Ángel Rafael Lombardi 07 de junio de 2023
@LOMBARDIBOSCAN
La
Guerra de Independencia “acabó” en la Batalla de San Félix en 1817. Luego
“acabó” en Boyacá en 1819. Luego “acabó” en Carabobo en 1821. La Batalla Naval
del Lago en 1823 son los estertores de un moribundo que sólo fue rematado por
compasión. Esto es fácil decirlo anacrónicamente hoy. Lo cierto del caso es que
en esa guerra, como todas las guerras, la compasión se ausenta y los trastornos
sociales no permiten a los actores del momento ver la realidad con claridad.
Bolívar
se marchó al Sur para someter el Virreinato del Perú. Sabía que Lima era el
bastión monárquico de mayor poderío. Nunca imaginó que en Venezuela pudiera haber
una reacción luego del apabullante triunfo en Carabobo el 24 de junio de 1821.
Y la hubo: Francisco Tomás Morales, último Capitán General, salió del encierro
en Puerto Cabello al que estaba sometido, y se lanzó a conquistar el Occidente
venezolano estableciendo una “cabeza de playa” en Maracaibo en el año 1822.
¿Qué tan peligrosa fue ésta inesperada maniobra ofensiva para el incipiente gobierno de la Gran Colombia en Bogotá? Las alarmas se prendieron. Y se organizó un plan de alto vuelo estratégico para someter a la fortaleza zuliana. El Lago de Maracaibo era un escenario natural intimidante y estratégicamente situado en el Caribe occidental equidistante de Bogotá y Caracas. Además, ya se sabía que desde los apostaderos de Puerto Rico y Cuba había planes de reconquista sobre la Costa Firme.
La
orden dada desde las filas republicanas fue inapelable: reconquistar al Zulia
por tierra y mar. Los documentos de la época nos indican que había seis rutas
de invasión. La primera era por la “boca de la Laguna o su Barra”; la segunda
era por la Península de la Guajira y Sinamaica; la tercera también era por la
Guajira aunque esta vez utilizando el “Río del Limón”; la cuarta por la “Villa
de Perijá”, atravesando la “Serranía del Tigre”; quinto por los “Ríos Catatumbo
y Zulia”, que desembocan por las cercanías del poblado de Gibraltar al Sur del
Lago; y el sexto y último: era un asalto por los Puertos de Altagracia,
viniendo por la Costa de Coro.
Los
artífices de la Campaña de Occidente del año 1823 fueron el General Manuel
Manrique, venezolano, designado como Comandante general e Intendente del
Departamento del Zulia y el General José Padilla, neogranadino oriundo de Río
Hacha, Comandante general de la escuadra colombiana de operaciones sobre el
Zulia. Hay algo curioso que apuntan los profesores de la Universidad del Zulia:
Agustín Millares Carlo y Carlos Sánchez Díaz en su esencial: “Documentación
Realista sobre la Batalla Naval del Lago de Maracaibo” del año 1973, acerca de
la enemistad entre ambos jefes defensores de la causa de la Gran Colombia. Lo
cual a su vez coincide con una idéntica falta de empatía entre Morales y
Laborde dentro del bando español.
La
Batalla Naval del Lago de Maracaibo del 24 de julio de 1823 fue una victoria
estratégica superior. Porque fue la reconquista militar del Zulia por mar y
tierra en unas condiciones extremas e inéditas. Es bueno recordar que el Lago
de Maracaibo representó para los zulianos una auténtica Línea Maginot natural
inexpugnable que le preservó de la destrucción que causó la Guerra de
Independencia desde sus inicios en el año 1811.
Además,
se hizo venciendo un reto técnico casi imposible en ese entonces: lograr
incursionar con una flota de guerra en el Saco de Maracaibo cuyos fuertes
vientos, mareas cambiantes y fondos muy bajos y traicioneros eran la perdición
para los barcos de guerra de gran tonelaje.
