Humberto García Larralde 07 de marzo de 2023
No se
me quita de la cabeza la idea de que las peleas y descalificaciones entre
miembros de la dirigencia opositora –cuando debería privar un espíritu unitario
de cara a las eventuales elecciones de 2024–, obedecen a la convicción
compartida de que el régimen de Maduro está acabado. Maduro no tiene razón de
ser –lo dicen las encuestas– y quien logre posicionarse hoy a la cabeza de la
oposición será pronto presidente. A pesar de que, hasta ahora, tal supuesto no
se ha cumplido, es sólo cuestión de tiempo. Ante tamaña certidumbre, las ansias
de ser la persona escogida, quien habrá de bañarse de gloria por conducir
–exitosamente—la transición hacia una democracia, parecen haberse salido de
madre.
No tengo porqué dudar de la sinceridad de las convicciones democráticas y libertarias de muchos que incurren en tales prácticas. Asimismo, es fácil coincidir con la premisa de que el régimen de Maduro no tiene razón de ser. En fin, es insólito que, en escasos siete años (2014-2020) y sin que mediara una guerra ni otras adversidades sobrevenidas (terremotos, huracanes), la economía venezolana, bajo su mandato, se haya reducido en unas tres cuartas partes. Cuando uno le cuenta eso a quienes, fuera del país, no están familiarizados con la tragedia venezolana, la reacción más común es la de no creer lo que se les dice: es una exageración que le resta veracidad a lo que se intenta explicar. Lamentablemente, es ésta la dimensión real de nuestra tragedia, condenando a la inmensa mayoría de los venezolanos a condiciones de hambre y miseria impensadas previamente en la era petrolera de nuestra historia.
Pero,
a pesar de constituir el régimen de Maduro un contrasentido, encontrado con las
responsabilidades que uno espera de todo gobierno, no por ello se desprende
que, por alguna sobre determinación histórica o del deber ser democrático, su
salida está dada. Media, claro está, la acción política necesaria para sacarlo.
Y, ésta –hemos debido aprender dolorosamente– no es “soplar y hacer botellas”. Si
hay algo por el cual el liderazgo opositor ha debido haber reflexionado
bastante y con profundidad, es acerca de las causas de la inesperada
resiliencia exhibida por tan nefasto, incompetente y destructivo poder.
En
primer lugar, inescapable, está el apoyo de la cúpula actual de la fuerza
armada. Es menester identificar a quienes, con Padrino López a la cabeza, han
convertido en traidores a la patria a estamentos de la FAN, es decir, en
instrumento de quienes la destruyeron y subordinaron a intereses foráneos.
¿Cómo se conforma la estructura de complicidades sobre la cual descansa? Además
de la corrupción, deben denunciarse los constructos ideológicos fascistas que
terminan justificando su actuación como ejército de ocupación, sometiendo al
pueblo. ¿Aspectos nunca superados del militarismo decimonónico? ¿Cómo
neutralizarlos? Hay que contraponer a ello una visión de la FAN en democracia:
sometida al poder civil, más reducida, altamente profesionalizada y con
remuneración y dotaciones que eviten las tentaciones extorsionistas que hoy la
corroen. Luego, hay que pensar en cómo conciliar el necesario castigo a quienes
hayan protagonizado la violación de los derechos humanos de los venezolanos y/o
saqueado a la nación, con la imperiosa necesidad de negociar una disminución de
los costos que, para ellos, implique su abandono del poder, hasta donde sea
políticamente aceptable. Entraría en juego un régimen de justicia transicional
y de manejo de las sanciones impuestas a muchos, que faciliten este proceso.
¿Se ha avanzado con los criterios que permitirán avanzar en este propósito, se
han identificado potenciales interlocutores que podrían interceder para que
ello ocurra?
Luego
está la obligada respuesta a la gravísima situación económica por la que
atraviesa el país. Se ha puesto en evidencia que la supuesta “normalización”
que algunos creyeron se asomaba el año pasado, no condujo a recuperación
alguna. Los empleados públicos –maestros, profesores, médicos, enfermeras,
policías, administrativos, prestadores de servicio y demás—están tomando las
calles en protesta, con frecuencia y participación crecientes, porque el nivel
de empobrecimiento a que los condena sus miserables sueldos es invivible. Hay
que apoyar estas luchas en demanda de mejores remuneraciones, denunciando la
criminal destrucción de los medios de vida del venezolano. Pero hay que
contraponer, necesariamente, un proyecto de país alternativo, capaz de ofrecer opciones
de solución creíbles, con las que la gente pueda identificarse. Esto significa,
en primer lugar, desistir de soluciones mágicas: ni va a ocurrir un aumento del
precio del petróleo que venga milagrosamente al rescate, tampoco la
dolarización completa nos sacará del abismo y menos aún levantarles las
sanciones a PdVSA. El país, igual, no tiene dólares ni capacidad de generarlos
en el corto plazo.
