Luis Carlos Díaz 01 de octubre de 2024
Pobreza,
controles y abusos son parte y origen de la tragedia tecnológica y
comunicacional que enfrenta actualmente Venezuela, donde el acceso a Internet,
derecho humano reconocido por las Naciones Unidas, se ha convertido en un
privilegio. Un retrato actual de la situación y una guía para alcanzar un
desarrollo óptimo del sector que asegure el resguardo de la dignidad humana de
los ciudadanos es lo que sigue
Esta
es una carta sobre el futuro de Venezuela que plantea una paradoja: estamos tan
rezagados en materia tecnológica que vemos convivir situaciones muy precarias,
del siglo pasado, junto a burbujas de modernidad. En serio. Lo mismo hay
comunidades que pierden su Internet porque los cables de cobre ya se vencieron,
como lugares más privilegiados a los que llega la fibra óptica. Todo pasa al
mismo tiempo. Por esta razón este texto se paseará por el presente de la
tecnología en el país y tendrá recomendaciones para transitar el camino de un
desarrollo organizado. A efectos teóricos, en lugar de entender la tecnología
como toda obra humana que nos rodea, que nos permite aprovechar el conocimiento
científico para responder al entorno (y que va desde la agricultura hasta la
inteligencia artificial, pasando por la electricidad y la medicina), en este
artículo nos restringiremos a las tecnologías de la comunicación, que son
aquellas que nos permiten estar conectados, como las telecomunicaciones, las
redes y los dispositivos móviles. Bienvenidos entonces.
Advertencia de entrada: somos pobres. Muy pobres
Así
como distintas mediciones han demostrado que la economía de Venezuela se
contrajo más del 80 % desde la llegada de Nicolás Maduro al poder, debemos
entender que el sector económico de las telecomunicaciones vivió y sufrió las
consecuencias de esa crisis por diseño, pero desde un área que al mismo tiempo
representa “servicios”, por lo tanto su despliegue y continuidad de operaciones
son un reto logístico que se comporta distinto al consumo de bienes, y por otra
parte es vital para la continuidad de la vida moderna. A veces se habla de
Internet solo como un espacio de entretenimiento y consumo de contenidos, pero
en realidad la infraestructura tecnológica que hace posible que estemos
hiperconectados es la que sostiene también las redes bancarias, la información del
mercado, es un espacio de consumo e intercambio, se socializan experiencias y
sí, también es un espacio que sirve para la educación, la salud, el
entretenimiento y mantener informada a la sociedad. Internet es un “aleph”, a
la manera de Borges, capaz de contener simultáneamente un universo de recursos.
Pero
somos pobres. No solo el país se contrajo en términos económicos y
poblacionales sino que también cayeron la cantidad de teléfonos activos en
Venezuela (según Conatel, había 30 millones de celulares activos en 2015 y
menos de 14 millones para el año 2020), muchas casas perdieron la conexión que
tenían con Cantv y algunos servicios privados, para no volver, y la mayoría de
la población pasó a ser muy pobre, lo que dificulta su capacidad tanto para
pagar los precios reales de los servicios de telecomunicaciones como la
actualización de equipos nuevos para sus casas: teléfonos, computadoras,
tabletas, routers, etcétera.
Se
insiste en el tema de la pobreza, como consecuencia de las crisis por diseño
creadas por el chavismo, primero porque generan exclusión y rezago, pero
segundo, que es lo más importante para quienes siguen el tema digital, porque
al ser tan pobres no somos un mercado tan atractivo para los estudios de
consumidor, perfiles de usuario, etcétera. Por eso hasta las estadísticas se
nos han vuelto esquivas, parciales y desactualizadas. Incluso las estatales,
que deberían ser centrales, se volvieron poco fiables cuando Conatel decidió
contar doblemente a los usuarios de Internet que tenían el servicio en su casa
y también en su teléfono. Por lo que hablar de si está conectado el 50 % de la
población o más del 60 %, ya no es posible como antes de 2015, cuando no se
había contraído tanto la economía.
En
todos los casos, Internet es un servicio urgente y útil para la población. No
es una moda. Es evolución humana y acceso a relaciones comerciales, políticas,
culturales y educativas. El crecimiento del país pasará necesariamente por el
desarrollo de la conectividad, incluso con más prioridad que otros servicios.
En el planeta hay más seres humanos con un teléfono móvil que con acceso a agua
potable, y eso no habla mal de la tecnología, sino que demuestra que estar
conectados es también algo vital.
Primera
idea clave: Internet fue condenada y controlada
Venezuela
pasó de tener el decreto 820, publicado en el año 2000 e impulsado por el
ministro Carlos Genatios, un decreto que decía que Internet era “prioritario”
para el país, a un decreto llamado 6649, publicado por Hugo Chávez en 2009, que
decía que Internet y la actualización tecnológica eran “gastos suntuarios” para
el país y debían ser recortados. Eso condenó el desarrollo de páginas web
estatales de alcaldías, gobernaciones, de institutos públicos y hasta el
presupuesto para las universidades. Había bonanza económica ese año, pero
empezaron los controles y censuras agresivos en Internet. Fíjense cómo en mayo
de 2024, las páginas web del CNE y el Seniat siguen siendo las mismas de esa
primera década del milenio. Tienen unos diseños desactualizados y poco
funcionales. Son tan malos que no tienen el certificado de seguridad de los
navegadores web y por eso dan error.
