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sábado, 17 de septiembre de 2022

Esclavitud moderna en Venezuela / Sául Jiménez Beiza @sauljimenezbei1

 


La abolición legal de la esclavitud se inicia en Venezuela con el movimiento independentista, el artículo 202 de la Constitución Federal de 1811 eleva a precepto constitucional la prohibición. Durante las campañas de la Independencia se ofreció en ocasiones la libertad a título individual, extensivo a familiares directos, para esclavos que se alistaron en el Ejército y combatieron a favor de la República.

Inmediatamente después de la Batalla de Carabobo, el Libertador en su condición de general en jefe del Ejército vencedor, solicitó el 14 de julio de 1821 al Congreso Constituyente de la Gran Colombia «la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en el territorio de la República». El presidente de la República, José Gregorio Monagas, en 1854, favorecía la eliminación de la esclavitud, a quien los historiadores han llamado, por esto, «el libertador de los esclavos».

Cuando hablamos de esclavitud moderna, nos referimos a la forma en que una persona es obligada a trabajar en condiciones infrahumanas sin que pueda negarse debido a la coerción, las amenazas o el abuso de poder, entre otros.

Entre las principales causas de la esclavitud moderna se encuentra la pobreza, que vuelve más vulnerables a las personas que la sufren, especialmente a la infancia. Estas pueden caer más fácilmente (ya sea voluntariamente o por la fuerza) en alguna de las formas de esclavitud que existen hoy en día.

Recuerdo que en el año 1960-61 visitábamos la hacienda «Montesacro» propiedad de Nelson Aldrich Rockefeller quien la había adquirido en 1953,  7.750 Ha. y lo hacíamos para llevar mensajes cristianos a las familias, el padre oficiaba la misa y además para conocer las condiciones de vida de las personas que laboraban en la hacienda, cuando conversábamos con los campesinos nos sorprendía sus condiciones de vida y el contrato de trabajo, nos parecía una esclavitud que ellos vivieran en casas de la propia hacienda, la comida se las vendían allí, la escuela era de la hacienda y de vez en cuando les llevaban un médico para que los examinarán.

Cuando les preguntábamos, ¿cuánto ganaban? era prácticamente nada, ellos no tenían ningún ahorro porque la administración les descontaba todo y ellos apenas se quedaban con unos bolívares que en definitiva solo les alcanzaban para el día domingo que era su día libre de la semana. Ahogarán sus penas con la compra de una botella de aguardiente, claro Santa Teresa, esa vida nos parecía muy triste, además de la explotación del hombre y así se lo manifestábamos al administrador y le pedimos que mejorara las condiciones de vida de esas personas y que les dieran un mejor salario para que pudieran ahorrar, algunas de esas peticiones se lograron por la insistencia de los estudiantes que una vez al mes los visitábamos.

Hace pocos días, era un domingo conseguí al señor que barre las calles trabajando, me llamó la atención por cuanto los domingos no es laborable y su respuesta fue que ellos deben trabajar de lunes a domingo porque el día que no trabajan se los descuentan, que él tenía que pedir permiso para el próximo jueves porque tiene que ir a consulta y que eso significa que en la semana en vez de recibir 57,00 bolívares recibiría 50,00 por el descuento del día, es decir que ese señor obrero trabajando 7 horas diarias barriendo las calles percibe un «salario» de 8,00 bolívares diarios y que además de eso debe pagar pasaje, traer su comida para el almuerzo, cubrir los gastos de su casa y familia.

En comparación con las vivencias de la hacienda Montesacro y la conversación con el señor que barre las calles hoy se puede decir que Nelson Rockefeller fue un niño de pecho ante las barbaridades que actualmente están viviendo los trabajadores de la administración pública a todos los niveles y siempre me pregunto dónde quedan los discursos bonitos sobre justicia social y en la práctica se pisotea la dignidad humana.

sajidb47@yahoo.com.ar

https://talcualdigital.com/esclavitud-moderna-en-venezuela-por-saul-jimenez-beiza/




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