Orlando Viera-Blanco 08 de diciembre de 2022
@ovierablanco
En
el siglo XXI no ha habido negociación o pacto político que haya conseguido
una transición de un régimen autoritario a un gobierno democrático. Por el
contrario, la democracia está viviendo un sensible proceso de reversión. Hoy
menos del 25% de los gobiernos en el planeta son democráticos. El gran desafío
de México es parir la primera negociación política que logre una transición
hacia la democracia en Venezuela.
La
agenda
La
reanudación del diálogo [de México], vino acompañado de una batería de ataques
y críticas que vale la pena decantar para evitar lo que busca el régimen:
abandonar y dividirnos.
La lógica de toda negociación es resolver un conflicto y eso requiere un método, un tiempo duradero y una agenda. El método está en el Memorándum de Entendimiento [MDE]: «La negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté» Bajo esta premisa ninguna negociación se puede apreciar hasta que no llegue a su conclusión. Su báscula serán sus resultados, “hasta que todo lo esté…”.
Jorge
Zalles nos dice que «la negociación es un proceso interactivo y
cooperativo a través del cual las partes buscan un acuerdo que resuelva su
conflicto de manera mutuamente satisfactoria» Un evento “que no puede ser
objeto de presiones u otros mecanismos que distorsionen la voluntad de las
partes, que condicionen de previo algunos resultados que favorezcan sólo a una
de las partes” [subrayado nuestro]. Se enfatiza que la voluntad de las partes
no debe ser objeto de presiones ni condicionada en beneficios a una de ellas.
México
cuenta con una agenda que por ser integral supone un agotamiento
solapado [no jerárquico] de temas, para lograr beneficios mutuos. No puede ser
una discusión sectorial o capitular. La agenda:
i.-Derechos
políticos para todos;
ii.-Garantías
electorales;
iii.-Levantamiento
de sanciones;
iv.-Restauración
de derechos a activos;
v.-Respeto
al Estado Constitucional de Derecho;
vi-Convivencia
política y social;
vii.-Renuncia
a la violencia, reparación de las víctimas;
viii.-Protección
de la economía;
xix.
Se trata de una negociación “intensa, integral, incremental y
pacífica”, para establecer reglas de convivencia política y
social y respeto a la Constitución”
De lo
anterior se desprende “la importancia de promover la cultura del respeto a los
derechos humanos, de investigar y sancionar su violación”. Para alcanzar estos
objetivos la doctrina de negociación política demanda voluntad, que es
interés de celebrar acuerdos. Después de muchos años de enfrentamiento
político, represión y anulación de derechos fundamentales, un gesto primordial
de voluntad política sería la liberación de los presos políticos, cese de la
persecución y de la represión contra de la disidencia ciudadana.
Es
injusto y estratégicamente un error descalificar la negociación, si no se
consigue tal liberación y cese en un primer acto. Pero ello no impide el
derecho a exigirlo en cada etapa del proceso y colocarlo sobre la mesa como
factor necesario y solapado de beneficio mutuo, con otros puntos de la agenda.
Insistimos, la sectorización reduce el carácter resolutorio integral de la
negociación.
Reconocimiento
del conflicto político
La
negociación será fructífera si existe interés por ambas partes de
conciliar. Recientemente se alcanzó un primer acuerdo de liberación de recursos
para acometidas humanitarias supervisado por las Naciones Unidas. Un pacto
social relevante de asistencia humanitaria en beneficio de los más vulnerables.
Gerardo
Blyde, representante de la plataforma unitaria de oposición, ha dicho que
el referido pacto social libera recursos [administrados por NNUU] para encarar
carencias en servicios de luz, agua, educación y salud. Sin duda un asunto
esencial en la agenda de convivencia social y política. Pero luce
mandatorio, ineludible, impostergable, irreductible, un logro político. Maduro
debe demostrar su vocación de conciliar liberando presos políticos. La
negociación política-hemos dicho-exige un tiempo duradero, pero no eterno.
Recordemos que el diálogo no comenzó en México. Tenemos presos políticos con
lustros tras las rejas.
La
voluntad de negociación es el timón consensual cuyo norte es
librar un conflicto que las partes desean resolver. Si es así,
entonces una negociación no legítima gobiernos o modelos de poder, sino
herramientas, métodos y agendas de mediación. México no reconoce a Maduro,
Rodríguez, Blyde o Guaidó individualmente. Tampoco a sus gobiernos. Por ello
fijarse en individualidades “no potables” o ideología no es l’état de
la question. El reconocimiento del conflicto es lo que da
representación y sugiere vocación de permanencia de las partes en la mesa. Esa
permanencia demuestra una dinámica intensa, integral e incremental para la
celebración de acuerdos. Como explicamos más adelante, presiones, chantajes y
desplantes denotan falta de voluntad y reconocimiento. Pero no debe morder el
anzuelo de la provocación y marcharse. Quien se para de la mesa exhibe
debilidad, aun aparentando fortaleza.
El
profesor y escritor Carlos Aldao Zapiola nos comenta que “toda negociación
política debe contar con incentivos”. Liberar presos políticos es un incentivo
superior. Exigirlo no es una crítica a la negociación. Es un derecho de las
víctimas y sus familiares. Y alcanzar acuerdos económicos antes de defender
DDHH, civiles y políticos, languidece la negociación.
Manipulación,
chantaje, comunicación política y potabilidad
Otro
tema es la manipulación y el chantaje como estrategias que aplican
negociadores no profesionales. Pero ese chantaje tiene su respuesta: la
firme determinación de continuar, demostrar interés y voluntad de cesar la
pugnacidad y anteponer el valor de la negociación política que es lograr orden,
libertad, democracia, vida, dignidad y paz…
No
favorecemos una campaña de desprestigio de la negociación. Se trata de sugerir
un manejo integral de la agenda. El diálogo de México no es un diálogo de
individualidades. Es un diálogo de dos Venezuelas, de dos colectivos que
anhelan acabar con la violencia, convivir y volver a casa. El diálogo no lo
monopoliza nadie. Tampoco un árbitro o un país anfitrión. Es un
diálogo fundamental, sensiblemente humanitario, republicano, identitario, que
tiene como reto recuperar el Estado de Derecho, la estabilidad social, la
democracia y la cultura de la paz.
La
comunicación pública es esencial en la estrategia. Informar con profesionalismo
y sentido de inmediatez, genera confianza en los mandantes, que es la
gente. En un mundo global y comunicado el secretismo en las negociaciones
es opacidad, y la opacidad resta credibilidad. Deben prepararse narrativas y
reportes de gestión. La negociación también supone rendir cuentas a los
ciudadanos. Una percepción diminuta de los DDHH, de la cultura de la paz y la
legalidad, es inconveniente, como lo es restar luz a los presos políticos.
Lograr
lo que aún no ve el planeta en lo que va de siglo, una transición política
hacia la democracia en Venezuela, ocurrirá adoptando ejemplos transicionales
del siglo XX: los de Mandela o Chile; los de España, Uruguay [Club Naval] o
Brasil, donde el común denominador fue la consolidación de una verdadera
plataforma unitaria.
Ellos
no están… Nosotros no. Otro conflicto que debemos resolver. Porque la unidad
entra por casa…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico