Trino Márquez 08 de diciembre de 2022
@trinomarquezc
Luego
de haber cedido a las presiones nacionales e internacionales que lo llevaron a
sentarse de nuevo en la mesa de negociación en México con los miembros de la
Plataforma Unitaria y a firmar un acuerdo que incluye fijar las normas para
realizar unas elecciones transparentes, Nicolás Maduro parece decidido a
zafarse de ese pacto y salirse de la hoja de ruta que fue trazada en ese
encuentro. No quiere medirse en unas votaciones libres. Cree que perdería.
El
problema que enfrenta es cómo hacerlo de una forma que parezca que no es él
quien trata de romper el convenio, sino que es la oposición, Estados Unidos o
cualquier otro factor nacional o internacional el que conspira contra ese
propósito. No quiere parecerse a Daniel Ortega y a los jerarcas cubanos,
negados rotundamente a convocar una elección democrática. Intenta ser más
refinado. Su estrategia, hasta ahora, ha incluido dos movimientos.
El primero consistió en reunirse en Miraflores con ‘otra’ de las ‘oposiciones’: la agrupada en la Alianza Democrática. Esta coalición es completamente distinta a la reunida en la Plataforma Unitaria, reconocida por la Unión Europea, el Reino de Noruega y Estados Unidos.
En la
Alianza Democrática se encuentran algunos de los partidos judicializados. Las
agrupaciones creadas por el Gobierno luego de dividir los partidos originales
(Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Copei y Avanzada
Progresista, entre otros) con el fin de que le hagan comparsa. Que se le opongan
sin enfrentarlo ni desenmascararlo.
A esos
grupos minúsculos se les identifica como los ‘alacranes’ porque son venenosos
con la oposición decidida a encarar al régimen; y, a la vez, complacientes con
Maduro. Es la ‘oposición oficial’. La que se apaña con el Gobierno sin causarle
daño ni incomodarlo. Esos grupúsculos mansos suelen surgir en los modelos
autoritarios. En la Rusia soviética y en Europa del Este se establecieron y
disfrutaron de privilegios importantes. En los Parlamentos contaban con su
propia bancada y un lugar reservado.
El
otro movimiento es más frontal: consiste en establecer demandas imposibles de
satisfacer. Maduro impone como condición para llamar a elecciones libres el
levantamiento de todas las sanciones internacionales. “Elecciones libres. Sí,
libres de todas las sanciones”: con esa frase demarcó sus deseos. Los comicios
transparentes y equilibrados con supervisión internacional que aspiran los
venezolanos y los países amigos de la democracia, se encuentran sujetos a que
Estados Unidos y la Unión Europea levanten todas las penalidades que pesan
sobre el Gobierno.
La
exigencia de Maduro va contra toda lógica, pues los castigos internacionales
fueron el resultado de la violación perpetrada por él contra el Estado de
derecho, cuando en 2018 convocó unas votaciones ilegales que rompieron el hilo
constitucional. Este antecedente provocó el consecuente: las sanciones. O, para
decirlo en criollo, aquellos barros trajeron estos polvos. Si Maduro no hubiera
perpetrado el abuso no se habría producido el escarmiento.
Además,
el factor fundamental que ha obligado a Maduro a retornar a la mesa de
negociación es la existencia de sanciones internacionales. Sin ellas, el
régimen habría sobrevivido cómodamente. El reacomodo del Gobierno ilegítimo al
entorno internacional habría sido inmediato. El mandatario criollo se habría
paseado por los foros y escenarios internacionales como si fuese un mandatario
legal cuyo poder se funda en el voto popular incuestionable.
Si
Maduro se reúne y dialoga con la Plataforma Unitaria -única agrupación con
autoridad internacional para representar a los demócratas en México- es porque
los castigos ejercen una presión que él no logra contener. Ya lo han dicho la
UE y Estados Unidos: esas sanciones irán suavizándose al mismo ritmo que vayan
produciéndose resultados concretos en las conversaciones, y en el panorama
aparezca la posibilidad cierta de unas elecciones justas. Ambos procesos están
entrelazados y son inseparables.
Maduro
es el principal responsable de que ese acoplamiento se haya dado. Las
sanciones se suspenderán si el mandatario se somete a los dictados de la
Constitución nacional y la Ley Orgánica de Procesos Electorales, únicos
referentes que deberían orientar su comportamiento. Ni la Plataforma Unitaria
ni los aliados internacionales pueden permitirle al gobernante venezolano que
se valga de artilugios para evadir su compromiso constitucional de acudir a
elecciones democráticas, tal como ha ocurrido durante los últimos tiempos en
todos los países de América Latina (con la excepción de Cuba y Nicaragua) donde
se han realizado comicios.
La
Plataforma Unitaria en el comunicado de respuesta a las destempladas
declaraciones de Nicolás Maduro demostró poseer plena conciencia de las
maniobras e intenciones del presidente. Entre líneas, allí se le dice: si
quiere que se suspendan las sanciones dé pasos inequívocos para que Venezuela
tenga elecciones libres. Ese es el encadenamiento causal.
@trinomarquezc
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