No hay
solución que no pase por un programa de ajuste macroeconómico que devuelva la
estabilidad de precios y de tipo de cambio al país. Ello difícilmente ocurrirá
sin un fuerte financiamiento internacional. Y, como hemos planteado tantas
veces, poder contar con este financiamiento lleva a instrumentar las reformas
necesarias para que la economía se reactive y pueda reembolsar esos créditos en
el tiempo. Entre otras cosas, implica restablecer las garantías a la propiedad
y procesales de nuestro ordenamiento constitucional y la observación de los
derechos civiles, económicos y humanos en general, base para generar la
confianza y las seguridades que respaldan la inversión productiva. Será
necesario enfrentar, además, los poderosos intereses que se han apoderado del
Estado para expoliar al país.
Sin
aumentos sostenidos y ambiciosos en la productividad laboral no habrá mejoras
sostenibles en los ingresos de los venezolanos. Ello es factible porque el país
cuenta con una brecha enorme de recursos no utilizados o subutilizados, a causa
de la gestión chavo-madurista. El ajuste, por tanto, tiene que ser de
naturaleza expansiva, liberando a la economía de la asfixia de sueldos y de
otros gastos del Estado, así como del crédito bancario, instrumentadas por
Maduro en su intento por contener el alza del dólar. Pero esta conexión debe
enlazarse con iniciativas y proyectos concretos de la gente, involucrando,
donde sea posible, propuestas de solución a nivel local, regional o sectorial,
en torno a las cuales pueda verse retratada. Ello deberá poner al descubierto
la naturaleza de las trabas que dificultan la superación de las terribles
estrecheces que sufre hoy la población, y enfatizar la imperiosidad de cambios.
Lo
dicho arriba también es condición para resolver la insufrible carencia de
servicios –agua, luz, gas, seguridad, gasolina, etc,– como la imprescindible e
importantísima labor de recuperar, fortalecer y desarrollar una educación y una
atención de salud universales y de calidad. Se han asomado muchos proyectos
concretos en estos campos que, de nuevo, requieren financiamiento internacional
y que presuponen el establecimiento de un marco institucional que la haga
factible. Contar con la diáspora venezolana será un importante activo en este
empeño, como en lo anteriormente señalado. No obstante, dada la naturaleza del
actual régimen, la conexión con el necesario cambio político es insoslayable.
En
fin, son muchos los elementos que deberían tomarse en cuenta para la
construcción de una alternativa de cambio real, creíble y que inspire
confianza. Porque no se trata sólo de dirimir el candidato de una pregonada
unidad del voto opositor. Es menester aprovechar las primarias, como las
movilizaciones y planteamientos que se hagan al calor de los problemas que
atormentan a la población, para forjar esa alternativa, de manera que se
convierta en un proyecto para el cambio capaz de inspirar a esas mayorías –80%
de la población—que claman por la salida de Maduro. En una entrevista reciente
por Radio Fe y Alegría, el conocido luchador democrático Chúo Torrealba expresó
su frustración con los llamados a votar siempre “en contra de..” : era tiempo
de convencer a la gente a votar “a favor de”. Obliga a forjar una propuesta
convincente, que pueda hacer realidad los cambios.
No
sólo hay que escoger el candidato, es necesario forjar el apoyo masivo que
garantice su triunfe y que esté dispuesto a defenderlo ante el empeño fascista
de trampear las elecciones. Todavía más decisivo, es menester que el proyecto
con que se identifique la gente logre consolidar el proceso de transición
democrática y de transformaciones, y neutralizar los intentos que puedan
producirse para sabotearlo. Evitemos estar frente al triste espectáculo de unos
borrachos peleándose por una botella vacía.
Humberto
García Larralde
Invitamos a suscribirse a nuestro
Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo electrónico, con los más
leídos de la semana, Foros realizados, lectura recomendada y nuestra sección de
Gastronomía y Salud. A través del correo electrónico anunciamos los Foros por
venir de la siguiente semana con los enlaces para participar y siempre
acompañamos de documentos importantes, boletines de otras organizaciones e
información que normalmente NO publicamos en el Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico