Luís Ugalde, SJ 15 de de septiembre de 2022
En
Venezuela no todo es división y confusión. Hay claros consensos, incluso entre
opositores y gobiernistas. Todos queremos cambio para lograr cuatro cosas:
trabajo con buen salario, servicios públicos básicos como agua, luz
transporte..., servicios de salud al alcance de todos y educación de calidad
que ponga a valer el talento de cada uno, y la libertad sin dictadura. Solo
algún trastornado o delincuente que vive de la maldad estará en desacuerdo.
Siendo
esto así, cada día somos más -incluso chavistas- que nos preguntamos por qué el
gobierno de Maduro no quiere o no puede hacer realidad estas urgencias de
consenso nacional. Yo estoy convencido de que Maduro es inteligente y, me
cuesta entender que quien tomó el mando del país con la promesa de acabar con
la miseria y la exclusión, al ver resultados claramente contrarios no abre paso
para que los venezolanos lleguemos a acuerdos básicos para resolver las cuatro
grandes necesidades en las que ha fracasado el régimen. El grave enfermo
nacional necesita consensos claros, sencillos y sin rollos politiqueros.
1-Trabajo y buen sueldo.
Las
empresas estatales fueron llevadas a la ruina y, las privadas espantadas: miles
se cerraron, y la mayoría de las activas trabaja por debajo del 30% de su
capacidad. Cualquiera entiende que, para generar trabajo bien remunerado para
cinco millones de hombres y mujeres semiparalizados, es imprescindible una muy
cuantiosa inversión de capital, fundamentalmente privado, puesto que el Estado
está arruinado. Pero es obvio que no vendrán miles de millones de dólares
nacionales e internacionales, sin garantías jurídicas y bajo la amenaza de la espada
del “exprópiese”, lista para decapitar a la empresa privada. El régimen ha
entendido la necesidad de atraer capital y ha salido a regalar invitaciones y a
vender promesas a quienes vengan a invertir. Pero nada logrará si no hay
garantías, ni confianza. Imposible (ver Cuba) con el iluso “Socialismo del
Siglo XXI” cuya piedra angular es la eliminación del “capitalismo explotador”.
Al capital no le gusta suicidarse y huye rápido de la guillotina. Por eso,
sectores como la construcción y la producción agrícola e industrial siguen
paralizados, a pesar de que ciertas liberaciones hayan activado el comercio
importador y el consumo deslumbrante en pequeños sectores. El salario de hambre
de los trabajadores sigue bajando y el crédito nacional e internacional está
muerto. Así no sube la producción nacional.
2-Servicios Públicos básicos.
Nada
caminará con la incapacidad e irresponsabilidad demostradas para restablecer el
normal funcionamiento de servicios de electricidad y de agua, para lo cual el
país había hecho cuantiosas y muy exitosas inversiones, que fueron la envidia
de toda América Latina. Una lamentable gestión pública, corrupta e
irresponsable, ha despojado a los venezolanos de luz y de agua y, los tortura.
No olvidemos el Metro de Caracas que fue ejemplo de eficiencia y hoy, está en
el abandono.
3-Servicios de Salud y Educación.
Todos
nos preguntamos cómo hizo la “revolución” para hundir la plataforma humana
básica en servicios de salud y de educación puestos al alcance de toda la
población. Hace 30 años pensábamos que lo logrado se había estancado y había
que relanzarlo y sanearlo en muchos aspectos, pero nadie deseaba esta ruina que
ha empujado a doloroso exilio a más de 6 millones de seres y ha convertido la
educación y la salud pública en castigo para los que no tienen dinero.
4-El mesías engañoso.
Uno de
los peores engaños es el mesianismo milagrero que el chavismo agravó con el
populismo reparticionista de una falsa “riqueza sin límites” que nos había
caído en la lotería petrolera. El mesías milagrero convirtió esos ingresos en
su caja chica para ir sacando decenas y decenas de “millarditos” (miles de
millones de dólares) repartidos con criterio de populista desinversor que acabó
hasta con la propia PDVSA. Los disparates se pagan y el mesías se fue el 2013
dejando asentadas las bases de la ruina nacional que luego se han agravado
hasta perder 80% del PIB (suma de la producción venezolana).
Volvamos
a la realidad. Nos guste o no, no queda más alternativa que reprivatizar lo que
mató la estatización. Ofrecer garantías jurídicas para que el capital y el
trabajo se encuentren, reforzar mutuamente sus talentos y conectarse con las
potencialidades naturales que tiene Venezuela, si se las sabe despertar. Todo
un cambio profundo de nuestra mentalidad económica y su relación con la calidad
educativa. No basta el cambio interno del país, sino que necesitamos una nueva
relación internacional de confianza y de colaboración con gobiernos,
multilaterales y capitales privados. Necesitamos superar las sanciones, lo que
no se logrará si no recuperamos la democracia, los Derechos Humanos y las libertades
básicas violadas.
La
llave de las puertas cerradas. Ahora el desastre es de tal calibre y las
necesidades tan dramáticas que es imprescindible una unidad nacional superior,
un enorme apoyo internacional y pasar la página al trasnochado juramento
anticapital. Esta puerta se abre si Maduro reconoce el fracaso estrepitoso e
insostenible y de verdad camina hacia el acuerdo nacional con diversos actores.
Ahora que las oposiciones organizadas parecen escondidas, la población ve y
escucha con más claridad la falta de futuro y de esperanza con el régimen. La
llave la tienen Maduro y sus militares que deben abrirse al cambio profundo. El
malestar y la oposición no están muertos, sino silentes lo que permite escuchar
de manera ruidosa la falta de esperanza gubernamental.
Abrir
la puerta a la democracia y al acuerdo nacional- con gran solidaridad
internacional. Para ello es imprescindible la apertura a la pluralidad
democrática con elecciones justas, libres y abiertas a la alternabilidad.
Luís
Ugalde, SJ
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