Por Henrique Capriles
¡No queremos morir! Ese es el
clamor de nuestros enfermos. Es lo que dicen entre lágrimas nuestros niños, que
además de padecer una enfermedad tienen que enfrentar la precariedad del
sistema de salud venezolano y la falta de sensibilidad y la indolencia de
quienes deberían asegurarles tratamiento y calidad de vida.
Lo que viven nuestros niños
por la gravedad de la crisis de la salud y la desnutrición es una de las caras
más trágicas del drama venezolano que a diario se profundiza y hasta nos
sorprende con nuevas facetas.
¡El pueblo no puede esperar
más! Pero eso no le importa a Maduro. Ven el dolor de los venezolanos como un
recurso del que valerse para lograr el objetivo de atornillarse en Miraflores.
Ni una vida menos, eso es lo
que tenemos que proponernos los venezolanos. El drama que vive nuestro pueblo
nos reclama unidad de acción, claridad en la ruta y en los objetivos.
De lo contrario el caos
seguirá ganando terreno. Hoy más de 4 millones de personas se encuentran sin
acceso a medicinas. La escasez de medicamentos es de 90%.
Maduro es destrucción.
Venezuela muere por el deterioro de la salud, por la falta de insumos y
fármacos, por hambre, por inseguridad, pero nada los conmueve.
¿Cómo pueden ignorar el
llamado de nuestros niños que imploran que les permitan seguir viviendo? ¿Cómo
desconocer que para finales de 2018 la desnutrición infantil podría alcanzar
25%?
¡No se puede seguir negando la magnitud de la crisis, debe abrirse un canal humanitario! ¡Se trata de la vida del pueblo!
Decir que Venezuela es un país
de mendigos porque pide un canal humanitario como lo dijo Maduro, es un acto de
soberbia. Hoy 90% de los venezolanos es pobre y 66% se encuentra en pobreza
extrema. Son ellos quienes quieren un país de personas dependientes porque con
ello pretenden dominar su voluntad.
Por eso crearon los Clap. Los
vendieron como la solución ante la necesidad de alimentos, pero la realidad es
que sólo le llega a 2 de cada 10 hogares, cada vez con menos frecuencia y
calidad.
Si los Clap hubieran sido un
éxito como pretenden hacer ver, no habría cada vez más venezolanos hurgando en
la basura buscando algo para llevarse a la boca.
Con un gobierno responsable
hoy no tendríamos 45% de la población admitiendo que come menos de tres comidas
diarias, otro 45% afirmando que lo hace sólo dos veces y 10% reconociendo que
come una vez al día.
Comenzar a revertir este
desastre es posible y el primer paso para lograrlo es el cambio de gobierno. Quienes
nos metieron en este hueco no tienen ninguna intención de sacarnos de él.
Según los análisis de la
Asamblea Nacional, con la inflación de marzo, que se ubicó en 67%, la acumulada
del primer trimestre llegó casi a 454% y la anualizada escaló a 8.878 %. Los
venezolanos no nos merecemos esto. Este gobierno en lugar de incentivar la
producción privilegió la importación. Entre 2015 y 2017 vivimos la mayor caída
productiva de nuestra historia y la mayor del mundo sin incluir a Libia y Sudán
y estamos a punto de padecer el peor colapso mundial en 50 años.
Siempre lo hemos dicho, hay
que estimular la producción pero eso no ocurrirá si no nos unimos pensando en
la recuperación de Venezuela y en un cambio de gobierno que permita sentar las
bases para la reconstrucción del país.
Coincido plenamente con
quienes afirman que mientras más demore la transición política más difícil será
la reconstrucción. Los venezolanos merecemos un gobierno que sea capaz de
ejecutar medidas para la recuperación económica, social y política del país.
Según las encuestas 98% de los
venezolanos opina que el país está mal o muy mal. Ese descontento se hace
evidente en la cantidad de protestas; el indicativo más importante del rechazo
que existe hacia Maduro y su gobierno.
Los primeros 90 días del año,
se registraron 26 protestas diarias, para un total de 2 mil 414, 93% más que el
mismo período de 2017, sólo por los problemas con la distribución de los Clap
hubo de 4 a 5 semanales.
Esa es la razón por la que no
quieren que los venezolanos ejerzamos con garantías plenas nuestro derecho a
elegir. Saben que en estas circunstancias y en un proceso democrático y libre
Maduro no volvería a ser presidente.
Los números son implacables.
Hoy el 82% de los venezolanos votaría en un proceso electoral con condiciones
confiables y en ese escenario la oposición ganaría con 25% de ventaja.
Esta semana Lucena tuvo el
descaro de amenazar con sanciones a quien propicie la abstención. ¿Sabrá que el
mayor alimento de la abstención es la desconfianza que ellos mismos han
sembrado desde el CNE? ¿Quién sino ella ha mancillado la credibilidad del voto
en Venezuela?
La voluntad de un grupo no
puede estar por encima de un pueblo entero. 75% quiere cambio y tomando las
decisiones correctas sí es posible lograrlo.
Debemos poner el sufrimiento
de nuestra gente por encima de nuestras diferencias, demostrando que, a
diferencia de Maduro, nuestro compromiso es con el pueblo.
Si en su afán de mantenerse en
el poder a toda costa, Maduro concreta sus planes, lo cierto es que no tendrá
ninguna legitimidad y así no va a poder gobernar, lo que expondrá todavía más
la gravedad de la crisis que estamos viviendo.
No olvidemos que la verdadera
unidad nos ha permitido importantes logros en el pasado reciente. No podemos
seguir desgastándonos en el “te lo dije”, en la descalificación, en la búsqueda
de culpables, en los señalamientos a quienes desde la Asamblea Nacional
intentan seguir trabajando por el país.
Lo he dicho antes, la UNIDAD
debe evaluar si la política que se ha planteado es la correcta. Tenemos que
escuchar al país, leamos correctamente el termómetro que es nuestro pueblo.
Hay que dejar de lado la
intransigencia y encontrar un equilibrio que permita el encuentro entre
posiciones que se complementen y que respondan al interés superior de los
venezolanos, que no es otro que salir de esta crisis para que se les devuelva
el futuro que hoy se les niega.
¡Qué Dios nos dé la sabiduría
y la fortaleza para mantenernos en esta lucha y que bendiga a nuestro amado
pueblo!
15-04-18
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