Luis Alejandro Aguilar Pardo 19 de septiembre de 2022
Las
matemáticas, las técnicas, las interpretaciones, las leyes de las
probabilidades… todas contradicen la realidad que palpamos, que vemos, que
compartimos. Ruego porque la Santísima Virgen María acoja bajo su manto y
proteja a todos los venezolanos necesitados de ayuda, empatía y
consuelo…independientemente de las encuestas.
En las
últimas semanas me he aventurado en el tema de las elecciones, los métodos
sistemas o mecanismos usados para llevarlas a cabo y obtener los
resultados.
No me
había atrevido a escribir sobre las estadísticas ni sobre las encuestas.
Indagaba con ingenieros, economistas, psicólogos, físicos, químicos y otros
profesionales que requieren acumular datos, medir, organizar, clasificar,
ordenar, interpretar, identificar tendencias u opiniones y me amedrentaba que
siempre terminábamos conversando sobre las bondades y complejidades de una
materia -o quizás más preciso: de una ciencia- denominada
Estadística que se basa en las leyes de la probabilidad.
No escribir no implica que no me hiciera preguntas sobre la estadísticas –las oficiales o del sector público, principalmente- o sobre las encuestas.
Sobre
las estadísticas públicas ni me molesto en comentarlas porque quizás ni
existen. Se suponía que las estadísticas oficiales debían ser imparciales, no
manipuladas y que eran herramientas necesarias para aplicar políticas públicas.
Y seguramente ese no sea el caso en el actual régimen. Pero sobre las encuestas
observo que se están levantando voces. Algo raro flota en el ambiente.
Comienzo
por los EE. UU. porque fue en ese país precisamente y durante la década de los
años 30, cuando George Gallup creó la maquinaria de las encuestas para fines
políticos, de entonces a ahora, es quizás el país paradigmático en el uso de
encuestas para interpretar las tendencias de la opinión pública. Y las
encuestas fallaron estrepitosamente en 2016 y en 2020.
Tuve
la oportunidad –y por eso me animé a dar el paso adelante- de leer un artículo
escrito por David A. Graham (“The Polling Crisis Is a Catastrophe for
American Democracy. If public-opinion data are unreliable, we’re all flying
blind” o, en español: “La crisis electoral es una catástrofe para la democracia
estadounidense. Si los datos de opinión pública no son confiables, todos
estamos volando a ciegas”. The Atlantic, 2020) en el cual alerta sobre un
fenómeno de sospecha generalizada sobre la metodología y la utilidad de las
encuestas. Aunque el autor se refiere principalmente a los EE. UU., sí menciona
que esta crisis de verosimilitud es proyectable a otros países.
La
intensidad de la alerta que hace David A. Graham no es poca cosa cuando
expresa: “El fracaso de las encuestas deja a los estadounidenses sin una forma
confiable de entender lo que nosotros pensamos como pueblo fuera de las
elecciones, lo que a su vez amenaza nuestra capacidad de tomar decisiones o de
unirnos como nación”.
Áreas
de exploración para encuestas debe haber muchas. Imagino que mientras más
concreto, preciso y objetivo sea el campo de estudio, más y mejores serán los
aciertos. Por el contrario, mientras más abstracto, amplio y subjetivo sean la
dimensión del campo de estudio, será necesaria mayor rigurosidad científica y
metodológica. Y, pienso también que, sin embargo, la rigurosidad de las leyes
de la probabilidad –que me imagino que deben ser inmutables- requieren de la
asistencia de otras ciencias o técnicas ajenas a la rigurosidad
matemática.
Pero
me pregunto: ¿dadas unas circunstancias de hecho y aplicadas a ellas las mismas
leyes y metodología, por qué aparecen predicciones tan diferentes?
En las
encuestas existe un elemento denominado la muestra. Este elemento es un
sub-conjunto de la totalidad de la población y pretende ser representativa de
la totalidad. A esta muestra se le plantean unas preguntas y de la recopilación
de sus respuestas se intenta interpretar una aproximación de la tendencia
predominante del todo.
Pero
hay varios detalles: ¿Quién y cómo escogen a cada integrante de la muestra?
¿Qué elementos prevalecen para escoger a “A” y no a su vecina “B”? ¿Por qué “A”
y no “B”? ¿Cuáles parámetros seleccionan a “A” y cuáles descalifican a
“B”? Al momento de “encuestar”, ¿quién o quiénes redactan las preguntas?
Si me
preguntaran hoy “¿cuán mejor estoy hoy que mañana”, ¿qué puedo responder?
Imposible responder, porque el mañana no ha llegado. Si me preguntaran hoy
“cuán mejor estás que en 2017”, ¿qué esperan que responda?: ¿qué estoy vivo?
¿Es eso determinante y conclusivo?
Hace
poco oí la entrevista que le hicieron a un personaje de la “burbuja de la
encuestas”. Pretendía el entrevistado extrapolar los resultados de una encuesta
cuya área había sido definida para un sector específico de la industria
nacional en los parámetros de la encuesta, como una verdad universal para
toda Venezuela. Su propuesta era: … Venezuela está mejorando.
¿Mejorando?
¿Mejorando para quién y con respecto a qué? ¡Dios! ¿Es que el cinismo no tiene
límites?
Las
matemáticas, las técnicas, las interpretaciones, las leyes de las
probabilidades… todas contradicen la realidad que palpamos, que vemos, que
compartimos. Dios no lo quiera y no es lo que deseo para nadie…pero ¡que una
culebra venenosa muerda a tu pequeña nieta a ver si vas a seguir con el
cinismo!¿Dónde encontrarás el suero antiofídico polivalente para salvarla?…
¡Sí, todo está mejorando!
Ruego
porque la Santísima Virgen María acoja bajo su manto y proteja a todos los
venezolanos necesitados de ayuda, empatía y consuelo…independientemente de las
encuestas.
Dios
guarde a V. E. muchos años.
Luis
Alejandro Aguilar Pardo
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