Por Carolina Gómez-Ávila
Se puede prometer algo por
error, pero los errores son reconocibles con facilidad. Como son involuntarios,
brotan súbitos sobre aspectos elementales que los hacen notorios; la paradoja
es que eso mismo los hace excusables sin mayor esfuerzo ni consecuencias.
Pero si la intención ha sido
engañar, inducir a otros a aceptar algo inconveniente, conducirlos a una
decisión perjudicial para sí mismos bajo supuestos errados, se llama dolo.
El dolo, definido por Andreas
von Tuhr, es “la conducta que intencionalmente provoca, refuerza o deja
subsistir una idea errónea en otra persona, con la conciencia de que ese error
tendrá valor determinante en la emisión de su declaración de voluntad”.
Es dolo presentar la oferta de
dolarizar como si ella sola pudiera corregir las escandalosas distorsiones de
la macroeconomía venezolana. Se omite -a sabiendas, y esto es lo grave- que la
ofrecida panacea no servirá de nada si no se acompaña de severas políticas
fiscales, de manejo de la deuda pública y de otras monetarias, laborales y de
estímulo a la producción.
Es dolo ofrecer como atractivo
un sueldo de 79 dólares mensuales. ¿Por qué? Porque se omite revelar cuánto
tendremos que pagar por los servicios fundamentales que encarecen el costo de
todo de manera directa o indirecta.
¿O es que el grotesco subsidio
a la gasolina no se va acabar? Y en vista del colapso del sistema eléctrico -ya
pase a ser privatizado o continúe siendo público- ¿cuántos dólares nos costará
mensualmente la electricidad? ¿El agua? ¿La telefonía fija y celular? ¿Y el
transporte público? ¿Qué me dicen de internet y de la televisión por cable, son
un lujo? ¿La atención médica podrá seguir siendo gratuita? Me he quedado en los
servicios básicos sin llegar a la comida y el vestido, ¿de verdad cree usted
que alcanzarán los cacareados 79 dólares para algo más de lo que alcanza ahora
el sueldo mínimo?
A modo de referencia, 79
dólares mensuales equivalen a 2,63 dólares diarios, un monto que en EEUU -con
suerte y ofertas- no alcanza para comprar dos galones de gasolina ni dos cafés
con leche baratos. Creer que ganar dólares es ganar muchos dólares, es la
primera fantasía que debe ser desterrada de la mente de la población.
Pero la oferta de la dolarización
es aún más dolosa porque omite el trámite legal -y por lo tanto político-
imprescindible para ponerla en práctica: El artículo 318 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela establece que nuestra unidad monetaria es
el bolívar, ninguna otra.
Este artículo forma parte de
un capítulo dedicado al régimen fiscal y monetario en el que se
constitucionaliza la autonomía y exclusividad en la materia (con algunas
coordinaciones con el Fisco Nacional y el Fondo de Estabilización Macroeconómica)
del Banco Central de Venezuela, dejando claro que el mismo “no estará
subordinado a directivas del Poder Ejecutivo”.
También establece nuestra CRBV
que el presidente del BCV es designado por un período de 7 años por el
presidente de la República (y que debe ratificado por la Asamblea Nacional) por
lo que considero prudente tener presente que el actual fue designado en octubre
de 2017.
Aún falta: no se habla -con
intención de engañar- del tiempo que tendría que esperar el agonizante y
hambriento pueblo de Venezuela que depositara su confianza en esta ilusión
fallida.
Mientras los adeptos de Falcón
defienden la propuesta de dolarizar a la voz de “el hambre no espera”, el
artículo 343 da potestad a la Asamblea Nacional para tramitar cualquier
iniciativa de reforma constitucional a través de tres discusiones que pueden
durar hasta dos años y que, para aprobarla, será necesaria la mayoría
calificada (sí, las dos terceras partes que nos arrebató inconstitucionalmente
el TSJ). Y después de eso debería ser sometida a referendo.
Dolarizar es imposible si
antes no se realiza una lenta, compleja y peligrosa reforma constitucional, que
puede implicar unas delicadas disposiciones transitorias o la necesidad de
esperar, además, la promulgación de una nueva Ley del Banco Central de
Venezuela. Pero también esconde otro tipo de riesgos.
Hasta aquí he echado un
vistazo a lo más evidente del engaño económico y legal involucrado en la oferta
de la dolarización, pero no he incluido las implicaciones políticas que todo
ello acarrearía: ¿Querrá una porción importante de la población que ese
eventual referendo aprobatorio se realice “con otro CNE”? ¿El actual presidente
del BCV, su directorio y los factores de poder relacionados, colaborarán
gustosos con la confiscación de sus facultades para que prospere esta reforma?
¿Sería realmente la AN la que adelantaría este trámite o lo haría la írrita
ANC? ¿Y si la ANC aprovecha el lance para revivir su proyecto de una nueva
Constitución en la que se contemple la tal dolarización pero que también se
acabe con el sistema republicano en favor de su anunciado Estado Comunal?
Dolarizar puede ser la última excusa para que nos conculquen las pocas
libertades y estructura legal que nos quedan.
Los venezolanos que vemos los
engaños y graves riesgos escondidos en la propuesta de la dolarización, estamos
en el deber ciudadano de alertar al resto: ¡Bajo el grito de “el hambre no
espera”, la campaña de Henri Falcón esconde una cruel estafa a la nación!
07-04-18
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