Ángel Oropeza 09 de diciembre de 2022
@AngelOropeza182
Revisando
archivo, y a propósito de lo que los estudios de opinión señalan acerca de la
temporal crisis de liderazgo en el mundo opositor y la percepción de lejanía de
nuestros dirigentes por parte de la mayoría de la población, me encontré con
una reflexión original del papa Francisco hecha el Jueves Santo del año 2013.
En esa ocasión, el Papa invitó a los obispos, sacerdotes y religiosos –esto es, a los «pastores» de la Iglesia- a recordar que la única forma en que un pastor pueda acompañar y guiar a sus ovejas es acercándose a ellas, conociéndolas, tocándolas, en otras palabras, aprendiendo a «oler a oveja»: “les invito a que vayan a las periferias, donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantas explotaciones, y sean pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño”.
Esto
de “oler a oveja” de entrada nos puede parecer extraño, e incluso puede sonar
desagradable y hasta despectivo para algunos. Sin embargo, hay que recordar que
las figuras de corderos, ovejas y lobos son frecuentemente citadas en la
Sagrada Escritura. De hecho, al mismo Jesús se le denomina con frecuencia “el Buen
Pastor”, que libera y guía a su pueblo, al que la literatura bíblica identifica
con el símil de las ovejas que confían en el pastor que “da la vida por ellas”
(Evangelio de san Juan, Cap. 10, vers, 11). Es por ello que ser “pastor
de almas” tiene su inspiración en el pastoreo del rebaño: cuidar, guiar,
alimentar, curar, enseñar, estar cerca. Cuando Francisco invita a sus curas a
que huelan a oveja, les está pidiendo que sean cercanos a la gente, que no se
aíslen de ella, que compartan de cerca sus penas y sus alegrías.
Una de
las modas hoy entre muchos venezolanos, algunos de ellos con gran
capacidad mediática y no poca incidencia opinadora, es adjudicarse -seguramente
con muy buena intención- el poder de hablar por el pueblo y de «traducir» para
otros lo que ese pueblo siente, percibe y demanda. Con bastante frecuencia,
esas interpretaciones del «sentimiento popular» terminan siendo proyecciones de
sus propios deseos y lecturas, las cuales se buscan legitimar imaginándolas
como reproducciones fidedignas de la percepción de la gente, cuyas penurias y
dinámicas por lo general suelen no conocer mucho. Así, por ejemplo, se proponen
pautas de acción política -usualmente «urgentes»- en cierta dirección y
bajo determinada forma, porque «eso es lo que quiere el pueblo”.
«La
gente quiere esto», o «el pueblo está esperando que se haga esto» suelen ser
expresiones de uso corriente que, a pesar de la buena fe de sus emisores, en
realidad son básicamente proyecciones de sus propias interpretaciones y
urgencias.
Esta
tendencia, aunque siempre conducente a errores, puede parecer solo una
característica anecdótica de los tiempos que corren. Pero cuando ella se
presenta en algunos que aspiran a canalizar la aspiración de cambio de la
población y a dirigir los esfuerzos por la liberación democrática de Venezuela,
esta propensión se convierte ya en una limitación importante. No sólo ella
genera un peligroso alejamiento de la realidad, sino que termina produciendo
una inconveniente tergiversación cognitiva, asumiendo como real lo que en
verdad son simplemente sus creencias o lo que su alejada y sesgada percepción
les sugiere.
Lo
cierto es que todo aquel que aspire a contribuir en la trascendental tarea de
liderar a un pueblo y acompañarlo hacia su liberación debe comenzar por
conocerlo, por atreverse a tocarlo, por permitirle que hable y no solo que
escuche, por entender su diversidad y su resistencia a que se les simplifique
detrás de categorías reduccionistas y estereotipos estrechos. Debe comprender
que «hablar y compartir con el pueblo» es lo único que en justicia
permite el atrevimiento de «hablar del pueblo».
El
pastor que crea que a control remoto, por internet o desde la comodidad de su
oficina, puede conocer y guiar a su rebaño, o siquiera hablar por él, no es un
buen pastor. Como dice el evangelio, “el buen pastor conoce a sus ovejas, y
ellas le conocen”. De igual manera, el dirigente que autorefuerza su propia
percepción hablándole siempre a los mismos, buscando los aplausos fáciles,
haciendo asambleas y encuentros con los de su propia tolda, o haciéndose acompañar
sólo con los ya convencidos, podrá ser por mucho tiempo dirigente de su parcela
política, pero difícilmente un líder que la gente reconozca y sienta como tal.
La
invitación de Francisco en aquel Jueves Santo es a no olvidar que un requisito
fundamental del liderazgo que hoy demandan nuestros pueblos, y al que todos
estamos llamados a participar o al menos a contribuir, es atreverse a oler a
ovejas, olor que únicamente se impregna con el contacto físico y el
acompañamiento personal. Sólo así podremos asociarnos en su camino
de liberación y progreso, y no usar al pueblo como excusa argumental, como
adorno retórico o como fetiche politiquero, todo lo cual a lo único que ayuda
es a perpetuar su condición de explotación y dominación.
Ángel
Oropeza
@AngelOropeza182
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico