018

Antes de ganar por @garciasim


Por  Simon García


La cultura y el movimiento democrático no propician la abstención. Dejar de votar es una enfermedad de la democracia. Y no hacerlo en dictadura, aún bajo condiciones muy restrictivas, es renunciar a una función que genera democracia y desalinea a los ciudadanos de la sumisión al régimen.

La caída del imperio soviético, un gigantesco aparato totalitario, comenzó cuando sus dirigentes tuvieron que convocar a elecciones y los “súbditos” participaron bajo reglas peores a las que nos impone este gobierno. La oposición, ejemplos como el de Solidaridad, aprovechó esa rendija para denunciar, movilizar, organizar y recortarle legitimidad al régimen. Fue el inicio de una esperanza victoriosa.  

En nuestro caso la abstención es la confesión de que se instaló en nuestro cerebro la idea de que no hay salida mediante el voto. Una derrota tan fuerte para los demócratas que los induce a entregar sus derechos y a rendirse sin dar la lucha en el terreno real donde se va a decidir el 20 de mayo si efectivamente se puede o no ponerle fin a la tragedia del país.

Toda la dirección de la oposición, la que ahora llama a salirse del tablero electoral y la que  prefiere votar aunque tenga que salirse de la fila de la MUD, ha pecado en no caracterizar certeramente la naturaleza de este régimen y por ello incurre en la ingenuidad, como lo he señalado repetidamente, de pedirle peras democráticas al olmo de la dictadura. Ahora se añade  otro imposible: usar la abstención como medio para enfrentar a una cúpula autoritaria, asociada a mafias delictivas.

Hemos subestimado la inteligencia y el uso de las nuevas tecnologías de opresión empleadas por el Estado para esterilizar la protesta y la resistencia social. El régimen ha debilitado la voluntad de cambio, ha desmoralizado opositores y destruido la confianza en nuestras propias fuerzas. Estamos a punto, unos y otros, de convertirnos en agentes de descalificación de la parte con la que diferimos, de negarnos a apoyar a una solución porque no lleva nuestra marca o desechar a un candidato porque hubiéramos preferido a otro.         


Antes de ganar hay que unir a los venezolanos que quieren otro país sin excluirlos porque vengan de otra parcialidad. No habrá gobernabilidad ni reconstrucción sin un gran acuerdo nacional entre sectores de los dos proyectos que han sido rivales estos años. El terreno para conformar una coalición alternativa es el descontento y la lucha contra el hambre.  

No debemos ignorar que todas las encuestas revelan un clamor popular por castigar a Maduro. Ya todos sabemos que votar o abstenerse no significa consentimiento al régimen y que podemos complementar las luchas en distintos tableros. Lo que propone la abstención (no legitimar al régimen) puede ser logrado votando; pero los que votan pueden lograr un objetivo (derrotar electoralmente al régimen) que jamás se alcanzará con abstención. 

Tenemos que vencer en tres batallas para ganar: recomponer la unidad, estimular el voto castigo y doblegar mesa por mesa, a los que cuentan los votos.

31-03-18


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