“En mi adolescencia, mis días en el Cecodap me inspiraron a erigirme en el defensor de la democracia y los derechos humanos que soy en la actualidad”, expresa Juan Ángel Gouveia, actual presidente de la Confederación Sordos de Venezuela, Consorven, organización que vela por los derechos de las personas con discapacidad.
El suyo es uno de los testimonios que Óscar Misle y este servidor recogimos en el libro “Cuando yo sea grande” (2018). Decidimos contar las historias de 14 niños, quienes en estos momentos son adultos, para que compartieran sus testimonios sobre cómo su participación temprana en programas e iniciativas de formación ciudadana marcaron sus vidas y los llevaron a ser, hacer y sentir lo que ha sido clave en sus proyectos de vida.
El testimonio de Juan Ángel nos permite llegar al Día Internacional de las Personas con Discapacidad, este 3 de diciembre, preguntándonos hasta cuándo nos seguiremos sorprendiendo por las capacidades de otros seres humanos.
Juan Ángel es sordo, con un alma capaz de escucharlo todo por una sensibilidad, astucia y tenacidad que lo lleva a valerse de múltiples recursos para hacerse entender. Su rostro vivaz se enrojece cuando la pasión lo desborda porque algo le motiva o interpela. Ha recorrido el mundo participando en espacios diversos y dejando muy en alto el nombre de Venezuela.
“Por ser una persona sorda sentía gran interés en investigar y saber sobre la cultura de mi comunidad. En un principio quise cursar Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Fue imposible por la falta de servicios de interpretación a la lengua de señas en esa facultad”, recuerda.
Imposible olvidar el rostro de Juan Ángel en la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño de Caracas, en el concierto por la entrada en vigor de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (2000). Extasiado disfrutaba el concierto de los adolescentes del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles bajo la dirección de Gustavo Dudamel. No escuchaba con los oídos, lo hacía con el alma.
Mientras Juan Ángel se extasiaba con la música, un grupo de los niños y adolescentes oyentes hablaban entre sí sin prestar mayor atención. Él era capaz de sentir la energía de los intérpretes y la vibración de las notas que eran captadas por su cuerpo y espíritu.
La accesibilidad rompe las barreras
A través del lenguaje de señas habla con sus manos, también lee los labios y se comunica verbalmente, destreza que se dificultó en momentos en los que el uso de la mascarilla era obligatorio. Existe otra barrera: No hay, en la mayoría de nuestros medios, traductores con lengua de señas o subtitulados que permitan el derecho de esta población a informar y estar informados.
La participación de Juan Ángel en asambleas, seminarios, medios de comunicación, eventos nacionales e internacionales lo convirtieron en un líder que no sabe de barreras ni fronteras; al contrario, su espíritu apasionado lo impulsó a participar con propuestas que han sido recogidas y validadas en instrumentos legales para la promoción y defensa de los derechos humanos de las personas con discapacidad.
Más protección, menos barreras
Para Juan Ángel, la falta de acceso a la información por medios accesibles adecuados a las personas con discapacidad acentúa las barreras comunicacionales.
Las personas con discapacidad son más vulnerables frente a las situaciones violentas o de emergencia, como fue el caso de la cuarentena y el aislamiento que representó. No se cumplen los mandatos internacionales sobre la accesibilidad.
“Hay que continuar el trabajo articulado con diferentes organizaciones nacionales e internacionales para lograr el efectivo cumplimiento, respeto y garantía de lo establecido en las normativas legales vigentes”, afirma.
https://efectococuyo.com/opinion/mas-proteccion-menos-barreras/
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