OIM 07 de abril de 2023
@OIM_RRMV
Alexander
Darin aspira profundamente, lleva en su hombro una mochila con sus pertenencias
y camina a través del Puente Internacional de Rumichaca, el principal cruce
fronterizo entre Colombia y Ecuador en la Cordillera de los Andes.
Empujando
el cochecito de su hija Zoe de tres años, Alexander, su esposa Francis, su hija
Saemi de 12 años y su cachorro, están haciendo el viaje de 5.000 kilómetros
desde Venezuela a Chile, en donde espera poder conseguir empleo como cocinero.
“El
viaje ha sido duro, cada día nos sentimos helados y hambrientos. Y es difícil
que nos den un aventón”, dice Alexander totalmente exhausto.
Se fueron de Caracas, capital de Venezuela, un mes antes, sin dinero para el transporte. Espera tener éxito junto a su familia en este viaje a Chile, que están haciendo “paso a paso”, vendiendo caramelos en las calles de las ciudades por las que pasan.
Los
migrantes venezolanos deben atravesar peligrosas rutas migratorias a la
búsqueda de una mejor vida. Foto: OIM/Gema Cortes
Los
flujos migratorios mixtos de venezolanos hacia países vecinos no han cesado, si
bien no son tan intensos como en otras épocas. Más de un cuarto de millón de
personas pasaron por Ecuador en 2022, de acuerdo con las autoridades locales.
Desde allí, transitan por América del Sur dirigiéndose al norte y pasando por
cruces fronterizos formales.
Los caminantes (así
es como se los conoce) viajan miles de kilómetros de a pie, al costado de las
autopistas, a través de peligrosos terrenos y en severas condiciones
climáticas, corriendo el riesgo de todo tipo de peligros y amenazas, incluyendo
las de grupos criminales y traficantes. Los riesgos son especialmente altos
para las jóvenes mujeres y las familias con niños pequeños. Muchos hacen esta
travesía en ojotas, camisetas y pantalones cortos. Caminan y piden que los
lleven durante meses a lo largo de los caminos de montaña que conectan ciudades
como Bogotá, Quito y Lima con Santiago de Chile y Buenos Aires.
Este
mapa presenta un resumen de las rutas migratorias en Suramérica y se presenta
con fines ilustrativos únicamente. Las denominaciones usadas en este mapa, no
implican ninguna autorización ni aceptación oficial por parte de la OIM.
A más
de 3.000 metros por encima del nivel del mar, la ruta entre la frontera
colombiana y Tulcán, en Ecuador, está cubierta por una bruma helada y presenta
temperaturas extremadamente bajas. Fabio,* un venezolano de 27 años procedente
de Valencia, intenta parar a los camiones que pasan con la esperanza de que lo
lleven. Le han prometido un empleo en Perú y quieren enviar dinero de regreso a
la familia que ha dejado atrás.
“No es
posible tener una vida en Venezuela, no hay forma de llegar a fin de mes. Yo estoy
buscando simplemente un futuro mejor”, dice Fabio tras haber dormido por
semanas en la vereda, debiendo enfrentar las intensas temperaturas nocturnas
que suelen bajar hasta alcanzar los 5 grados Celsius.
Los
migrantes venezolanos intentan detener a los camiones que pasan con la
esperanza de conseguir un aventón hacia Ecuador. Foto: OIM/Gema Cortés
El
personal de la OIM brinda asistencia humanitaria e información acerca del
camino por delante. Foto: OIM/Gema Cortés
Los
equipos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) conducen
una casa rodante humanitaria cada día a lo largo de las rutas que van desde
Tulcán hasta la frontera con Colombia y les entregan a los migrantes en
tránsito paquetes de alimentos, agua, kits de higiene, un equipo para el
invierno e información sobre las rutas por delante. La frontera es bastante
permeable; se estima que cerca de 1.500 venezolanos ingresan a Ecuador cada mes
a través de puntos de cruce irregulares a la búsqueda de mejores condiciones de
vida.
