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domingo, 19 de enero de 2014

En nombre de la guerra económica

FAUSTO MASÓ 18 DE ENERO 2014

Maduro juega con fuego: el dólar y la inseguridad, dos enemigos malos. El hampón cuando asesina lleva la “guerra económica” a su última conclusión: acaba con el odiado burgués. Maduro gracias al asalto de los comercios en diciembre ganó el plebiscito; volverá a usar el argumento de la bendita guerra cuando quiera arrinconar a la oposición, que no sabe a su vez cómo responderle. Solo un ingenuo le pediría a Maduro que explicase públicamente que imprimir dinero provoca la subida de precios, y como viejo militante de la Liga Socialista, también le toca sus fibras íntimas ese discurso contra la burguesía. Pero dar palos de ciego tiene sus riesgos; ahora Maduro nombra ministros descabelladamente, mientras desaparece a Samán con un acto de magia. Ni Maduro ni la oposición saben hacia dónde vamos.
El cazador que confunde una vaca con un rinoceronte, una serpiente con un adorno navideño, malgasta municiones. Le ha sucedido 15 años a la oposición. Este cazador bizco apunta a los colmillos del elefante y le saca los dientes a un gato, mata al dulce conejo mientras la rata se refugia en las cloacas. Igual le ocurre a la oposición, que no logra definir al régimen que enfrenta, y a Maduro, que ignora a qué se refiere cuando habla de socialismo. ¿Es lógico llamar al gobierno una dictadura? Chávez celebraba tantas elecciones que nos resistimos a creer que no habrá una en 2014. ¿Se dirá que Venezuela es una democracia? ¡Por favor! Aquí la Constitución sirve de papel tualé, usado una y otra vez. ¿Calificaremos al país de la nueva Cuba? Se parece, pero hay diferencias; Maduro sueña con fundar un PRI venezolano, pero tampoco sirve esa comparación porque el PRI desarrolló México, contaba con excelentes políticos, técnicos, empresarios; sometió el Ejército al poder civil, se llevaba bien con Washington y con Fidel Castro. Tampoco Maduro es un nuevo Perón; aquí el Ejército manda, en Argentina daba golpes de Estado al peronismo.

El miércoles Maduro no aclaró nada. Mantendrá el 6,30 indefinidamente, pero seguirá el Sicad y habrá cambios, ¿cuáles? Logró que lo oyesen anunciando que revelaría medidas económicas y provocó tal decepción que el paralelo dio un salto mortal. En realidad, nunca en cadena nacional se anuncian devaluaciones ni aumentos del precio de la gasolina. ¿Qué significa fijar la utilidad de una empresa en 30%? Nada. Para la Polar 15% sería una maravilla; para un laboratorio que desarrolla medicamentos, la ruina. Maduro inventó un adversario fácil, las telenovelas. Hace suyo el discurso de tantos intelectuales que llevan décadas culpando a la televisión de la gripe y de la alienación.

A Maduro lo derrotará el dólar, no la oposición. Los centros comerciales ya no sirven de lugar de esparcimiento de los pobres, allí respiran una atmósfera terminal, de fin de mundo. Vivimos una cháchara triste como los pasajeros de tercera clase en el Titanic antes de agarrar tremendo resfrío. La riqueza petrolera hace aguas, el último en irse que no se robe el bombillo. Y, por fin, la guinda de la torta: en Aporrea, Toby Valderrama denuncia que Maduro presentó en la Asamblea un Plan de la Patria que altera el texto sagrado de Chávez. Maduro lo acusó de ultraizquierdista y resucitó a Rosa Luxemburgo, la primera en condenar a Lenin por ser dictatorial. Y, ¡oh, pecado!, Maduro plagió a Teodoro al decir que no hay revolución sin democracia.


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