Cada semana se me hace más difícil escribir. Los temas se agotan no por desaparecer los problemas, sino porque cada vez están peor. Nada mejora. Eso nos hace repetitivos. De tanto repetir lo malo podemos contribuir a incrementar la creciente desesperanza existente en la mayoría de los venezolanos. A eso juega el gobierno. Le conviene, por lo que no dejaremos de escribir para tratar de levantar de nuevo la esperanza del cambio posible.
Cifras de organismos calificados colocan a Venezuela en la cola de Latinoamérica. Algunos números reflejan situaciones peores a las de Haití, por ejemplo. En todas las áreas el país retrocede, incluidas aquellas en las que el régimen recientemente ha hecho maniobras para proyectar una mejoría que a todas luces es tan temporal como artificial.
Resulta ingenuo pensar que el cambio se dará automáticamente con las elecciones presidenciales de 2024, el cambio del usurpador en 2025 y ese mismo año con las elecciones regionales y municipales. Me cuesta creer que calificados y veteranos dirigentes políticos tenidos como opositores estén centrados en esas fechas electorales. Los debe haber de buena fe, pero también hay bastantes jugando a la cohabitación, a la coexistencia, con el régimen que tienen la obligación de combatir.
Al conversar sobre estos aspectos algunos me preguntan qué hacer entonces. La respuesta fue dada por la Asamblea Nacional 2015, pero no todos los que la dieron han sido consecuentes con lo aprobado y anunciado entonces. Recuerdo los tres temas: cese de la usurpación, designación de un gobierno provisional y finalmente, la convocatoria a elecciones generales para reconstruir la democracia.
Esos puntos unidos a la designación de Juan Guaidó como presidente interino o encargado, como prefieran llamarlo, lograron un importante apoyo de la comunidad internacional, siempre dispuesta a respaldar activamente las iniciativas que se tomaran. Las pocas que se han tomado no han sido suficientes y de algunas otras, indispensables pero más peligrosas, ni siquiera se habla hoy en día.
No me gusta disparar hacia los costados cuando el adversario fundamental está al frente. Cada quien sacará sus propias conclusiones, pero es tiempo de construir con seriedad la unidad necesaria para el cese a la usurpación que encabeza Nicolás Maduro. Tiene que irse para poder revertir hacia lo positivo todo lo negativo del presente.
Ha sido dicho que los últimos 23 años han sido los peores de nuestra historia republicana. Es cierto. Jamás nos imaginamos que pudiéramos llegar a la situación en la cual estamos. Ya no se trata de una lucha entre izquierdas y derechas, ni de buscar el centro como refugio o trinchera. En el caso venezolano se trata de liquidar un régimen y de eliminar para siempre los tentáculos del crimen organizado, del narcoterrorismo macro y micro, que hoy existe.
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