Una cama
para la noche
Al
final de un largo y peligroso viaje, hay una luz de esperanza. El Hotel Quito,
en la ciudad fronteriza de Tulcán, es un albergue temporal que recibe el apoyo
de la OIM. Mientras cae la noche, el albergue lentamente se llena de jóvenes parejas,
de familias con niños y de caminantes solitarios. Acceden a
albergue para pasar la noche, asistencia médica y psicológica y tres comidas
calientes por día.
Mientras
cae la noche, el albergue se va llenando de a poco con jóvenes parejas,
familias con hijos y caminantes solitarios que han estado viajando por días.
Foto: OIM /Gema Cortés
Mientras
cae la noche, el albergue se va llenando de a poco con jóvenes parejas,
familias con hijos y caminantes solitarios que han estado viajando por días.
Foto: OIM /Gema Cortés
En el
albergue, un hombre que parece muy cansado junto a su familia de cuatro
integrantes, está parado en el centro de recepción, al lado de otros agotados
caminantes. José* tiene una historia de lucha y desesperación y también de
fuerte voluntad y determinación.
Fue
raptado en la frontera con Colombia y separado de su familia por 24 horas.
Ahora, solamente sueñan con empezar una nueva vida en Perú. “Cuando uno escucha
que tus hijos te dicen – ‘Papá, tengo hambre’– y no tienes nada para darles, es
realmente triste. “Fue también muy duro tener que dejar a mis dos hijos mayores
en Venezuela”, dice con un nudo en la garganta.
La
esposa de José, María,*se sienta junto a sus hijos en medio de una pila de
bolsas que contienen sus pertenencias. Han estado caminando sin parar durante
12 horas.
“Caminar
es realmente un sacrificio, pero lo que hacemos es para que nuestros hijos
estén mejor. Si uno no se arriesga, no consigue nada”, dice.
Migrantes
que Cruzan el Puente Internacional de Rumichaca, la principal puerta de acceso
entre Colombia y Ecuador. Foto: OIM/Gema Cortés
Maribel,
de 29 años y de Barinas, junto a su hija Victoria de 7 años, pasó un año en
Bogotá en donde sobrevivieron vendiendo comida en las calles. Ahora han
encontrado refugio en un albergue temporal y esperan poder abrir un puesto
callejero de venta de comidas cerca de la frontera, con capital semilla y apoyo
para emprendimientos de parte de la OIM. “He sido siempre una gran trabajadora
y no me gusta no tener qué darle a mi hija”, cuenta.
Maribel,
de 29 años y de Barinas, junto a su hija de 7 años Victoria, pasó un año en
Bogotá en donde sobrevivieron vendiendo comida en las calles. Foto: OIM/Gema
Cortés
Este
camino sube desde Colombia a Ecuador y es usado por los migrantes para cruces
irregulares (trochas). Foto: OIM/Gema Cortés
Más de
7,1 millones de personas se han ido de Venezuela, en uno de los mayores
movimientos poblacionales en la historia de América Latina. Aproximadamente
medio millón de venezolanos viven en Ecuador.
Fuente:
R4V.info/diciembre de 2022
Habiendo
recuperado fuerzas después de una noche en el albergue, Alexander, Francis, Zoe
y Saemi volvieron a partir de a pie hacia Chile, con sus mochilas llenas de
ilusiones. En el camino que recorrerán por delante deberán superar formidables
obstáculos geográficos y luchar intensamente en su intento por acceder a una
mejor vida, un viaje que deberá estar impulsado por la determinación y el
coraje. “Lograremos llegar con todo nuestro potencial, esperando que alguien
nos brinde esa mano solidaria que necesitaremos para poder progresar”, remarca
Alexander mientras se despide.
Habiendo
recuperado las fuerzas tras una noche en el albergue, Alexander, Francis, Zoe y
Samei reanudaron su viaje a pie, dirigiéndose a Chile, con sus mochilas llenas
de ilusiones. Foto: OIM/Gema Cortés
*Algunos
nombres han sido cambiados por motivos de protección.
Esta
historia fue escrita por Gema Cortés, Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del
Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación en Venezuela.
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