A esa
noción de un Internet como “lujo”, se le suma que en 2010 la bancada
oficialista de la Asamblea Nacional reformó la Ley Orgánica de
Telecomunicaciones y convirtió ese sector económico en un área “de interés
público”, lo que significó que en la siguiente década se controlaran rudamente
las tarifas de Internet, telefonía móvil y televisión por cable o satélite,
también importaciones de materiales, actualización de equipos, acceso a dólares
en el mercado preferencial, planes de desarrollo, etcétera. Las empresas no se
podían oponer porque los primeros años accedían a dólares del sistema Cadivi a
precios artificialmente bajos, luego porque el Estado podía quitarles la
concesión y después por la amenaza de expropiarles las empresas. Por años
fueron rehenes, obligados a tener tarifas a pérdida, sobre todo entre 2013 y
2019, e incluso les fueron represadas sus ganancias en el país, por lo que
Telefónica Movistar y otras empresas trasnacionales no podían tener operaciones
normales.
Vivimos políticas públicas contrarias al
desarrollo. Se multiplicaron por miles los bloqueos de páginas web, después de
2013 se frenaron las importaciones hasta de celulares, y se detuvieron a
decenas de personas por publicar contenidos en Internet.
Hasta un plan de propaganda como la entrega en
escuelas de laptops llamadas Canaimitas se frenó en 2013 y no fueron realmente
integradas al aula. Incluso se reportó que algunos equipos fueron decomisados
por militares en la frontera con Colombia cuando los jóvenes migraban a pie en
los años más rudos. El mejor ejemplo de un plan de laptops para niños en
América Latina fue el Plan Ceibal, en Uruguay, y demostró que se podía hacer
sin proselitismo político, sin excluir beneficiarios y con diseños reales de
integración al pensum educativo.
Segunda
idea clave: todo pasa al mismo tiempo
Los
controles económicos del chavismo que ahogaron al sector telecomunicaciones se
relajaron a partir de 2019-20, no solo a raíz de las sanciones generales sino
también tras muchas caídas y fallos de sistema. El Estado controlador y
metastásico fracasó. Algunas empresas sobrevivieron a los años duros y otras
han ido surgiendo como iniciativas locales, porque hambre por un buen servicio
siempre hay. Esta es la explicación a que algunas zonas pierden su conexión de
cable de cobre, que no pudieron recibir mantenimiento ni actualización, y al
mismo tiempo hay lugares donde se está cableando con fibra óptica tras más de
una década de retraso. Un fenómeno no sustituye al otro porque este nuevo
Internet VIP o Internet Bodegón, responde solo a lo que el mercado de
consumidores pueda pagar, así que en Caracas puede haber seis proveedores en
Los Palos Grandes y ninguno en El Junquito.
También
hay servicios de Internet inalámbrico, satelital y móvil, pero cada uno tiene
sus limitaciones y pueden ser excluyentes para las mayorías empobrecidas.
Por
esa razón no vemos un crecimiento en la cantidad de usuarios de Internet, es
decir, no se está incluyendo a gente nueva, sino que los que pueden pagar están
mejorando su conexión. Y sí, en las principales ciudades del país se consiguen
buenos servicios a precios que intentan competir. Pero la brecha entre ricos y
pobres se acentúa y castiga con más fuerza a niños, tercera edad, zonas rurales
y zonas menos atractivas para las empresas.
Los
jóvenes venezolanos viven fenómenos digitales al igual que el resto del mundo,
pero lo hacen con menos herramientas, formación crítica para el uso de medios,
e instituciones de protección.
Por
eso los temas gruesos como el ciberbullying, la captación de
menores, el grooming, la explotación sexual, etcétera, ocurren con
mayor impunidad sin autoridades para atenderlos seriamente y de forma
integrada. Hasta la alfabetización digital es materia pendiente. Por fortuna,
en lugares como el Ininco de la Universidad Central de Venezuela se preparan
para cuando estos temas sean políticas públicas.
Tercera
idea clave: podemos acelerar la actualización
El
desorden que se vive actualmente, en el que cada empresa hace lo que puede,
Cantv y Movilnet carecen de presupuestos transparentes desde su estatización y
la demanda de datos crece, la respuesta necesaria es: mejores políticas
públicas. Y si se piensa desde una economía libre, con garantías y reglas de
juego, pues mejor. Uno de los problemas más graves hoy es que no hay
financiamiento ni para las empresas ni para los clientes. Al no haber crédito,
cuesta mucho hacer inversiones. Por eso los costos de instalación son tan altos
en Venezuela. En ese sentido, la construcción de confianza no puede ser
artificial, como sí lo puede ser la inteligencia en esta década.
Una
buena noticia es que la actualización del rezago no requiere mucho tiempo para
su implementación. Es válido hacer un salto de rana, un leapfrogging,
que en materia digital significa ponerse al día con la tecnología más actual,
los protocolos más modernos y seguros, y obedecer a los estándares
internacionales de libertad de expresión. Así, las zonas que jamás tuvieron
conexión 3G o 4G, podrían recibir de una vez señal 5G, si el Estado termina de
habilitarlo y permite a las empresas invertir. El rezago digital se combate con
presupuestos diferenciados para la recuperación, abriendo el mercado a la
competencia y con planificación para tomar las mejores decisiones de dónde
desarrollar propuestas combinadas (no impuestas) por estado, quizás gobiernos
locales, empresas, universidades y usuarios, en modelos de múltiples partes
interesadas, que es como se debe trabajar. Por eso la tecnología más importante
para un buen desarrollo es la democracia y hacer sistemas plurales para la toma
de decisión.
Por
fortuna, telecom es un área con los incentivos necesarios para recuperar
inversiones y beneficiar el crecimiento de otros sectores económicos. Lo
importante es dejar de hacer las cosas mal a propósito.
Tomado
de: https://revistasic.org/como-lidiar-con-el-atraso-tecnologico-en-venezuela/
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