Vladimiro Mujica 09 de diciembre de 2022
@MujicaVladimiro
Termina
de ser anunciada la Comisión Nacional de Primaria. Debe
entonces entenderse con claridad que el Reglamento establecido por
la Plataforma Unitaria para la organización de estas elecciones ya se encuentra
vigente y junto con esta cadena de hechos se reaviva el debate sobre los
riesgos que acompañan a un evento extremadamente importante para la democracia
venezolana. Antes de continuar, quiero señalar que, en mi opinión, los
integrantes de la comisión son venezolanos probos y respetables, además de que
varios de ellos son amigos personales. Con ello quiero precisar que todo lo que
voy a señalar atañe al proceso en sí y no al organismo rector.
Es indispensable entender que las primarias y las eventuales elecciones presidenciales son dos actos separados en el tiempo, con reglas diferentes y, más importante aún, interconectados por una dinámica política, nacional e internacional, que está intrínsecamente sujeta a eventos imprevisibles. La declinante confianza de la ciudadanía en el voto como mecanismo de transformación es no solo una consecuencia buscada y ocasionada por las políticas represivas y de manipulación del régimen, entre ellas la lista Tascón, y la captura inconstitucional de varios partidos políticos a través de decisiones manipuladas del TSJ, sino también por errores muy importantes del campo opositor. El ejercicio del voto frente al populismo autoritario que controla la vida de los venezolanos no puede ser un acto ingenuo ni de convivencia sumisa con el régimen. Eso debería estar claro después de 22 años de violaciones sistemáticas de los derechos constitucionales de los venezolanos. Pero, y esta es una consideración esencial, las primarias pueden condicionar de manera determinante los resultados de la elección presidencial; para bien, o para mal.
La
bifurcación de caminos está cada vez más clara. Unas primarias realizadas bajo
el control del CNE, sin la actualización del Registro Electoral para incluir a
unos 10 millones de venezolanos que podrían legalmente votar pero que se
encuentran impedidos de hacerlo porque o bien cambiaron de domicilio, de modo
voluntario o impuesto, o porque no han podido registrarse por diversos motivos,
y sin la participación de los venezolanos fuera de Venezuela serían no
solamente un suicidio de la oposición, sino que su realización constituiría una
violación flagrante de derechos humanos y constitucionales de millones de
venezolanos. A ello habría que añadirle que el número elevado de candidatos
potenciales y la realización de una única vuelta no garantizarían la elección
de un líder con apoyo masivo de la ciudadanía que pueda enfrentar a Maduro.
Bajo esas condiciones vamos a un despeñadero donde Maduro se impondría sin
necesidad de hacer trampas adicionales, simplemente contando con el voto
cautivo del chavismo, especialmente los más de 3 millones de empleados públicos
y los militantes de base del PSUV. Esa elección sería, frente a la comunidad
internacional, un acto democrático que será difícil de objetar por el solo
hecho de que se ejecutaría con la participación de un candidato opositor,
seleccionado en unas elecciones primarias que en la práctica le harían la cama
al régimen. Una verdadera catástrofe para el alma nacional y la confianza de la
ciudadanía en el liderazgo opositor.
Pero
esta catástrofe es evitable. Las primarias se pueden convertir en el preámbulo
de un acto de desobediencia ciudadana frente al autoritarismo del régimen y,
aún más concretamente, en un avance fundamental para la recuperación de la
confianza en el voto como vía para el cambio. Un acto electoral se puede ganar
de manera obvia obteniendo más votos que el contrario. Menos obvio, pero
históricamente bien fundamentado, es que una elección se puede ganar en cuanto
a su trascendencia política aun si el régimen empuja el fraude y no reconoce su
eventual derrota. Pero esto supone que una dirección de oposición unificada y
con una estrategia clara construya una narrativa de la desobediencia ciudadana
frente al fraude. Lo que es inaceptable es acudir a unas elecciones contra un
régimen populista autoritario de modo ingenuo, sumiso o resignado.
Evitar
la catástrofe anunciada exige al menos tres condiciones: la primera y más
importante es asegurar la participación de todos los venezolanos hoy dispersos
en el mundo, en igualdad de condiciones con los que están en el país. Se ha
argumentado insistentemente que esto es imposible y que se pretende estimular
una ilusión porque en definitiva tanto las primarias como las elecciones
presidenciales tienen que hacerse bajo el control del CNE y con el Registro
Electoral oficial. Esto supone una visión estática de la política y además no
tiene justificación legal o técnica alguna. Es posible levantar un registro
alternativo con las tecnologías digitales modernas para votar en las primarias.
Esto requiere de recursos que podrían obtenerse de un Fondo de Participación
Ciudadana. Superado este obstáculo, el escenario de la participación en las
elecciones presidenciales se modifica de manera esencial. Las otras dos
condiciones tienen que ver con un mecanismo de votación que asegura una mayoría
calificada, o bien una segunda vuelta o un mecanismo de elección múltiple, y
con asegurar un acuerdo de gobernabilidad entre los candidatos a las primarias
para el respeto de los resultados y la adopción de una estrategia común para
restaurar la democracia en Venezuela.
No se
está pidiendo lo imposible. Se está exigiendo que entendamos que la conducta de
resistencia ciudadana es compatible con el rescate del voto y con la
restauración de la convivencia entre los venezolanos. Lo que no podemos aceptar
con mansedumbre es la pretensión de excluir a los venezolanos dispersos en el
planeta con argumentos que terminan por jugar a favor de mantener a Maduro y al
chavismo indefinidamente en el poder. Estamos en una encrucijada fundamental
para la democracia venezolana, y es posible aprovechar los cambios
políticos en Latinoamérica, especialmente la elección de Petro, para presionar
al régimen venezolano a liberar a los presos políticos y a garantizar una
elección presidencial creíble. Demostrar que tecnológicamente es posible que la
diáspora vote y mostrando el músculo político que eso significaría tanto en
Venezuela como en los países de acogida es esencial.
Vladimiro
Mujica
@MujicaVladimiro
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