Entrar
por la Barra y sortear las baterías del Castillo de San Carlos era considerado
como una misión imposible y hasta suicida. De hecho Ángel Laborde,
experimentado marinero, tuvo que dejar en la ensenada de los Taques en la
Península de Paraguaná, una fragata, la “Constitución”, y una corbeta de
nombre: “Ceres”, que hubiesen bastado, por su poder de fuego, para ganar la
batalla.
Todo
esto explica el por qué Laborde luego de ponerle fin al Bloqueo de los
republicanos sobre Puerto Cabello el 1 de mayo no logró meter en el Lago de
Maracaibo a su propia escuadra de guerra traída y reforzada desde La Habana.
Laborde terminó comandando los barcos que Morales logró atrapar dentro del Lago
y por lo tanto se trataba de unos marineros y soldados desconocidos para él.
En
cambio el mulato Padilla, con una audacia temeraria, forzó el paso muy estrecho
de la Barra, perdiendo al bergantín “Gran Bolívar” que fue varado, desmantelado
e incendiado en Zapara. Padilla, luego de ésta hazaña náutica, que podemos considerarla
como el hecho decisivo de la Gran Estrategia de los independentistas por
recuperar Maracaibo, se instaló en las adyacencias de El Tablazo y los Puertos
de Altagracia esperando las mejores condiciones para atacar. Esto sucedió el 8
de mayo y el encuentro decisivo entre las dos escuadras tuvo que esperar casi
tres meses. ¿Por qué Morales no reforzó con mayor artillería el canal de la
Barra y sus adyacencias? ¿Por qué no mandó atacar con su propia flota a los
barcos de Padilla sin necesidad de esperar a Laborde? Jamás tendremos una
respuesta clara y satisfactoria. Nos atrevemos adelantar que Morales era como
los gatos: le huía al agua.
Cuando
Laborde llegó a Maracaibo, el 14 de julio, procuró concertar con Morales una
contraofensiva por mar y tierra pero Morales no le secundó ya sea por la falta
crónica de dinero y pertrechos militares y también por una enemistad entre
ambos jefes. Morales le exigió a Laborde emprender de inmediato la refriega
naval mientras que Laborde sabía que era una derrota cantada. “En vista de esto
me decidí a dar la acción, sin embargo del triste convencimiento de un funesto
resultado que me ofrecía la comparación de las fuerzas que tenía disponibles
con las del enemigo”. Y más luego agrega: “Marineros diestros, artillería bien
pertrechada y acopio de efectos navales era lo que le faltaba a la escuadrilla
y nada de esto podía proporcionarme aquel jefe”.
Todo
esto explica lo muy modesto de ambas escuadras. Las embarcaciones con mayor
poder de fuego eran los bergantines y goletas. Y cada escuadra presentó a tres
bergantines por lado. Rafael María Baralt, uno de nuestros historiadores
clásicos, ofrece los siguientes números: 12 goletas, 3 bergantines, 16 buques
menores, 67 piezas, 925 infantes de marina y 497 marineros para los realistas.
Y 7 goletas, 3 bergantines, 85 piezas y 872 hombres y «una fuerza sutil
respetable» con 15 piezas y 327 hombres para los de Padilla.
La
mayoría de las embarcaciones que lucharon en la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo eran de un tonelaje muy ligero y se les conoció como “Fuerza Sutil”:
flecheras, bongos, faluchos y demás. Idóneas para las travesías en ríos y lagos
y que se utilizaban básicamente para el transporte lacustre de personas y
mercaderías. Y hasta para llevar el correo.
La
victoria de Padilla en el Lago de Maracaibo supuso la rendición de Morales el 3
de agosto y su marcha hasta La Habana dónde recriminó públicamente contra
Laborde acusándole de negligencia y como el principal responsable del
descalabro que puso punto final al dominio hispánico en la Costa Firme.
La
hazaña del Almirante Padilla es un hito de alta estrategia militar naval. Ya
que contó con una logística condicionada por la precariedad de los medios y la
adversidad dentro del terreno de la lucha que compensó con un arrojo admirable.
Padilla está al lado de los comandantes esenciales que hicieron posible el
triunfo definitivo de las fuerzas independentistas dentro de una muy trágica
guerra.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
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