LUDMILA VINOGRADOFF 13 de abril de 2023
@ludmilavino
Se
cumple una década de las elecciones que confirmaron, por un mínimo margen de
votos, la voluntad de Hugo Chávez de pasarle el cetro del poder en Venezuela
Nicolás Maduro ha sobrevivido a
10 años de tormentoso gobierno, con una presidencia que ha sido cuestionada y
rechazada desde que asumió el poder como resultado de unas elecciones
fraudulentas, el 14 de abril de 2013, que nunca han sido aclaradas.
El origen dudoso de su primer triunfo electoral, con el 50,61% de los votos, frente al 49,12% obtenido por el opositor Henrique Capriles; y luego el segundo –de su no reconocida reelección presidencial internacional en 2018– han marcado su desempeño a lo largo de su Gobierno, calificado como el peor que ha tenido Venezuela en toda su historia contemporánea.
A sus
cuestionados triunfos electorales se le suman las dudas sobre su legitimidad
como presidente ante la opacidad sobre el lugar de su propio nacimiento
–Colombia o Venezuela–, lo que para muchos ha supuesto el dilema de si la
presidencia del país está en manos de un ambicioso usurpador o un gran farsante
que ha logrado engañar a medio mundo. Lo cierto es que el autobusero
y sindicalista del Metro de Caracas nunca ha presentado un certificado
de origen electoral limpio y transparente para ser presidente de Venezuela en
sus dos comicios, como tampoco su partida de nacimiento.
Entre
los deméritos de Maduro a lo largo de esta década ocupando el Palacio de Miraflores,
destaca el de ser una de las personas más buscada por la Justicia de EE.UU.
–hay una recompensa de 15 millones de dólares–, debido a sus nexos con el
narcotráfico y la banda de su mujer, Cilia Flores; a esto se suma que está
siendo investigado por la Corte Penal
Internacional (CPI) por crímenes de lesa humanidad. Esto ha impedido
al mandatario acudir a tomas de posesión y cumbre internacional, ante el temor
de una posible detención.
'El
hombre de La Habana'
Bautizado
como el 'hombre de La Habana' por los hermanos Castro –se convirtió en el
puente y portavoz de estos ante el comandante Hugo Chávez–, antes de ser
presidente Maduro fue canciller durante seis años, tiempo durante el que
cultivó y profundizó las relaciones con sus pares izquierdistas –radicales y
terroristas– del foro Sao Paulo, de Oriente Próximo (Hizbolá y Hamás) y Asia.
Era la época del boom petrolero, cuando se pagaban cien dólares por un barril
de petróleo.
Antes de morir de
un cáncer fulminante, Hugo Chávez lo presentó como su heredero. Fue su
testamento político: «Voten por Maduro», dijo agonizando en su lecho de muerte
en diciembre del 2012 antes de partir a Cuba por última vez.
Protestas
y represión
Un año
después de asumir el poder, el rechazo al presidente por parte de la oposición
y de la calle era patente. El líder opositor Leopoldo López impulsó unas
protestas que fueron fuertemente reprimidas durante los cuatro meses que se
prolongaron en todo el país. El saldo fueron 43 manifestantes muertos y más de
200 encarcelados. A pesar del encarcelamiento de López, en un juicio con graves
irregularidades, las protestas se siguieron produciendo y en 2017 dejaron un
saldo de más de 100 manifestantes asesinados. Si bien las manifestaciones en
las calles han bajado de intensidad, continúan elevando la voz los grupos
gremiales pequeños de trabajadores y pensionistas que apenas ganan 5 dólares al
mes.
El
intento del régimen por acallar el rechazo político y social a la gestión de
Maduro se ha traducido durante estos años en la existencia de más de 300 presos
políticos, entre civiles y militares. Es el saldo de una década de represión y
torturas contra los disidentes.
En el
triste balance del Gobierno de Maduro hay que incluir su capacidad para comprar
y dividir a los partidos de la oposición, evitando así que exista, hasta la fecha, una
alternativa real que lo descabalgue del poder; también el silenciamiento
de los medios de comunicación independientes. Solo el año pasado, el
régimen clausuró casi 100 emisoras de radio y más de 50 medios digitales, que
no pueden abrir localmente por la censura oficial y el control que el régimen
impone en internet.
Destrucción
económica
El
capítulo económico es quizá el mayor drama que ha sumido a la
población en la miseria. Maduro es el rey de Midas al revés, por paradójico
que parezca en el país con mayores reservas petrolíferas del mundo. Todo lo que
toca se convierte en ruinas y destrucción. En la última década han cerrado más
de 500.000 empresas y unas 700 industrias han sido expropiadas por su régimen,
según el censo del gremio Consejo Nacional de Comercio (Consecomercio).
La
hiperinflación llegó a más de 35.000% hace dos años. La pobreza llegó a escalar
del 45% al 95% de la población, siendo hoy de 81,5%, según la encuesta Encovi
de la Universidad Católica Andrés Bello.
Por si
fuera poco, el bolívar se hundió también. De 2007 a 2021 la moneda nacional
sufrió una mutilación o depreciación de 14 ceros, lo que obligó a Maduro a
impulsar la dolarización siguiendo los consejos de los consultores ecuatorianos
de Rafael Correa.
El
sector de la pobreza crítica, del 56%, ya no hurga en la basura todos los días
para proporcionarse su ración de una comida diaria, sino una o dos veces a la
semana, según cuentan en los sondeos, pero el éxodo de venezolanos que escapan
buscando una vida mejor en el exterior no ha parado, alcanzando la
escalofriante cifra de siete millones de personas, según datos de la ONU.
Corrupción
La
última sombra que se ha cernido sobre el Gobierno chavista ha sido la
corrupción desvelada en las entrañas de su empresa más emblemática, la estatal Petróleo de
Venezuela (Pdvsa), que ha desembocado en la detención de casi medio
centenar de personas, entre los que se encuentran funcionarios, jueces y
gobernadores implicados en un desfalco que supera los 23.000 millones de
dólares. También han sido arrestados siete responsables de la Corporación
Venezolana de Guayana (CVG) y el exdirector de extranjería y exgobernador de
Trujillo Hugo Cabezas.
El
escándalo de corrupción comenzó cuando se conoció la desaparición de 3.000
millones de dólares provenientes de la venta de petróleo que supuestamente
estaban reservados en las cuentas de criptomonedas para financiar la campaña de
Maduro para las presidenciales de 2024.
A
pesar de la campaña de limpieza lanzada por el régimen, este no ha puesto tras
las rejas al principal responsable, Tareck El Aissami, que, si bien dimitió
de su cargo como ministro del Petroleo, no tiene ninguna orden de arresto
en su contra. Actualmente se desconoce su paradero.
La
causa se ha convertido en una especie de guerra abierta entre mafias del
chavismo. La puesta en escena de la supuesta lucha anticorrupción podría tener
varias lecturas: una represalia de Maduro contra los involucrados por la
pérdida de los fondos petroleros para financiar su campaña electoral del 2024;
o una operación de 'purga' que busca lavarse la cara para competir en mejores
condiciones en las próximas presidenciales.
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