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viernes, 7 de abril de 2023

Así era Francisco de Miranda, según un teniente a sus órdenes, por @lahistoria200


¿Cómo era Francisco de Miranda? Lo describe un contemporáneo, el teniente John Sherman, que estuvo bajo sus órdenes en la expedición de 1806.

Para ese entonces, el general curtido en la Guerra de Independencia de Estados Unidos y en la Revolución Francesa estaba por cumplir 56 años.

Nacido en Caracas el 28 de marzo de 1750, Miranda falleció en la prisión española de La Carraca, el 14 de julio de 1816.

“Su altura es de unos cinco pies y diez pulgadas (1.78 mts), bien proporcionado, fuerte, activo. Es de cutis moreno; rozagante, lleno de salud; sus ojos color avellana, pero no muy oscuros, penetrantes, vivos, inteligentes, expresivos.

Tiene muy buena dentadura y la cuida mucho. Su nariz es perfecta, más inglesa que romana; el pecho ancho y prominente; el cabello cano largo, atado atrás y empolvado.

Sus patillas, canas, son fuertes y abundantes. En todo el conjunto de su rostro se percibe la expresión de tenacidad, de altanería. Sin decir que es elegante, puede decirse que es un hombre de salón.

Tiene la costumbre de mondarse los dientes continuamente. Cuando está sentado, no puede estarse quieto, mueve el pie o la mano como llevando el compás con su imaginación siempre activa.

Todos los días duerme unos pocos momentos después de la comida, y luego se pasea hasta la hora de retirarse a la cama a media noche.

“Entre las diversas maneras de matar la libertad, no hay ninguna más homicida para la República que la impunidad del crimen o la proscripción de la virtud”.

Francisco de Miranda. pic.twitter.com/ahm4cPEaMy

— LaHistoria200 (@LaHistoria200) April 22, 2022

Es un ejemplo de templaza. Comidas malas o escasas no lo hacen levantar la menor queja. No usa bebida. El dulce y el calor, dice, son la mejor medicina; el ácido y el frío son el azote de la humanidad.

En sus modales es un caballero, un cortesano; se conduce con dignidad y con gracia. Sabe medirse excepto cuando está furioso, y asume el tono y la mirada que quiere.

En general su trato es altivo e imponente; cuando está disgustado pierde su aplomo, y se impacienta si se le contradice. En la conversación es lógico en el modo de presentar sus ideas; parece no ignorar nada.

Su memoria prodigiosa le da al instante nombres, fechas, autoridades…».

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