Trino Márquez 19 de enero de 2023
@trinomarquezc
Los
profesores y maestros del país comenzaron 2023 decididos a levantarse para no
seguir depauperándose, y así obtener ingresos que les permitan vivir con
dignidad. Nada extraordinario ni subversivo. Es lo que aspiran los trabajadores
del país. Desde los obreros de Guayana hasta los médicos, enfermeras y
empleados públicos, todos los asalariados quieren lo mismo: ganar
remuneraciones suficientes para cubrir el costo de la Canasta Básica.
Las protestas masivas registradas en Caracas y en varias ciudades del interior, constituyen el mejor alegato contra un régimen que ha estado diciendo desde hace tiempo que representa un modelo para América Latina y el mundo porque logró derrotar la contracción económica, la hiperinflación, la escasez y el desabastecimiento, provocadas por las sanciones internacionales.
Los
trabajadores del sector público están denunciando a Nicolás Maduro porque sobre
las espaldas de ellos ha caído la mayor parte del peso de los errores,
omisiones y excesos del Gobierno, y las consecuencias de la desidia y
corrupción del régimen. El panorama de lo que sucede en Venezuela fue descrito
por el obispo Víctor Hugo Basabe, cuando criticó la “falsedad económica que
pretende ocultar al mundo la precaria situación en la que están inmersos la
mayor parte de los venezolanos”. La homilía, leída el día de la Divina Pastora,
un discurso incisivo que taladró el alma de unos gobernantes indolentes e
incompetentes.
Las
exigencias y movilizaciones de los docentes y demás trabajadores han sido
respondidas por el Gobierno con amenazas, represión y descalificaciones. El
régimen ordenó el desplazamiento de sus grupos de choque fascistas, los
colectivos, con el fin de amedrentar a los trabajadores. Nada nuevo. Lo mismo
ocurre cuando los ciudadanos protestan porque no hay electricidad, agua o
transporte público en la zona donde viven. El diálogo con los afectados no
forma parte del guion del mandatario. También ha habido mucho de folclorismo:
Maduro llamó a su gente a movilizarse contra las sanciones internacionales.
¡Habrase visto!
Nicolás
Maduro señala que no cuenta con recursos para satisfacer las demandas de los
trabajadores. Sin embargo, sí ha dispuesto de suficiente dinero para asumir la
defensa de Álex Saab; también, para llegar a los acuerdos con Vladimir Putin
que le permiten continuar comprando armas y modernizando los equipos militares;
o para que los jerarcas del régimen y su entorno vivan rodeados de decenas de
escoltas pagados con dineros públicos.
El
Gobierno podría obtener una buena cantidad de divisas que ayudarían a
fortalecer las reservas internacionales, si le cobrase la factura petrolera a
Cuba a precios internacionales. No obstante, prefiere favorecer la dictadura
más antigua y oprobiosa del continente, que obtener recursos que servirían para
respaldar con divisas la emisión de los bolívares que habría que entregárseles
a los trabajadores venezolanos para que lleven una vida de calidad.
Para
acabar con la hiperinflación, en vez de ir a un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional o con otros organismos multilaterales –que habría implicado
llegar a acuerdos democráticos con la oposición- Maduro optó por aplicar un
severo programa de choque que incluyó acabar con el crédito bancario, la
inversión pública y los aumentos de sueldos a los empleados y trabajadores del
Estado. La combinación de estos tres factores ciertamente logró disminuir el
ritmo del incremento de los precios. Ya no hay hiperinflación, pero Venezuela
sigue siendo una de las cuatro naciones con la mayor tasa de inflación del
mundo. En contrapartida con las medidas adoptadas, se redujo drásticamente la
generación de empleo de calidad en todos los sectores de la economía, se
deterioraron los servicios públicos y se envilecieron los ingresos de los
trabajadores que laboran para el Estado. El empobrecimiento de la clase
trabajadora, entre ella los docentes, lo estamos viendo de manera dramática en
la actualidad. Los maestros y profesores obtienen sueldos miserables.
En las
actuales circunstancias, las posibilidades de que el Gobierno satisfaga las
exigencias de los docentes son remotas. Maduro tendría que introducir cambios
drásticos en el modo de funcionamiento del Gobierno. Si quiere atraer
cuantiosas inversiones extranjeras con la finalidad de reanimar el empleo productivo,
las sanciones internacionales tendrían que ser anuladas. Sin acuerdos políticos
sólidos que garanticen elecciones presidenciales libres, justas y supervisadas,
esa opción no resulta viable. Estados Unidos pretende evitar que regímenes
autoritarios y antidemocráticos como el de Maduro, se nutran del oxígeno que
les permita perpetuarse.
El
cuadro luce complicado. Solo con la presión y la movilización popular los
trabajadores lograrán conquistas significativas. Los gremios docentes necesitan
del apoyo de todos los demás sectores organizados de la sociedad. La nación
entera tendría que ponerse en pie de lucha. No se está pidiendo un bono para
mitigar una necesidad urgente, pero transitoria. Están reclamándose derechos
laborales fundamentales relacionados con la calidad de vida y la dignidad de
los trabajadores. Con un bono no como, dicen los maestros y los profesores… y
tienen razón.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico