Trino Márquez 09 de mayo de 2024
@trinomarquezc
La
Plataforma Unitaria Democrática ha realizado una extraordinaria labor desde su
fundación, poco después de desaparecer la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),
en 2018. Las diez organizaciones que la integran
–claramente enfrentadas al régimen- han logrado mantenerse cohesionadas a pesar
de sus diferentes enfoques.
Desde hace varios años, la PUD logró el reconocimiento internacional de los gobiernos que aspiran que la democracia retorne a Venezuela y las elecciones populares vuelvan a ser la fuente de legitimidad de los poderes públicos. Durante este período, los vínculos de la alianza con el Gobierno de Nicolás Maduro han pasado por momentos de enorme tensión, que fueron disipándose sin que el grupo se fragmentara. La etapa más crítica fue cuando la Asamblea Nacional electa en los comicios parlamentarios de 2015 –dominada por la oposición- decidió designar a Juan Guaidó presidente interino, con el fin de cubrir el vacío legal creado por la elección ilegítima de Maduro en la cita electoral de 2018, cuando se realizó la elección presidencial convocada por la Asamblea Constituyente presidida por Diosdado Cabello. Fue esa una etapa de máxima crispación en el ambiente político interno y gigantesca presión sobre Maduro en el plano internacional. Más de cincuenta países en el mundo reconocieron el interinato de Guaidó.
De esa
convulsión surgió la necesidad de buscar algunos mecanismos de entendimiento y
mediación entre el Gobierno –condenado y aislado en el contexto internacional-
y la oposición agrupada en la PUD, que reclamaba el retorno a la normalidad
democrática y el restablecimiento de las garantías constitucionales en el
ámbito electoral. El Reino de Noruega asumió la iniciativa de convertirse en
mediador y promotor de una instancia de diálogo entre Gobierno y Oposición.
Desde aquellos primeros pasos hasta el presente los escenarios de esos
encuentros han variado. Gobierno y PUD se han reunido, además de en Noruega, en
México, República Dominicana y Barbados. En cada una de esas convocatorias,
bajo la mirada atenta de los gobiernos testigos y acompañantes, se han firmado
documentos, memorandos de entendimiento y acuerdos, luego ignorados o violados
olímpicamente por el régimen. A pesar de los desplantes, allí se han mantenido
los negociadores de la PUD. Ha permanecido Gerardo Blyde, el jefe de la
delegación opositora, encarando las insolencias del oficialismo y las críticas
del bando más radical de los opositores que, sin proponer ninguna alternativa
factible, señalan que con la “dictadura no se negocia”.
De
esas conversaciones truncadas y algunas veces decepcionantes, surgió el
compromiso firmado en Barbados de cumplir el mandato constitucional de realizar
la elección de 2024, respetando algunas de las normas básicas de toda elección
democrática. Una de ellas, que la oposición pudiese seleccionar su propio
candidato. Es cierto que María Corina Machado, electa en la Primaria del año
pasado, fue inhabilitada de forma ilegal, y que luego Corina Yoris, la elegida
por MCM para sustituirla, fue rechazada por el CNE sin que existiese ninguna
razón para reprobarla. Sin embargo, gracias al temple de la PUD, al final
Edmundo González Urrutia pudo inscribirse como representante de la oposición
unida. En torno al diplomático de carrera se ha aglutinado la línea opositora
que no contemporiza ni se deja comprar por el Gobierno.
Hoy
Maduro se encuentra cada vez más atrapado en medio de un proceso que no quería
y contra el cual ha conspirado de múltiples formas: ignorando los convenios
firmados; persiguiendo a dirigentes que se negaron a convalidar documentos que
consideraban abusivos (este es el caso de Julio Borges, quien no aceptó
suscribir el texto presentado por el régimen en República Dominicana);
persiguiendo a miembros del comando de campaña de MCM; impidiendo que los
venezolanos en el exterior se inscribieran en el Registro Electoral; y creando
de numerosas formas un ambiente turbio y pesado en torno a la cita del 29 de
julio. Ahora, las circunstancias están llevando a Maduro a enfrentarse con
González Urrutia, con apenas 20% de aceptación popular y con una oposición que
no se atomizó en un archipiélago de alacranes, como él pretendía, sino con un
aspirante que representa más de la mitad de los votantes, indignados por la
ruina del país y porque se les negó el derecho a votar por MCM, la líder
popular que emergió con fuerza arrolladora en los últimos años.
La
tríada conformada por la Plataforma Unitaria, María Corina Machado y Edmundo
González Urrutia no surgió del azar, sino de una paciente reflexión de la
dirección política opositora en torno a los errores cometidos en el pasado,
entre ellos el abstencionismo y la prepotencia, y de la definición de una
estrategia que coloca el acento en la conveniencia de subrayar las zonas de
encuentro y acuerdos.
Bajo
la conducción de la PUD, el trabajo incansable de María Corina Machado y
el aplomo de Edmundo González Urrutia, será posible comenzar a reconstruir la
democracia y el país.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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